Por
Pedro Lipcovich
La Ley se enuncia así: Cuando un grupo de jóvenes
salga a divertirse, por lo menos uno no tomará alcohol, y ése
manejará el auto. Este acuerdo que, sin prohibir el consumo
de alcohol, previene sus consecuencias más terribles, logró
en varios países bajar en un 25 por ciento los accidentes de
tránsito debidos al alcohol. Con este criterio, la Universidad
de Buenos Aires acaba de firmar un convenio con una asociación
civil para lanzar el programa Conductor Responsable, que
podría salvar más de 500 vidas por año en la Argentina.
El proyecto tendrá éxito, según sus organizadores,
en la medida en que lo haga suyo la comunidad, desde las organizaciones
barriales hasta los padres e incluso las discotecas, que, en otros países,
ofrecen buenos jugos gratis al abstemio por un día que después
empuñará el volante.
El programa de conductor designado empezó en 1988
en Suecia y se difundió a Estados Unidos, Alemania, Francia,
España. Todos esos países habían fracasado en erradicar
el consumo de alcohol entre los jóvenes, pero tuvieron éxito
en reducir a niveles próximos a cero los niveles de alcohol entre
los conductores. En los estados norteamericanos que aplicaron el programa,
como Texas y California, los accidentes de conductores jóvenes
alcoholizados bajaron un 25 por ciento en los últimos cinco años.
Lo más importante es que en Estados Unidos y Europa ya
se ha establecido socialmente que el que bebió no maneja,
señala Gustavo Panizza, de la Asociación Civil Urbano
2000. Incluso, a la persona que se acredita como designated driver
muchas discotecas le permiten entrar gratis o le regalan tragos sin
alcohol, cuenta Panizza.
En Estados Unidos, el programa se basa en apelar al liderazgo
de jóvenes universitarios, ya que los mensajes entre pares resultan
mucho más efectivos, dice Gustavo Faskowicz, director del
Programa de Derechos Humanos de la Universidad de Buenos Aires. La UBA,
junto con la Asociación Civil Urbano 2000, puso en marcha el
Programa Conductor Responsable, para promover que, cuando
un grupo de jóvenes sale a divertirse, por lo menos uno el
que conduce se comprometa a no ingerir bebidas alcohólicas.
La UBA, de acuerdo con la Federación Universitaria Argentina,
plantea organizar, sobre la base de los centros de estudiantes, talleres
de formación de agentes de prevención en accidentes de
tránsito y consumo de alcohol, a fin de que en cada facultad
haya voluntarios que se asocien al programa, explica Faskowicz.
Además del conductor responsable, el programa tiene
otra vertiente: el traslado seguro. Se trata de combis
manejadas por estudiantes voluntarios para llevar a sus pares,
explica Faskowicz, y señala que en Buenos Aires, los circuitos
de boliches adonde van los jóvenes están bastante concentrados
en zonas como la Costanera, Olivos, Flores: sería factible garantizar
una cantidad de combis, provistas por empresas sponsors, que en la madrugada
del domingo los acercaran hasta sus casas.
Para sus organizadores, lo esencial es que el programa se sustente en
una toma de conciencia comunitaria que incluya a los padres, los
centros vecinales, la prensa y empresas, especialmente fabricantes de
bebidas, dispuestas a hacer marketing social. Claro que el Estado también
tiene que invertir en prevención e instalar el tema en todos
los niveles educativos, pero no es el único que debe actuar,
afirma Panizza.
Cada día en la Argentina, diez jóvenes de entre 16 y 30
años pierden la vida en accidentes de tránsito; más
de 3600 por año. Es la mayor causa de mortalidad en esa franja
de edades. Y el 60 por ciento de estos accidentes corresponde
a conductores alcoholizados. Los porcentajes son aún más
altos en la franja de 17 a 21 años, que además tienen
menos experiencia en conducir vehículos y reciben de lleno las
estrategias de mercado de los fabricantes de bebidas alcohólicas,
explica Panizza, y destaca que en los últimos cinco años,
murieron más jóvenes poraccidentes de tránsito
que en la guerra de Malvinas. Si de aquí a un año logramos
reducir los accidentes causados por el alcohol en un 10 por ciento,
habremos salvado más de 200 vidas.
Trabajar
con los chicos
La misma sociedad que estimula a los jóvenes a que tomen
bebidas alcohólicas, mediante publicidades que asocian este consumo
con el éxito y el placer, se escandaliza cuando los jóvenes
beben, observa el sociólogo Sergio Balardini, de Flacso,
autor de la investigación Los jóvenes y el consumo
excesivo de alcohol. Para el investigador, en estas condiciones,
lo más razonable, en vez de intentar en vano frenar el
consumo, es aplicar, como en otros países, la estrategia de reducción
del daño: que el que maneje no beba y esa función sea
rotativa en el grupo de jóvenes.
Esta estrategia puede funcionar si se trabaja con los chicos,
no sin ellos. Por el contrario, machacar con la denuncia del alcoholismo
juvenil puede resultar contraproducente en la medida en que genere
en los jóvenes una identidad negativa: chicos que tienen dificultades
para construir proyectos y generar su propio proceso de identificación,
muchas veces, ante el riesgo de no tener ninguna identidad, se vuelcan
al perfil que la sociedad les propone: prefieren ser el alcohólico
o el adicto a no ser nadie, explicó Balardini.