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Rusia despliega miles detropas contra Chechenia

Con el objetivo de establecer una “zona de seguridad” en el norte de la república secesionista, las tropas terrestres rusas libraron ayer los primeros combates en Chechenia desde 1996.

La policía chequea documentos en la Plaza Roja.
La seguridad fue reforzada en todas partes.

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t.gif (862 bytes)  La lucha ha comenzado en la segunda guerra de Chechenia. Ayer se registraron “intensos combates” entre tropas rusas y fuerzas chechenas en la zona norte de la república secesionista, donde 10 rusos habrían muerto, según el gobierno local. El Estado Mayor ruso desmintió estas bajas y negó que se estuviera efectuando una “operación de envergadura” mientras fuentes militares aseguraban que “son sólo escaramuzas”. Sin embargo, los diarios moscovitas dieron por sentado que comenzó una nueva guerra a gran escala, y citaron como evidencia un reciente decreto del presidente Boris Yelstin que incrementaba la leva de conscriptos de 160.000 a 205.000. El presidente de Chechenia, Aslan Masjadov, fue contundente sobre la posibilidad de una nueva guerra: aseguró que el ataque de tropas terrestres “será un suicidio” para Rusia.La nueva escalada entre Rusia y Chechenia tuvo por desencadenante una serie de atentados terroristas en Moscú y otras ciudades rusas el mes pasado, que dejaron casi 300 muertos y por los cuales el Kremlin responsabilizó a extremistas islámicos de la república secesionista. Ayer, el presidente de Georgia, Eduard Shevardnadze, se ofreció a mediar en el conflicto, pero Rusia no parece estar interesada. “Las fuerzas federales (rusas) avanzaron en territorio checheno de algunos metros a varios kilómetros”, anunció ayer el jefe del Estado Mayor ruso, general Valeri Manilov. Según el gobierno checheno, una columna blindada habría penetrado 15 kilómetros. Los rusos habrían tratado de tomar la aldea de Borozdinovskaya, siendo repelidos en el primer asalto. En total, unos 50.000 soldados rusos estarían participando de la invasión, apoyados por 600 tanques, 2200 blindados, cazabombarderos y helicópteros artillados. Una parte importante de la fuerza de invasión consiste de las divisiones propias del Ministerio del Interior ruso. Los objetivos de la invasión parecen ser limitados. En lugar de ocupar el total de Chechenia (como el Kremlin intentó sin éxito en 1994-96), el general Manilov afirmó que el fin de las operaciones era establecer una “zona de seguridad” en el norte del territorio. El plan prevé la formación de tres zonas defensivas (“líneas”) en este territorio, a fin de impedir la infiltración de guerrilleros islámicos chechenos a la Federación Rusa. Moscú acusa a estos guerrilleros –que hace dos meses invadieron la vecina república rusa de Daguestán– de ser responsables de una serie de atentados terroristas en Rusia. Varios analistas consideraron que el objetivo a largo plazo de Moscú es una partición permanente de Chechenia, con la capital Grozny permaneciendo del lado independiente. La respuesta en Chechenia combinó el desafío con un gesto de paz. Una sesión especial del Congreso Nacional del Pueblo Checheno se desvinculó ayer de las acciones de los guerrilleros islámicos, y afirmó que el Estado checheno no colaboró con la incursión en Daguestán. Moscú había exigido que el gobierno checheno se apartara públicamente de este ataque. Pero el resto de la resolución parlamentaria fue desafiante. El Congreso autorizó al presidente a declarar la “movilización general (para) repeler la agresión”. Masjadov declaró dramáticamente: “Ya le ganamos a Rusia cuando la mayoría de nosotros éramos militarmente novatos (y) ahora tenemos mucha experiencia y armas suficientes”. Su gobierno decidió resistir en las posiciones avanzadas, para que los combates no lleguen “a las calles de Grozny”. En vista de los designios rusos para el norte de su territorio, esta decisión parece destinada a impedir la partición de facto del país. Masjadov aseguró que estaba dispuesto a reunirse con Yelstin para lograr un acuerdo de paz; también reiteró que no existían en Chechenia “ni campos de entrenamiento, ni de terroristas”. Y aunque admitió que había grupos armados, señaló que, en vista de las amenazas rusas, no se les podía pedir que se desarmen.La reacción internacional a la invasión rusa ha sido moderada. El subsecretario de Estado norteamericano, Strobe Talbott, afirmó ayer que comprendía el dilema ruso con respecto del terrorismo, pero que “al mismo tiempo, estamos decepcionados de ver que la crisis se agrava. Una guerrageneralizada en la región amenazaría los intereses de todo el mundo”. El portavoz del Departamento de Estado, James Rubin, no fue mucho más contundente: “Estados Unidos busca explicar a los rusos que han tomado una mala dirección”. El Consejo Europeo y los gobiernos de Alemania y Francia se habían manifestado “preocupados” por la situación. Dentro de Rusia, la opinión pública con respecto de la invasión es ambigua: mientras las encuestas habían indicado un gran apoyo a los bombardeos de represalia, los medios ayer condenaron la acción del premier Vladimir Putin de reconocer como el gobierno legítimo de Chechenia a un grupo de exilados. “Le declaró oficialmente la guerra a Chechenia”, resumió el diario Kommersant. Por otro lado, el predecesor de Putin como primer ministro, Serguei Stepashin, ofreció ayer entregarse como rehén a los chechenos “si así se detiene la guerra”. Stepashin impuso como condición que Masjadov entregue a Rusia a varios líderes guerrilleros.

