Es mejor
para el empleador
Por Héctor Pedro Recalde *
Mientras en los países
del Primer Mundo resulta clara la tendencia a la reducción de la jornada de trabajo --hoy
se vota en Francia la reducción de la jornada semanal a 35 horas--, los sectores
flexibilizadores internos y externos siguen pretendiendo para la Argentina la superación
de los máximos de ocho horas diarias o 48 semanales, ya sea mediante consagraciones
normativas o por la fuerza de los hechos que se imponen al trabajador.
Ya en 1993, con un equipo de abogados laboralistas que tuve el honor de
dirigir, presentamos "Bases y Propuestas para un Anteproyecto de Reforma
Laboral", en cuyo artículo 6º proponíamos la reducción de la jornada máxima a 8
horas diarias y 44 semanales. Quizás lejos de la realidad normativa de los países
avanzados en materia social --señalábamos que en Canadá la jornada semanal promedio es
de 37,8 horas y en Alemania de 39,2--. Pero un indudable adelanto a la luz de las
tendencias inversas que se desplegaban en nuestro país.
La reducción de la jornada laboral ha sido utilizada
internacionalmente como mecanismo de política económica en materia de reducción de
desempleo --a través de una distribución más equitativa del empleo existente--, aumento
de las cotizaciones sindicales y sociales, y disminución de las cargas sobre los fondos
estatales de la seguridad social, al provocar mayores ingresos fiscales y ahorro de los
subsidios por desempleo, cuyos fondos retroalimentarían la creación de nuevas fuentes de
trabajo.
Existen también análisis internacionales que demuestran que las
reducciones conllevan un beneficio económico directo para el empleador, reflejado en la
disminución de costos y aumento de productividad. El Instituto Sindical Europeo demostró
que las curvas de productividad tienden a menguar en función del número de horas
trabajadas, notándose una especial aceleración de dicha disminución a partir de la
sexta hora de trabajo. Y tanto las estadísticas finlandesas como las francesas demuestran
que los accidentes de trabajo ocurridos en la séptima hora de labor duplican a los de la
primera hora de trabajo.
Razones de equidad y justicia social, pero también económicas, avalan
la necesidad de implementar en la Argentina la reducción de la jornada máxima de
trabajo. Constituye una noble y legítima aspiración. Paralelamente a la persecución de
tal objetivo, no podemos soslayar que con los elevados niveles de desocupación coexisten
elevados niveles de sobreocupación, por lo cual no rebasar la jornada máxima legal
vigente sería una primera meta satisfactoria en el camino que llega a obtener su
reducción.
* Prof. Derecho del Trabajo UBA.
No olvidar el salario
Por Enrique O. Rodríguez *
El principal problema
para la humanidad es el desempleo, que requiere de políticas activas para resolverlo.
No hay dudas de que el crecimiento económico es una condición
necesaria pero no suficiente para resolver el problema del desempleo.
El PIB mundial creció a un ritmo del 3,4 por ciento anual entre 1980 y
1990, entre 1990 y 1997 se redujo a un 2,4 por ciento anual. Pero la desigualdad ha
aumentado entre naciones ricas y pobres y al interior de los países. Desde 1975 se
verifica un fuerte retroceso en el desarrollo de las fuerzas productivas y en la
distribución del ingreso, a pesar de la fuerte liberalización del comercio, y de la
movilidad del capital financiero. En suma, la humanidad lejos de progresar ha retrocedido
en bienestar y la era neoliberal parece culminar con una crisis de pobreza, cuyo principal
desencadenante es el desempleo. En los países desarrollados se verifica el crecimiento
con la sola excepción de Japón, sin embargo aumenta el desempleo. Y los países en
desarrollo ven afectado su crecimiento por los efectos de la crisis: Tequila, Asia, Rusia
y Brasil.
Este cuadro nos está demostrando que el tema del desempleo no lo
resuelve el mercado ni la globalización de la economía, ya que se profundiza la
distribución regresiva del ingreso, lo que debilita los mercados internos, principal
dinamizador del trabajo y la producción.
No hay duda de que una mejor socialización del trabajo es un camino,
la reducción de la jornada de trabajo es un remedio que requiere de políticas públicas,
de un Estado presente, y tiende a que haya mayor incorporación de ciudadanos al mercado
del trabajo. La solución propuesta en Francia es un camino correcto, que ya se había
utilizado en Alemania frente a la grave crisis que había afectado a la industria
metalmecánica.
En nuestro país, para resolver el problema del empleo, se deben
implementar políticas activas del Estado que protejan al desempleado, en primer lugar a
los jefes o jefas de hogares, en segundo lugar lograr una mano de obra más calificada, en
tercer lugar impedir que se pueda trabajar más allá de la jornada legal, pero ello
requiere mejorar la retribución del ingreso con salarios que satisfagan las necesidades
básicas. Distribuir mejor el ingreso es un imperativo, el 10 por ciento más rico de la
población recibe más del 35 por ciento del ingreso nacional, mientras el 10 por ciento
más pobre menos del 4 por ciento. La experiencia de reducción de la jornada que se
vincula con una política adecuada de salarios es un camino válido para resolver el
flagelo del desempleo.
* Ex ministro de Trabajo. Presidente del bloque Nueva Dirigencia. |