Rusia lanzó
ayer una ofensiva en toda la línea hacia Grozny, la capital de la república caucásica
separatista de Chechenia, mayoritariamente islámica. El presidente checheno Aslan
Masjadov afirmó que las tropas rusas avanzaban en nada menos que cuatro frentes. Más
temprano ese mismo día, el Estado Mayor ruso había asegurado que planeaba atacar
Grozny en las próximas horas, y luego reveló que una columna acorazada rusa había
llegado hasta un suburbio de la ciudad. Masjadov hizo notar la repentina urgencia de
Moscú por atacar, señalando que algo les hace forzar la ofensiva. Un factor
podría haber sido la actitud cada día más amenazante de la Unión Europea (UE), que
ayer reveló que estaba analizando imponer sanciones a Rusia por su invasión a Chechenia.
Además, la artillería chechena bombardeó ayer un campamento ruso en la vecina
república de Ingushetia, lo que alimenta el espectro de que la guerra de Chechenia se
convierta una guerra caucásica. George Robertson, el flamante secretario general de la
OTAN, aseguró ayer que Chechenia no nos incumbe por el momento.
Otro motivo para la escalada de la guerra sería el peligro de nuevos atentados
terroristas contra centros urbanos rusos. El servicio secreto (FSB) informó ayer que
encontró 450 kilos de explosivos ocultos cerca de la ciudad de Tambov, que hubiera sido
el sitio de un nuevo atentado. El terrorismo es la principal justificación del gobierno
ruso para su invasión, a la cual califica de operativo antiterrorista. Moscú
culpa a los guerrilleros islámicos con base en la república por la ola de atentados del
mes pasado en Rusia, que dejó casi 300 muertos. Y la presunta colaboración de los
líderes políticos chechenos con el terrorismo es la excusa rusa para negarse a negociar
con ellos.
El objetivo del operativo antiterrorista, sin embargo, parece ser idéntico al
de la anterior guerra de Chechenia (1994-96): Grozny. En el conflicto 94-96,
la capital chechena adquirió gran valor simbólico luego de que resistiera todos los
asaltos de las fuerzas rusas, que sufrieron severas bajas. Al inicio de la actual
ofensiva, el gobierno checheno se ufanó de que los rusos serían repelidos tal como lo
fueron la vez anterior. Pero, y esto fue admitido por oficiales chechenos, el ejército
ruso parece haber aprendido las lecciones de 1994-96. El presidente Masjadov explicó ayer
que las tropas rusas estaban evitando combatir en bosques o ciudades, y avanzaban a
través de terreno abierto, precedidos por fuertes bombardeos. El plan ruso sería asediar
la capital, ocupando el terreno elevado a su alrededor. En el marco de esta estrategia,
uno de los avances iniciados ayer estaba dirigido, según Moscú, a cortar toda
comunicación de Chechenia con Georgia al sur. Georgia, un país que ganó su
independencia al desmembrarse la Unión Soviética en 1991, sería la principal ruta por
la que se envían armas y voluntarios hacia Grozny. La ratonera quedará
completamente cerrada, se regodeó el general ruso Gennady Troschev.
En cualquier caso, el tiempo apremia para Moscú. Las críticas desde la comunidad
internacional por los efectos de la ofensiva en la población civil se vuelven cada vez
más insistentes. El canciller italiano Lamberto Dini, quien ya había expresado su
consternación por la situación de los refugiados chechenos, reveló ayer que Italia y la
Unión Europea habían decidido el lunes la posible aplicación de medidas
restrictivas contra el gobierno ruso. Durante la guerra de 1994-1996, la UE se
había limitado a condenar las operaciones rusas. Por su parte, la secretaria de Estado
norteamericana Madeleine Albright y su colega holandés Jozias van Aartsen emitieron ayer
una declaración conjunta en la que afirmaban que Rusia debe abrir un diálogo con
interlocutores chechenos legítimos. Albright hizo hincapié en que Moscú
tomó un paso importante en la dirección equivocada.
RUSIA AMENAZA CON EL REARME NUCLEAR ANTE
EE.UU.
Peligra el equilibrio del terror
El País de Madrid
Por Luis Matías López Desde Moscú
Rusia
amenaza estos días con el rearme nuclear si Estados Unidos sigue adelante con sus planes
de revisar el tratado ABM, de antimisiles balísticos, suscrito en 1972 por las dos
superpotencias. A las declaraciones de políticos y militares rusos que abundaban en que
el ABM es innegociable, se suma ahora la del viceministro de Defensa, Mikolái Mijaílov.
Este promete que, si el antiguo enemigo estratégico sigue en sus trece, se desplegarán
más cabezas atómicas en los cohetes intercontinentales.
El subsecretario de Estado norteamericano, Strobe Talbott, tratará hoy en Moscú el
asunto. Talbott también discutirá sobre el proceso de desarme en general con el
viceministro de Exteriores ruso, Grigori Berdennikov, pero no le será fácil. Ya la
semana pasada, terminó sin ningún avance otra ronda negociadora. EE.UU. intentará a
toda costa llegar a un compromiso negociado, aunque el secretario de Defensa, William
Cohen, ya ha dado a entender que el rechazo ruso y/o chino no supondría el
abandono de la idea de desplegar el escudo antimisiles.
El presidente estadounidense, Bill Clinton, afirma que decidirá el próximo verano si
pone o no en marcha el proyecto de un sistema de defensa contra eventuales ataques con
cohetes procedentes, no ya de Rusia, sino de Estados potencialmente terroristas como
Irán, Irak o Corea del Norte. Esta nueva versión de la guerra de las
galaxias con la que soñó Ronald Reagan prevé el despliegue en Alaska, para el
año 2005, de un complejo sistema de radar y de 100 interceptores de misiles. El plan se
completaría cinco años más tarde con otra instalación similar en Dakota del Norte.
Este despliegue será imposible si se respeta el contenido del tratado ABM, con el que
Richard Nixon y Leonid Breznev limitaron la capacidad de defensa ante ataques con misiles
con una lógica tan aterradora como aplastante: que esos escudos sólo servirían para
aumentar la sensación de invulnerabilidad y ceder a la tentación de atacar con
seguridad al enemigo. El ABM es, probablemente, el mejor ejemplo de cómo puede
funcionar el equilibrio del terror. La guerra fría queda ya muy lejos, pero Estados
Unidos y Rusia no han dejado de considerar, siquiera teóricamente, la posibilidad de un
enfrentamiento nuclear. El proceso de desarme, que tiene como eje conductor los tratados
sobre limitación de arsenales estratégicos, ha avanzado sobre esa base.
El viceministro de Defensa Mijaílov va un punto más allá al recordar que el arsenal
atómico ruso tiene la capacidad técnica necesaria para superar cualquier defensa
antimisiles que pueda crearse. Esta tecnología se utilizará si Estados Unidos nos
obliga a ello, remata. Rusia no piensa, al parecer, en desplegar otro sistema
antimisiles, sino en una alternativa más barata: aumentar el número de cabezas nucleares
operativas, y listas para utilizarse en misiles intercontinentales de una o varias
cabezas.
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