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“SANDRO.DOC”, ESTA NOCHE POR AZUL TELEVISION
Edipo vive en Banfield

El primer programa de la nueva propuesta de la productora CuatroCabezas ahonda en los grandes misterios que rodean la figura delcantante, a caballo de una investigación infrecuente en televisión.

Sandro junto a Nina, la madre de la que no quería despegarse.
Por ella, construyó su famosa casona amurallada en Banfield.

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Por Carlos Polimeni

t.gif (862 bytes) Dos millones y medio de personas habían visto su primera película, Quiero llenarme de ti, y su popularidad en América latina comenzaba a ser desbordante. Era 1970, y había comenzado la Era de Acuario. O al menos, eso parecía. La presentación de Cacho Fontana parece uno de sus épicos anuncios de triunfos deportivos argentinos logrados de visitante. “Direeeeeectameeeeeenteeeeee, desde el Madison Square Garden, asistireeemos al primer recital que un cantaaante realiza vía satéééééélite”, vibra la voz desde Nueva York. Pero el público de fin de siglo nunca verá ni un segundo de esa mítica actuación de Sandro, que en 1970 fue transmitida a 25 millones de televidentes de Latinoamérica: las cintas originales de la emisión... se extraviaron, desaparecieron, fueron quemadas o robadas, no están. El primer envío del programa documental “.doc”, que se verá hoy desde las 23 por Azul Televisión, parece subrayar desde el vamos dos aspectos claves de su realización: el tropiezo con los horrorosos problemas de archivo televisivo que hay en la Argentina y la fascinación por la suma de misterios que la personalidad de Sandro encierra. No cuesta mucho suponer al propio Roberto Sánchez –el señor que inventó su personaje de Sandro– sentándose esta noche delante del televisor en su casa de Banfield, si es que no tiene algo mucho mejor que hacer. Y para divertirse o enojarse con algunas de las respuestas de las personas que lo frecuentaron cuando el futuro quedaba lejos, que en general se niegan a aportar datos que no sean los que ya se conocen. Es más divertido así, por otra parte. ¿Quien haría un programa entero de investigación realmente atrapante sobre alguien o algo que esté expuesto de modo permanente a luz bestial de la televisión?El nuevo producto de Cuatro Cabezas, la empresa de realizaciones de Mario Pergolini y Daniel Guebel, promete desde el vamos, en su afanoso intento por resumir en 48 minutos el porqué de los misterios de Sandro. Se asoma dos o tres veces a posibles respuestas, y las deja picando, como si no se animara a inclinarse por ninguna. En rigor, su concepción de documental se lo permite y con eso juegan los textos redactados por Rolando Graña, que también hace las veces de presentador, con el oficio de neutralidad que le dieron sus años como corresponsal de la CNN. “Sandro.doc” no es, sin embargo, ni por asomo un reporte frío: en su desarrollo brilla un trabajo de edición y postproducción en que está la marca en el orillo de Cuatro Cabezas y un palpable deseo por enmarcar una especie de tesis culta sobre un icono popular en una estética ultramoderna, cool. Esta productora, y no el cineasta Pablo Reyero, (Dársena Sur), que figura como director del programa, es responsable del “final cut”, es decir el corte final de cada programa, un recurso cada vez más frecuente en el medio televisivo.Entre los grandes misterios de Sandro figura en la historia su decisión de no intentar conquistar el gran mercado internacional, después de su arrasador éxito en el Madison Square Garden, la Meca del show business estadounidense. El director artístico de CBS en Estados Unidos, su representante y amigo Oscar Anderle y el director y arreglador Jorge López Ruiz, además del sentido común, se toparon con una obstinada negación suya a realizar siquiera el intento cuando se planteó el tema, por entonces. López Ruiz, incluso, se quedó sin trabajo por decirle en el viaje de regreso que después de haber tocado el cielo con las manos no tenía demasiado sentido volver a trabajar en los bailes de carnavales de Buenos Aires. Entre las respuestas que quedan picando, “Sandro.doc” ofrece una de las que más fortalecen uno de los costados del mito: no quiso instalarse fuera del país porque se sentía obligado a cuidar de su madre, Nina. El costado claramente edípico de su personalidad aflora una y otra vez, entonces. “Ese fue uno de los problemas de Sandro, el amor casi desmedidopor su madre”, subraya López Ruiz. El amor por su madre justificaría no sólo ese misterio, el de la negativa a hacer lo que después haría Julio Iglesias, sino también el del encierro en la casona de Banfield. La hizo construir, queda claro, para