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"La destrucción total del terrorismo", según la expresión del premier ruso Vladimir Putin, es el objetivo declarado de Moscú para justificar la renovada ofensiva militar contra la república caucásica de Chechenia. Pero la esperanza de recuperar el territorio perdido hace tres años en una guerra sangrienta parece ocultarse detrás de esa explicación. Desde el viernes pasado, las tropas rusas forman un "cordón sanitario" alrededor de la república y buscan cercar a los terroristas que, según el diagnóstico del Kremlin, tienen allí su base de operaciones y son culpables de los atentados en diversas ciudades rusas. Pero las autoridades chechenas aseguraron ayer que la ofensiva terrestre rusa ya está a 20 kilómetros de la capital y se preparan para tomarla por asalto. Putin desmintió las versiones de que las fuerzas rusas estén a punto de cercar Grozny. "Las tropas federales se encuentran ahora a cierta distancia del río Terek", señaló sin dar más precisiones. Sin embargo, los datos geográficos parecen darles la razón a los chechenos: el río Terek, que atraviesa el norte de la república de oeste a este, está a sólo 20 kilómetros de la capital. Por su parte, las autoridades de Grozny salieron al cruce de la ofensiva rusa con una posición en apariencia conciliadora. El ministro de Defensa, Magomed Jambiev, aseguró que el presidente de la república "intenta evitar una nueva guerra entre Rusia y Chechenia". El gesto más significativo del presidente Aslan Masjadov sería la decisión de no imponer el estado de guerra en la república hasta que ya no queden posibilidades de detener el nuevo enfrentamiento. Pero Masjadov amenazó con liderar personalmente los combates "si el gobierno ruso corta definitivamente todas las vías de un arreglo pacífico". Esa posibilidad se reforzó ayer después de que Moscú rechazó la mediación del presidente de Georgia por ser "un problema interno de Rusia". Los rebeldes chechenos derribaron ayer un avión de asalto ruso SU-25 a menos de 20 kilómetros de Grozny, en una región en la que también se produjeron los primeros combates cuerpo a cuerpo entre la guerrilla y los efectivos rusos. Paralelamente, Moscú continúa sus bombardeos sin interrupciones. Desde el viernes, más de 110.000 refugiados chechenos recrean los peores momentos de la guerra que terminó en 1996 después de dos años y 200.000 muertos. La situación de los que huyen hacia la vecina república de Ingushetia se complicó después de que los ataques aéreos dejaron varias localidades sin luz, agua ni gas, cuestionando el eslógan de Rusia --al mejor estilo de la OTAN-- de que "sólo bombardea objetivos militares". La conexión entre los rebeldes independentistas de Chechenia y Daguestán y el terrorismo islámico en Rusia no es un secreto, al menos para el primer ministro ruso. Vladimir Putin anunció ayer que "hay motivos para implicarlos en los actos terroristas que han golpeado al país". Justificó así la entrada en acción del ejército ruso en el territorio del que tres años atrás debió retirarse derrotado, dejando a Chechenia en una situación de virtual independencia. Un panorama que la paranoia desatada por el terrorismo podría ayudar ahora a revertir.
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