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En Buenos Aires ganó
la Santa Alianza

Por Miguel Bonasso

Graciela Fernández Meijide fue derrotada por otra alianza: una verdadera Santa Alianza de las derechas fascistas y liberales; populistas y aristocráticas; todas ellas bendecidas por los obispos preconciliares. Si Carlos Ruckauf hubiera ido exclusivamente con el lema del Partido Justicialista hubiera sacado escasamente un 36 por ciento de los sufragios. O tal vez uno o dos puntos menos. Porcentaje que perfora el famoso “piso histórico” del peronismo. Los doce puntos suplementarios que le permitieron imponerse proceden del cavallismo, la UCeDé y algunos votantes que desertaron de las tiendas de Patti. En ese orden. El aporte decisivo que le permitió ganar a “Odol” (la sonrisa de cinco continentes) fue el que le proporcionó Domingo Cavallo. Quien no le hizo asco a participar en una misma jugada con su odiado Carlos Menem y con el embajador en el Vaticano Esteban Caselli, a quien reiteradamente acusó de operador de Yabrán y miembro de las mafias del oro, la droga y las armas. Porque el hombre a quien no pocos incautos siguen viendo como un campeón en la lucha contra la corrupción, es también un pragmático al uso de los tiempos y piensa como sus pares que en política todo vale.
Este simple cálculo permite afirmar que, pese a todo, (pese al machismo y al fascismo que aún impregnan a buena parte de la sociedad bonaerense), Graciela Fernández Meijide hizo una buena elección. A casi un 42 por ciento de los votantes no les importó que fuera mujer ni madre de un desaparecido y no se arredraron cuando Ruckauf –con delectación inquisitorial– la llamó atea, marxista y abortista. Este triunfo moral, desde luego, sirve para poco. El Frepaso perdió con ella a su ficha más importante y queda seriamente en peligro de convertirse en una fracción interna de la UCR, tal como lo planearon Menem y Ruckauf. Esto es así, en parte, por los propios vicios del Frepaso que, en lugar de hacerse cargo del conflicto social y extenderse orgánicamente por el territorio, apostó a las negociaciones superestructurales y la exposición mediática, hasta convertirse en una suerte de partido electrónico, de partido de Nintendo. Con Graciela en Buenos Aires, luchando desde su indudable coraje y honestidad, tal vez se podría haber corregido esa tara frepasista.
A Ruckauf se le pueden decir muchas cosas, pero desgraciadamente hay que admitir que no es un negado para la política. Sus declaraciones a favor del gatillo fácil, sus insultos de baja estofa contra la candidata de la Alianza, actuaron a la inversa de lo que muchos erróneamente supusimos: lejos de ser un nuevo ataúd de Herminio, le permitieron seducir por igual a los habitantes de las villas y los countries. A los que temen ser asaltados y a los que están destinados a ser carne de cañón de las balas policiales. Es un dato a tener en cuenta. El fascista más peligroso es el fascista inteligente. Sobre todo si tiene posibilidades de ser presidenciable en el 2003. Tampoco parece haberlo afectado la masacre de Ramallo, ni las continuas revelaciones sobre una policía corrupta, a la que él, sin duda, se dedicará a cultivar con esmero, como soporte de una red que mantiene en pie el aparato de los intendentes. Una peligrosa red de control territorial (la mafia es eso) donde se articula política y delito y se crían las patotas que golpean (por ahora) a los “h de pe del periodismo”, como dijo ayer Eduardo Duhalde con sonrisa verdosa. Es preciso admitir que a un 55 por ciento de los bonaerenses (los votantes de Ruckauf y los del subcomisario Luis Patti) les importa tres belines que se masacren rehenes si con eso puede recuperar la sensación de seguridad perdida. No les molesta que se torture y se mate con tal de que no se les estropee el asado. Como no les preocupó antes que se llevaran a los desaparecidos, porque “en algo andarían”.
La Santa Alianza ha ganado en la provincia de Buenos Aires y ese dato basta para relativizar aún más la modesta euforia que podría provocar el fin del menemismo. El triunfo de Fernando de la Rúa, al cabo, no es tampoco un truiunfo del progresismo. La Argentina sigue estacionada en elcentroderecha y la oportunidad histórica de reconstituir el bloque social y político que retome la tarea abandonada (hace mucho tiempo) por el peronismo parece aún lejana. La base social imprescindible para encarar el verdadero cambio, el que rompa el discurso único del FMI, permanece subyugada por el clientelismo conservador del PJ. Al menos en la decisiva provincia de Buenos Aires. Menem todavía puede hacerse ilusiones de regresar. Al cabo, él fue quien inició la Santa Alianza entre los sectores más humildes y los señorones de la UCeDé y no cabe duda que ayudó a pergeñar este golpe electoral del domingo que pegó, a la vez, sobre dos de los personajes que más detesta: Eduardo Duhalde y Graciela Fernández Meijide.

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