que su madre, que sufría de una parálisis, pudiera circular libremente, y sin testigos, por un espacio cómodo. “Le construyó una mansión en derredor”, sostiene López Ruiz.En esta suerte de biografía no oficial del muchacho de Valentín Alsina, que hoy es abuelo de los nietos de su mujer, María, brillan definiciones como la de Héctor Larrea, que lo presentó en el Festival Buenos Aires de la Canción, cuando el triunfo del tema Quiero llenarme de ti le dio el espaldarazo que necesitaba para salir definitivamente del rock y quedarse en el terreno de la música romántica. “Tiene un marketing propio en el alma”, puntualiza el animador. “Era un pibe que tenía un talento descomunal para cualquier cosa que tuviera que ver con la música popular”, garantiza el guitarrista Ricardo Lew, que lo acompañó en el tránsito del rock inicial a la música melódica para las masas. “Yo he trabajado con muchos números uno, como Ella Fitzgerald, Nat King Cole y Tony Bennett, y nunca vi un tipo con la fuerza que tenía Roberto en el escenario”, se entusiasma López Ruiz. “Sigue siendo un sex symbol hoy, cuando tiene 58 años, imaginate lo que era a los 23, un bombón”, subraya el director Emilio Vieyra, responsable de sus primeras incursiones cinematográficas.A los misterios de su negativa a intentar un despegue del plano latinoamericano cuando parecía tener todo a su favor, y de su encierro en la casona, cuyo frente inexpugnable enmarca algunos de los copetes de Graña, le sigue en orden de importancia en el esquema de “Sandro.doc” el de la relación con el empresario Anderle. Para la hija del representante, Silvia Petri, fue una relación casi de familia, lo que está claro para todo el mundo. Donde hay una sombra de duda es en la coautoría de casi todos los temas importantes de la carrera de Sandro. La hija dice que los escribían juntos, que no hay dudas de eso. Los músicos, en cambio, sostienen que Sandro los componía solo –muchas veces agregaba la letra a último momento, en el estudio, cuentan
– y por cariño y devoción casi de hijo le “regalaba” a Anderle el crédito de la coautoría. Que significaba cederle centenares de miles de dólares por derecho de autor. Anderle murió en 1989, y para Sandro fue como despedir a un padre. Un poco después falleció su madre. Sandro, revela el programa, grabó lleno de dolor, tras el adiós a Nina, un disco instrumental que nunca publicó, pero distribuyó entre amigos. Lo llamó Penumbras, como se titula uno de sus mejores y más sexuales temas. Lo firmó “Robert de Nina”.Las mujeres de Sandro no son en sí un misterio: cualquiera sabe que las tuvo por docenas y que en general las preservó de la exposición. El periodista de chismes Jorge Rial dice que existe la certeza de que siempre le gustaron gorditas, y que eso le llama la atención. La actriz María Valenzuela –la abogada de “Campeones”– que lo secundó en una de sus últimas películas, Subí que te llevo, atestigua que su sex appeal es intimidante. En uno de los mejores pasajes de un programa lleno de perlas, se sonroja visiblemente en cámaras en el momento en que, por fin, logra recordar un detalle obvio en ese marco, que es cómo besa, o besaba, Sandro. Las imágenes lo muestran, un segundo después, plantándole esos labios generosos que natura le dio en la boca como asustada, pero para nada en retroceso, de aquella actriz adolescente. Por curiosidad, Soledad Silveyra, rival actual de Valenzuela en la tira mencionada, aparece, tan joven que parece su propia nieta, en una escena de otra película, de contenido también edípico, del Sandro inicial. En aquella trama, el héroe duda entre un amor adolescente con una chica virginal, y un amor atormentado y fatal con una señora mayor, que era Marcela López Rey. A Sandro, siempre le gustaron las mujeres mayores. “Sandro.doc” es casi un lujo para la TV argentina de hoy, y tiene el trabajo concentrado de edición que se supone debe acumular todo programa que sale al aire tras un proceso largo de producción. Los títulos que se anuncian para los próximos miércoles son diversos e interesantes: Alfredo Yabrán, Palito Ortega, Operación Cóndor, la decadencia rusa, los dinosaurios, la mística del Carnaval, el cine argentino durante la dictadura, la condición de los peruanos que viven ilegalmente en la Argentina. Los productores prometen que, en todos los casos, el programa “contará una historia” autónoma. Quizás el propio Sandro los mire, en familia, como quizás vea el de hoy. Un hombre encerrado durante décadas en una casa gigantesca, y resignado a no exhibir su intimidad
–ni su soledad– en público, no tiene muchas opciones mejores, los miércoles por la noche de 1999.

 

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