Por Gustavo Veiga Ricardo Nosiglia es un
funcionario peculiar. Gusta fumar habanos, se siente cómodo cuando recibe en su despacho
con los pies sobre el escritorio y alguna vez atendió a una delegación extranjera en
ojotas porque hacía demasiado calor. Es el director de Deportes del gobierno porteño y
el hermano menor de Enrique, ex ministro del Interior de Raúl Alfonsín. Como el Coti,
cultiva el perfil bajo y, como radical dispuesto a acordar políticas con el
justicialismo, dice que se pone de pie cada vez que habla del general Juan Domingo Perón.
¿Cómo nació su vínculo con la política?
Yo milito en la UCR desde 1973, en que se empezaron a armar las organizaciones
estudiantiles en los colegios secundarios. Cursaba en el Nacional Buenos Aires y ya
durante la época del Proceso, en los años 79 y 80, pasé a trabajar en la
universidad, como delegado por la Facultad de Agronomía. En 1983 integraba la mesa
ejecutiva de Franja Morada. Mi familia había venido desde Misiones a la Capital cuando yo
era muy chico. Mi papá asumió en el año 1963 la Subsecretaría de Salud del ministro
Arturo Oñativia durante el gobierno de Illia. Después, él fue diputado nacional.
¿Cuántos hermanos son los Nosiglia?
Eramos cinco. Tengo una hermana desaparecida, Magdalena. Silvia vive todavía en
Candelaria, un pueblo misionero donde tuvo participación activa en la política con Cacho
Barrios Arrechea. Catalina es docente, trabajó como asesora de Francisco Delich en el
Ministerio de Educación. Y Enrique es el más conocido de todos.
¿Su padre fue el primer integrante de la familia que se dedicó a la política?
Nuestra familia siempre ha sido radical. Mi viejo era presidente del Centro de
Estudiantes en la Facultad de Medicina de La Plata, en 1932. Fue un hombre que, como
legislador, también se comprometió mucho con la Ley deMedicamentos. Pero también un
tío nuestro fue gobernador de la provincia de Misiones; Mario Lozada.
Además de trabajar en el gobierno de Fernando de la Rúa, usted ocupa la Dirección
de Deportes en la Universidad de Buenos Aires.
Sí, y en lo que era incompatible, renuncié a mi sueldo en la UBA y además me
dieron una reducción horaria en esa actividad. Pero yo tengo el privilegio de no vivir de
lo que gano en la función pública. Soy industrial gráfico desde 1985. Aunque antes yo
me ocupaba de la producción agropecuaria de mis viejos, porque la familia tiene campos en
Misiones. Ahora no lo hago más.
Se dice de usted que es un personaje extravagante por ciertas actitudes que
exhibió. ¿Lo suyo es una pose o resulta natural?
Mis gestos pueden ser interpretados como soberbios, pero no lo son. Me parece que la
impronta de ser funcionario nada tiene que ver con la conducta de uno. Si nosotros
acartonamos más esta función, estaríamos jodidos. Es cierto: pongo los pies sobre el
escritorio, en verano he trabajado en bermudas y en chancletas y fumo habanos. Aunque
ahora estoy intentando dejarlos.
Por ejemplo, ¿nunca podría ser canciller?
Dicen que no podría serlo porque tengo convicciones demasiado fuertes, que
indicarían que no soy hombre del acuerdo y la tolerancia. En realidad, no tengo cuidados.
Imagínese que no cuido mi imagen con esto de los pies sobre el escritorio.
¿Cuál es la concepción de la política que aplica en el ámbito en el que
desarrolla su actividad?
Yo estoy acostumbrado a trabajar en la administración pública y me parece una
boludez segmentar a la gente por su origen político. No hago diferencias entre radicales
y peronistas. Al contrario, soy muy respetuoso de las organizaciones, porque para eso
están. Y además, no soy tonto. No se puede ir contra la burocracia, hay que hacer
alianzas en algún lugar. El resultado de mi gestión es lo producido. Y, si estamos en
esto, es porque creemos que el poder es para transformar algunas cosas.
