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OPINION

Ahorrar en la vorágine

Por Julio Nudler

Un país donde la red de contención social está hecha jirones, donde las jubilaciones son ínfimas, donde el crédito a las personas es carísimo, donde el riesgo a quedarse sin trabajo es tan alto como baja la probabilidad de reinsertarse en el mercado, donde si se pretende cierta calidad en la educación y en la atención de la salud hay que estar dispuesto a pagar fuertes precios, un país así, bastante parecido a la Argentina actual, ofrecería buenas razones para ahorrar, en la medida en que el ingreso familiar lo permita mínimamente.

Un reciente estudio, realizado por encargo de American Express en diez países, sobre una muestra de diez mil consumidores repartidos en economías tan diferentes como las de Estados Unidos y la India, aunque con predominio de naciones altamente desarrolladas de Europa y Asia, muestra que las tres motivaciones predominantes de los ahorristas son: guardar para la vejez, juntar plata para poder pagar los impuestos y tener cómo defenderse ante la eventual pérdida del empleo. Sólo en la India hay otra razón que desplaza a las demás: pagar la educación de los hijos.

Entre los nueve propósitos posibles de la frugalidad (ahorrar para casarse no figura, y el décimo motivo es un mero "no sé"), hay uno particularmente llamativo: alguna gente vincula su ahorro a la deflación. Aunque el informe de Taylor Nelson-Sofres, realizadores de la encuesta, no aclara la relación, es lógico que se pospongan ciertos consumos cuando se cree que más adelante podrán comprarse los mismos bienes a precios inferiores. La deflación equivale a un plus en la tasa de interés que reciben los ahorristas. Pero lo verdaderamente interesante es que esta razón sólo tiene real peso en uno de los diez países, y se trata de Hong Kong, que a la sazón mantiene un régimen de convertibilidad. Como en el caso argentino, el sistema de caja de conversión con tipo de cambio fijo condujo a importar la deflación que afectó a los mercados mundiales en los últimos años.

La Argentina como un todo vive desahorrando, como muestra su déficit externo, siendo parte importante de ese desahorro el desequilibrio fiscal. Como el ahorro del sector privado no alcanza para cerrar las cuentas del Estado y financiar las inversiones, el país aumenta año a año su endeudamiento. Curiosamente, la situación económica argentina provee de múltiples razones para ahorrar y ponerse elementalmente a resguardo de las contingencias. Pero, además de los millones de habitantes que ganan demasiado poco, otros muchos son incitados a gastar ya mismo por un bombardeo publiciatario de bienes y servicios tentadores, mientras el futuro, razón suprema del ahorro, se reduce a una simple abstracción.

 

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