OPINION
¿Apertura ocerradura?
Por Diego Bonadeo |
El
rugby y el fútbol no tienen nada que ver. El rugby es un deporte de posesión de pelota y
el fútbol lo es de control. La meta en el rugby más allá del penal, la
conversión o el drop es apoyar la pelota con las manos en el in-goal adversario
para marcar un try. La meta en el fútbol es marcar con los pies en lo posible con
uno solo porque si no puede pasar lo que decía el futbolista húngaro, Ladislao Kubala
(si le pegás con los dos te caés de culo) el gol en el arco rival.Los
continuos cambios reglamentarios y culturales que ha tenido el rugby en los últimos 35
años después de la primera modificación reglamentaria sustancial allá por
1965 lo ha vuelto más táctico y se juega cada vez más con los pies cuando la
pelota sale de las formaciones. Y se tiende cada vez más a tomar menos riesgos,
pinchándole las burbujas a lo que desde el rugby francés se pretendió, a principios de
los 60, y que se dio en llamar rugby champagne. Así las cosas, los medios de
apertura -tantas veces figuras clave respecto de cómo y por dónde jugar cuando se
obtiene la pelota se fueron convirtiendo, salvo excepciones, en medio
cerraduras. Y no pocas veces su falta de compromiso con el juego y con los
compañeros hizo que se malversara el esfuerzo de los forwards por lo que en el rugby es
fundamental: la posición de la pelota en las mejores condiciones posibles. No se trata de
atribuirle al pateador y medio apertura de Gales, Neil Jenkins la mayor responsabilidad en
la eliminación del seleccionado de su país en la IV Copa del Mundo. Sí se trata de
analizar la actitud manifiestamente descomprometida de uno de los más veteranos y
experimentados jugadores de este torneo que, por ejemplo, faltando un par de minutos para
el final más el descuento, y con su equipo ocho puntos abajo, pateó penales afuera
cuando la lógica indicaba la necesidad de tomar riesgos con sus forwards o sus
tres-cuartos. Y se trata también de atribuirle responsabilidad en recibir siempre parado
y en el límite de la línea de la ventaja, anunciado inexorablemente que su equipo no
jugaría por afuera y que la alternativa era patear o volver el juego adentro, además de
facilitar la marca de los Wallabies. Sucede que las estadísticas, útiles a veces,
injustas casi siempre cuando de analizar el juego se trata y no solamente de la
efectividad, marcarán que Jenkins, como tantos otros pateadores, estarán en los umbrales
de los libros Guinness del rugby. Pero esas estadísticas no podrán evaluar ni la calidad
ni el temple ni el coraje ni el talento ni la belleza. Tampoco discernirán entre un medio
apertura hecho y derecho y un medio cerradura, bueno con los pies pero
timorato y sin grandeza. |
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