Su nombre es el que más se menciona para ocupar el cargo de futuro secretario de
Deportes si gana la Alianza el 24 de octubre.
No sé lo que se dice. Pero está claro que soy el director de Deportes de un
candidato a presidente unos meses antes del comicio. Por eso, resulta natural que se
hable. Pero también debe ser porque estoy jodiendo con esto del deporte desde hace quince
años.
Detrás y enfrente de Macri
Por G.V.Ricardo y
Enrique Nosiglia comparten su pasión por Boca y la canalizan en el club militando en una
agrupación que forma parte del gobierno de Mauricio Macri, aunque lo cuestionan en
algunos planos. Hablamos mucho con mi hermano de deportes y, obviamente, de
política, dice el director de Deportes del gobierno porteño. El fanatismo por los
colores boquenses los iguala desde muy chicos son asiduos concurrentes a las plateas
de La Bombonera y, también, las críticas crecientes a la administración del
ingeniero convertido en el presidente del club más popular del país.
El Coti coincide conmigo en temas como el de las sociedades anónimas deportivas
porque le doy letra yo. Y no creo que esté de acuerdo con Macri, de ahí que seamos
activos militantes de una agrupación interna de Boca. Votamos en contra de muchas cosas
con las que no coincidimos, agregó el menor de los Nosiglia.
El ex ministro del Interior tuvo una participación decisiva en las elecciones realizadas
en diciembre de 1995 que le permitieron a Mauricio Macri acceder a la conducción del
club. También, cuando no le fue retribuido su respaldo en el manejo de los asuntos
internos, se opuso a la aprobación de un balance que dejó mal parado al empresario.
Enrique es aún un dirigente con predicamento en el barrio de La Boca donde, al igual que
su hermano menor, mantiene relaciones muy fluidas con dirigentes políticos y sindicales
del radicalismo y del peronismo.
Recuperar el rol social
Por G.V.
¿Por qué el peronismo ha tenido siempre un perfil
mucho más alto que el radicalismo en materia deportiva?
No creo que sea así; hoy está tan jodido como nosotros. El peronismo, cuando
vivía el general, tuvo una política social y entendió al deporte como algo estructurado
dentro del modelo de transformación. Desde los torneos Evita. En cambio, el radicalismo,
según mi opinión personal, no tiene cristalizada una posición, no tiene una ideología
sobre el deporte.
¿Por qué?
Nuestro desafío es que el deporte se incorpore en el discurso de nuestros
dirigentes políticos, pero no sólo del radicalismo, sino de todos los partidos. La clase
política no discute de deporte, no sabe cómo manejarlo, está ausente. Debemos plantear
el modelo que queremos.
¿Cuál es la propuesta de la Alianza?
Primero, recuperar el rol social del deporte y la necesidad del Estado de hacerse
cargo de eso. La segunda cuestión es difundir al deporte como una escuela de conductas.
Eduardo Duhalde tendría una propuesta concreta referida a la creación de un
Ministerio de Deportes. ¿Qué piensa de eso?
Me parecería trascendente. Aunque no vi que estuviera en la plataforma, sí la
escuché en los mensajes del gobernador. Todo lo que valorice al deporte es importante,
aunque creo que no hay espacio para un proyecto así. Además, un ministerio no existe en
otras partes del mundo. En Francia, por ejemplo, es de Juventud, Turismo y Deporte, todo
junto. En España existe un Consejo Superior.
¿Practicó alguna vez deporte como atleta federado?
Sí, nadé, jugué al voley y al rugby también. Lo hice en Obras Sanitarias y
después en San Patricio. Fue hasta los 18 años en la reserva. Más tarde empecé la
Universidad y comencé a ir a la Facultad de Derecho. Ahí practiqué boxeo. |
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