 


 

LIBERAN A LOS 38 REHENES EN TAILANDIA
La embajada está en orden

t.gif (862 bytes) Una crisis con toma de rehenes en la embajada de Myanmar (la ex Birmania) en Tailandia se resolvió ayer con el escape del comando de disidentes birmanos que la llevó a cabo. Los “terroristas” eran cinco estudiantes exilados, que tomaron la embajada en señal de protesta contra la junta militar que actualmente gobierna su país. Después de ocupar por 24 horas la sede diplomática, ayer llegaron a un acuerdo con el gobierno de Bangkok, por el cual liberaron a los rehenes a cambio de ser transportados por helicóptero a la jungla birmana. “Estamos muy, muy contentos. Es como si hubiésemos estado muertos y ahora resucitáramos; todo el mundo está sano y salvo”, afirmó un tailandés que ofició de mediador. Los 38 rehenes, entre ellos un norteamericano, fueron hospitalizados para someterse a exámenes médicos de rutina, y luego fueron interrogados por la policía. Los asaltantes llevaron consigo al viceministro tailandés de Relaciones Exteriores, Sujumbhand Paribatra, para garantizar que su helicóptero no fuera atacado. Sujumbhand se había ofrecido a cambio de los demás rehenes, y fue liberado cuando los estudiantes aterrizaron en Myanmar.Aunque lograron fugarse con éxito, los disidentes no lograron obtener ninguna de su demandas, que incluían la exigencia de que se iniciaran negociaciones políticas entre la junta militar y la Liga Nacional para la Democracia (LND), el principal partido de oposición, y que mientras tanto la junta debía liberar inmediata e incondicionalmente a todos los prisioneros políticos. Simbólicamente, durante todo el asedio los autoproclamados “vigorosos estudiantes” izaron la bandera de la oposición birmana en lugar de la oficial, que habían quemado. Pero el gobierno de Myanmar se rehusó a negociar, y aseguró en un breve comunicado que la comunidad internacional “no tolerará las actividades terroristas y criminales que los secuestradores cometieron”. La LND y los grupos de oposición exilados desaprobaron del uso de la violencia, pero un portavoz de la Liga dijo comprender “las aspiraciones y las frustraciones de los estudiantes y militantes demócratas”.El generoso acuerdo al que los estudiantes llegaron con las autoridades tailandesas podría disgustar al gobierno de Myanmar. “Decidimos dejarlos retornar a su país porque no los consideramos terroristas. Ellos son estudiantes activistas que están reclamando la democracia”, explicó el ministro tailandés del Interior, Sanan Kachonprasart. El ministro aseguró por otra parte que la Justicia de su país ya había abierto una causa criminal por la toma de rehenes, y que de ahora en adelante su gobierno adoptaría “una actitud más drástica” hacia los estudiantes birmanos exiliados.

 

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