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EL FUTURO DE CARLOS MENEM COMO "GARANTE DEL MODELO"

Y al cuarto año...

El luto presidencial será breve, pronto lo veremos proclamarse triunfador moral y señalar que “sus” candidatos ganaron en todas las elecciones y sólo sus enemigos fueron humillados.

 

Por James Neilson

“¿Derrotado yo?” se preguntaba Carlos Menem con una sonrisa socarrona al enterarse de que su partido, el PJ, acababa de recibir una paliza histórica en las urnas. “Por favor, de haber sido yo el candidato hubiera ganado por veinte puntos, tal vez treinta.” Una fantasía infantil, claro está, pero Menem entiende mejor que nadie que de tales semillas pueden brotar mitos políticos que más tarde produzcan fruta en abundancia. Después de un período breve –brevísimo– de luto simulado por la desgracia sufrida por el compañero Eduardo Duhalde, se proclamará el triunfador moral, señalando que él por lo menos sigue invicto.
En efecto, ya antes de ver hundirse al único peronista que pudo haberle hecho sombra había puesto en marcha la campaña “Menem 2003”. Lejos de frenarla, lo ocurrido ayer sólo ha servido para darla el impulso que necesitaba. Los obstáculos a superar en el camino del regreso son muchos y no hay nada escrito, pero dadas las circunstancias sería muy prematuro festejar el fin del menemismo.
La verdad es que para Menem los resultados electorales de los once meses últimos han sido bastante satisfactorios. Sus amigos han cosechado triunfos y sus enemigos, encabezados por Duhalde, han sido humillados. Además, aunque se resista a entenderlo, también lo ha beneficiado enormemente el fracaso del operativo reelección bis al ahorrarle un revés catastrófico: si hubiera estado en los zapatos del bonaerense, el margen que separaba a Fernando de la Rúa de su contrincante pudiera haber sido llamativamente mayor y la carrera pública de Menem un montón de escombros.
Si la Argentina fuera otro país y el PJ otro partido, el futuro de Menem sería sombrío, una larga y lastimosa peregrinación por los juzgados que lo llevaría a una celda VIP en Villa Devoto. Pero aquí es normal que los caudillos políticos sobrevivan a los desastres más inverosímiles y, aparte de Duhalde y sus allegados, los peronistas no tienen demasiados motivos para sentirse derrotados. Triunfaron en la mayoría de las provincias y las victorias más espectaculares, las de Carlos Reutemann y José Manuel de la Sota, fueron anotadas por “menemistas” que apenas ocultaban su desprecio por el desafortunado gobernador bonaerense. Desde el punto de vista de Menem y los suyos, sólo perdió un equipo de suplentes dirigido por un “traidor” torpe, teoría que ya estará transformándose en dogma indiscutible.
Mucho dependerá de las vicisitudes de la “guerra contra la corrupción” que los líderes de la Alianza juran estar resueltos a librar. De la Rúa y Chacho Alvarez dicen querer “descabezar” al mal, o sea, promover el
procesamiento primero y el encarcelamiento después del pronto a ser ex presidente. Sin embargo, traducir estas palabras pronunciadas en el calor de la batalla electoral en iniciativas emprendidas por un gobierno deseoso de hacer gala de su moderación y su respeto por las reglas democráticas no les será nada fácil. Al fin y al cabo, pocos nuevos gobiernos en el mundo han tenido que convivir desde el vamos con una oposición tan poderosamente atrincherada como estará el peronismo luego del 10 de diciembre. ¿Estará dispuesto De la Rúa a correr los riesgos “institucionales” que plantearía una ofensiva genuina contra Menem? Aunque las presiones tanto internas como externas para que sí lo haga serán fortísimas, no parece tener el poder suficiente como para animarse a emprenderla.
Para Menem, los primeros meses del nuevo milenio serán los más peligrosos. Algunos compañeros perversos tratarán de incluirlo en la lista de mariscales de la derrota que acompañarán a Duhalde a Siberia y la Alianza, su capital político todavía intacto, tratará de aumentarlo embistiendo contra los corruptos que tanto han contribuido a agravar las lacras nacionales. Pero, siempre que Menem se las arregle para mantener a raya a sus adversarios, una vez terminado este período el tiempo empezará a jugar en su favor. Si, como se prevé, el gobierno delarruísta resulteincapaz de producir “el cambio” que ha prometido, cada vez más personas lo tratarán como el gran responsable de la desocupación, las deficiencias de la educación, la inseguridad, las dificultades de las PYMEs y hasta de la corrupción. Como sabemos, la Argentina es un país amnésico cuya historia siempre comenzó con el inicio de la gestión del gobierno de turno.
Si lo único que quisiera Menem fuera salvarse de la Justicia, sus perspectivas políticas serían con toda seguridad tétricas, pero, felizmente para él, estará en condiciones de desempeñar un papel mucho más honorable que el de un fugitivo. Dice que será “el custodio del modelo” listo para actuar toda vez que su sucesor amague con “desviarse del camino”, rol que sueña con cumplir Domingo Cavallo, lo cual hace pensar que su “guerra” continuará hasta las calendas griegas.
Luego de una campaña electoral prolongada en la que tanto “oficialistas” como aliancistas rivalizaron atacando el “modelo menemista” por sus consecuencias sociales, dando a entender que en cuanto tuvieran la oportunidad lo reemplazarían por otro mejor y más “moderno”, la voluntad de Menem de reivindicar su obra podría parecer suicida, pero es bien posible –más, es probable– que después de un par de años de gestión delarruísta la ciudadanía haya empezado a sentir cierta nostalgia por la contundencia que caracterizaba a la primera fase del menemato. De ser así, Menem estaría en condiciones, no sólo de aprovechar el descontento de los hartos del letargo oficial, sino también de afirmarse dueño de una “alternativa” coherente, posición ésta que cualquier político envidiaría.

 

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