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DUHALDE YA SE PUSO A TRABAJAR CONTRA EL PROYECTO MENEM 2003
Junto a todos los enemigos de mi enemigo

El derrotado gobernador imagina una corriente nacional que apoye a los
presidenciales peronistas del 2003 menos a uno. Ya hizo contactos con
Reutemann y De la Sota. Se quedará al frente del PJ bonaerense para apoyar y vigilar a su desmemoriado sucesor.

Anhelo: “Para ello (Ruckauf) debe contar con los intendentes y ahí está donde reside la fuerza de Duhalde”, insistió un operador de La Plata.

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Duhalde y Ruckauf, ayer, en la reunión de gabinete provincial. Hasta ahora son “compañeros”.
El gobernador saliente dice contar con las “lealtades” del aparato bonaerense. Por ahora.


Por Felipe Yapur

t.gif (862 bytes) Eduardo Duhalde está molesto, enojado, pero fundamentalmente débil. La derrota electoral del domingo tiene muchas consecuencias para su futuro, ninguna de ellas favorables. Como estrategia de supervivencia se dedicó -por ahora– a responsabilizar al presidente Carlos Menem por el trágico resultado del 24 de octubre. Pero esto no es suficiente. Duhalde tiene un problema más importante: necesita una estructura que lo respalde para continuar políticamente vivo y sólo cuenta con el armado del PJ bonaerense. Esto no será fácil porque para mantener la conducción de esa estructura requiere de la buena voluntad de Carlos Ruckauf. “Rucucu” no es de su total confianza y por eso el bonaerense está intentando armar una corriente nacional que aglutine a los gobernadores antimenemistas que incluya a aquellos, como José Manuel de la Sota y Carlos Reutemann, que tienen aspiraciones presidenciales y les molesta la insistencia de Menem en retornar dentro de cuatro años.
Duhalde sólo cuenta en su haber con dos cargos partidarios que, para un político derrotado, valen muy poco. El bonaerense mantiene la presidencia del PJ bonaerense y la del Congreso nacional. A nivel provincial espera que los dirigentes zonales y los intendentes mantengan la fidelidad y el encolumnamiento. Según sus hombres, “el ochenta por ciento de los intendentes responden incondicionalmente al Negro (por Duhalde) y lo seguirán haciendo porque él en la provincia no perdió”, se esperanzan creyendo que con ello mantendrán a raya a Ruckauf, quien no se caracteriza justamente por las cualidades que les adjudican a los delegados comunales. Los duhaldistas sostienen que el gobernador electo no se podrá rebelar ante el ex candidato presidencial porque tiene las cámaras legislativas en su contra y necesitará negociar cada paso que quiera dar. “Para ello debe contar con los intendentes y ahí está donde reside la fuerza de Duhalde”, insistió un operador de la casa de gobierno de La Plata.
El razonamiento de los duhaldistas históricos tiene algunos baches, algo que ellos mismos reconocen a medias. Saben que un cargo partidario vale mucho menos que cualquier ejecutivo, como el que asumirá Ruckauf el próximo 10 de diciembre. Ellos insisten en que ambos se necesitan y que “el verdadero enemigo es Menem porque apostó a perdedor, y eso en el justicialismo se paga caro”. “Rucucu nos necesita porque no tiene estructura en la provincia. Si quiere terminar bien su mandato y aspirar a ser un presidenciable tiene que hacer una buena gestión, aquí es donde comienza a tallar Duhalde”, se envalentonó un operador duhaldista que se resiste a aceptar que el desarrollo territorial de un gobernador está estrechamente relacionado con el apoyo económico que pueda a brindarles a los intendentes, algo que ya no podrá ofrecer Duhalde. Sus hombres todavía confían en la fidelidad de los peronistas bonaerenses.
En cuanto a su estrategia para no desaparecer de la escena nacional, Duhalde pretende conformar una línea interna netamente antimenemista. Esta es la razón de sus fuertes declaraciones contra del riojano, de quien dijo que la derrota del justicialismo se debe al “egoísmo del Presidente” y a un “ansia de poder enfermiza”, que quedó demostrada desde 1997 en las sucesivas embestidas por lograr la re-reelección.
Con esto, Duhalde pretende –sueña en realidad– convertirse en el hombre que aglutine a los heridos que dejaron los comicios presidenciales y a los que ven peligrar sus aspiraciones presidenciales para el 2003 con los planes menemistas. Por lo pronto ya cuenta con la adhesión del gobernador saliente de Entre Ríos, Jorge Busti y, según sus hombres, también con la del santacruceño Néstor Kirchner. “En principio la idea es que el bloque de diputados nacionales que respondían a la candidatura de Duhalde continúe. Queremos incorporar también a los legisladores que responden al Gallego (por De la Sota) y al Lole (Carlos Reutemann). De esta forma tendremos una porción importante del bloque del PJ que nospermitirá negociar con la Alianza y frenar, sobre todo al menemismo”. Los duhaldistas juran que tanto De la Sota como Reutemann no desecharán la idea y hasta aspiran a contar con el pampeano Rubén Marín. Curiosamente realizan el mismo razonamiento que en parte niegan para Duhalde. “Menem ya no será presidente, no contará con el poder de hoy y por ello varios con los que estamos hablando aceptarán nuestra propuesta”, dice con poca convicción un operador bonaerense.

 

Alasino se pintó la cara

“Creemos que la presidencia provisional del Senado debe ser del bloque que representa la mayoría. Y el PJ tiene la mayoría en las provincias”. Antes de asumir el nuevo gobierno, Augusto Alasino realizó ayer la primera declaración de guerra a la Alianza, demostrando que el Congreso será uno de los principales frentes de conflicto entre las dos fuerzas mayoritarias.
La arenga del presidente el bloque justicialista de la Cámara alta no fue sobre un tema menor. El presidente provisional del Senado está en un lugar espectable en la línea de sucesión presidencial. Hoy ese puesto lo ocupa Eduardo Menem.
Las palabras de Alasino fueron interpretadas en la Alianza como una demostración de fuerza a la que el PJ se animó gracias a un resultado electoral que no depositó el poder absoluto en ningún partido.
Aun así, no todos coincidieron en esa postura. En el entorno de Eduardo Bauzá y Eduardo Menem sostenían que el cargo en disputa debería recaer en un hombre de la Alianza, aunque como fruto del consenso.
Históricamente la presidencia provisional de la Cámara alta estuvo en manos de un legislador del partido ganador en los comicios nacionales. Así sucedió cuando ganó Raúl Alfonsín en el ‘83 y con los triunfos de Carlos Menem en el ‘89 y el ‘95.

 

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