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Cristina Hoyos: “Bailares una decisión de vida”

La bailarina y coreógrafa, que durante veinteaños trabajó junto a Antonio Gades, actúa enBuenos Aires al frente de su propia compañía.

Flamenco: “Todavía hay gente que piensa que el flamenco es ligero, todo sonrisa y colorido. Para mí tiene de todo, y también una parte seria, trágica, sobria”.

Cristina Hoyos es una estrella de baile flamenco del último medio siglo.
Las películas que filmó con Carlos Saura la hicieron famosa en España.

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Por Hilda Cabrera

t.gif (862 bytes) “Arsa y toma” es expresión que sirve de aliento al que baila, canta o interpreta. Es como decir que una “postura” es buena de verdad y rematar el halago con “arsa, ele, ajú”. Expresiones todas de jaleo que entienden los que saben y animan a las bailaoras que, dejándose caer sobre los tacones, acostumbran cantar “el que sabe, sabe... y toma, que toma y que toma”. Arsa y toma es también el nombre del espectáculo que la bailarina y coreógrafa Cristina Hoyos presentará el viernes y el sábado próximos en el Teatro Gran Rex. Esta sevillana famosa decidió en 1989 crear su propia compañía con el mismo ímpetu que se le conocía de antes, cuando a partir de 1969 se convirtió en la partenaire artística del bailarín Antonio Gades. De ahí su protagónico en Bodas de sangre, de 1974. Este trabajo conjunto se interrumpió en el ‘75, cuando se disolvió la compañía. Pero crearon otra en 1978, iniciando una carrera en el cine junto al realizador Carlos Saura. La primera película fue Bodas de sangre. Comenzaron las giras y los protagónicos en el teatro y el cine (Carmen, El amor brujo).En televisión, Hoyos interpretó diversos papeles, entre otros el de la madre de Pablo Picasso en una serie de 1988 sobre el escritor Ernest Hemingway. En cine, se la vio en Montoyas y Tarantos, en 1989, año en que se presenta con su compañía en París. Arsa y toma fue estrenado en Avignon en 1996 y llevado luego en gira por varias ciudades francesas y españolas. El flamenco arranca en su espectáculo de un tiempo de exagerado folklorismo, los años 50 y 60, cuando los turistas vibraban provistos de una botella de fino ante la apostura andaluza, y las soleares y bulerías. La coreografía total del espectáculo es de la misma Hoyos y Manolo Marín. La dirección artística, de la bailarina y el catalán Ramón Oller (“coreógrafo del kitsh y del humor), y el vestuario, del diseñador francés Christian Lacroix. La siguiente es una entrevista telefónica que concedió a Página/12.–¿Por qué su espectáculo parte de la década del 60? –Era la época en que yo empezaba a bailar y había un flamenco tipo spanishow, para atraer al turismo. Era un poco ligero. Ironizamos sobre eso, pero sobre la forma, porque nuestra intención no es hacer una parodia. Usaban vestidos de colores fuertes con flores muy grandes. No sabían bailar, pero querían mostrar que en España todo el mundo cantaba y bailaba. Eran momentos duros. Había grandes ballets que lo hacían muy bien, pero trabajaban en el extranjero. –¿Cómo era el flamenco anterior?–Antes de la Guerra Civil había artistas muy buenos...–Eran los tiempos de Antonia Mercé...–Una cantante maravillosa... Era la época en que triunfaban los grandes artistas españoles, porque, aunque a Antonia la llamaran La Argentina y a Encarnación López, La Argentinita (cuyo legado pasó a manos de su hermana Pilar López, con quien se formó Antonio Gades), sus padres eran españoles. Antonio Ruiz Soler modificó las coreografías... De esa épo-ca eran Rosario, Vicente Escudero.–¿Y qué pasa hoy?–Todavía hay gente que piensa que el flamenco es ligero, todo sonrisa y colorido. Para mí tiene de todo, y también una parte seria, trágica, sobria. No es todo “arsa y olé”.–¿Cuál es el papel de la mujer en el flamenco?–Tiene su sitio, y grandes bailaoras que tuvieron su propia compañía. Creo que ha estado bastante considerada, pero esto tiene sus épocas. De pronto la estrella es un bailaor.–¿Qué opina de la renovación?–Una no se puede estancar, pero los cambios deben ser hechos con calidad. No olvidar que el flamenco tiene su raíz en Andalucía, que nuestro zapateado no es igual a otro ni bailamos a lo Ginger Rogers. He tratado de no quedarme atrás, pero buscando siempre identificarme con nuestro lenguaje. Esto no quiere decir que deba salir siempre con un vestido de lunares. –¿De dónde proviene la queja andaluza?–El flamenco es un arte de origen impreciso, pero nacido de las clases pobres, de los marginados, de situaciones de esclavitud, incluso. De todo eso ha nacido el quejío. Pero Andalucía tiene unos contrastes maravillosos: momentos tristísimos y otros para llorar de alegría. Si hay quejío es porque hay tragedia, muerte... –¿Ha habido más innovaciones en el baile que en el cante? –El cante avanzó muchísimo con Camarón de la Isla (quien a su vez realizó homenajes a El Chaqueta y La Perla de Cádiz). Nosotros le llamamos “rancio”, porque cantaba como los antiguos, pero no por eso dejaba de introducir cosas nuevas. Creó un estilo. En la interpretación de la guitarra se produjeron mayores cambios. La evolución es grandísima con Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar... Y en el baile, tenemos a Gades, que estilizó el flamenco y lo dignificó aún más de lo que estaba. –¿Qué diferencias hay entre su trabajo y el de Antonio Gades?–Después de trabajar veinte años junto a él, me han quedado reflejos. Con él aprendí las luces y conseguí que mis espectáculos tuvieran equilibrio. A diferencia de él, no llevo argumento. Gades, en cambio, busca historias, como en sus ballets Carmen y Fuenteovejuna. En mi compañía no represento otro papel que no sea el mío. Soy siempre yo, con mi bata de cola, mi vestido, y bailando lo que me apetece. En Arsa y toma no contamos historias de personajes sino de una época. –¿Qué significó para usted trabajar con Carlos Saura?–El cine da popularidad, y alegrías. Fue una experiencia muy interesante, pero porque estaba Antonio Gades. Esas películas eran buenas por el aporte de la compañía, en la que me incluyo. Después, Saura ha hecho cosas que no tuvieron tanta trascendencia.–¿La familia andaluza sigue siendo importante para mantener vivo el flamenco? –Sí, porque el flamenco empieza como una forma de vida. Bailarlo es una decisión de vida. Hay escuelas donde se enseña a los niños, y “manifestaciones” con señoras mayores bailando. Después, se lleva al teatro, y lo hacemos como queremos que sea, más allá de que la gente del pueblo cante, baile, y lo haga muy bien.

 

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