Otra vez el horror, la indignación, la tristeza, el ensañamiento. Otra vez la ola de profanaciones de tumbas que sucedieron a la voladura de la Embajada de Israel y precedieron a la masacre de nuestros familiares en la AMIA. Otra vez la ausencia de respuestas, como siempre. Y como siempre, los crímenes vuelven a repetirse. Más de 5 años atrás, y con el antecedente de la voladura de la embajada, la seguridad de nuestros familiares estaba en manos de un móvil policial completamente inútil técnica y humanamente hablando. Hoy, más de 5 años después, el cementerio de La Tablada estaba custodiado por un único patrullero que recorría una periferia de 40 manzanas. Los atentados antijudíos se siguen repitiendo mientras el titular del INADI, Víctor Ramos, se rasga las vestiduras cuando el Departamento de Estado de los Estados Unidos denuncia que en la Argentina existe el antisemitismo. Así como pudieron asesinar a nuestros familiares entonces, así pudieron volver a profanar las sepulturas ahora. Mientras tanto, los años siguen pasando. El tiempo se pierde miserablemente mientras la verdad se aleja. Y de los victimarios no se habla. El submundo de los victimarios no debe ser demasiado amplio considerando que goza de la complacencia y del encubrimiento del poder. Los victimarios existen, pero zafan. Zafaron con las leyes de obediencia debida y punto final. Zafaron con el indulto. Y seguirán zafando en un futuro cercano, porque la eventual investigación sobre la corrupción y la delincuencia menemistas probablemente esté predeterminada y acotada por pactos de sangre establecidos con la futura administración gubernamental. Los victimarios zafan porque son parte constitutiva del poder político de turno. Son los hacedores de la impunidad estructural que padecemos los argentinos, impunidad que ningún ingeniero o arquitecto político se ocupó jamás de destruir, para poder construir a posteriori y hacer honor a semejantes títulos universitarios pagados con el dinero de los contribuyentes. Cuando los victimarios tienen garantizada la libertad de acción porque nunca se previenen ni investigan ni sancionan las sistemáticas violaciones del derecho a la vida, cuando los victimarios son parte de las fuerzas de seguridad, más comprometidas con la comisión de los crímenes que con su esclarecimiento, cuando los victimarios son protegidos hasta en su condición privilegiada de prisión, hay un único responsable. Cuando los hombres que debieran administrar justicia y encontrar, juzgar y castigar a los victimarios no se comprometen en una investigación seria no preservan las evidencias, no interrogan con convicción a los sospechosos y hasta negocian con ellos, presionan para que se sancionen leyes que sólo benefician a los victimarios, no denuncian públicamente la obstrucción, establecen lazos de connivencia con quienes obstruyen, y se empecinan en cerrar rápidamente las causas, hay un único responsable. Cuando los familiares de las víctimas nos vemos obligados a impulsar las instrucciones de las causas porque ningún funcionario lo hace, cuando somos víctimas del daño moral que implica el paso de los años sin que se encuentre a los culpables y de la inseguridad que esta situación conlleva, en definitiva, cuando se viola nuestro derecho a la verdad y a la justicia, hay un único responsable. El único responsable de este estado de cosas es el Estado Nacional. Hay que denunciarlo, tal como lo hicimos los familiares nucleados en Memoria Activa ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por violar el derecho a la vida y a la integridad física de las víctimas de la AMIA y por la violación de nuestro derecho a obtener justicia. Hay que denunciar a quienes lo acompañan. Hay que seguir presionando, aquí y en el exterior. Hay que fiscalizar sus acciones. Hay demasiado trabajo por hacer. Hay que... * Viuda de Kuky Ginsberg, víctima del atentado perpetrado contra la AMIA. Integrante de Memoria Activa. |