Por Martín Pérez Al otro lado del teléfono,
desde el estudio de Nueva York donde está terminado su nuevo film, Darren Aronofsky no
puede dejar de reírse. Se acaba de enterar del caos que se generó en el último Festival
de Mar del Plata durante la exhibición de Pi se cortó el subtitulado electrónico
justo al final, después de que un personaje dice: Te voy a explicar lo que
sucede, y el asunto le parece gracioso. No tenía ni idea. Ni siquiera
sabía que Pi se había exhibido en la Argentina, dice cuando se calma.
Recibí una invitación para el Festival de Cine Independiente de este año, pero
lamentablemente no pude ir. Pero esa anécdota es increíble. Debería incluirla en el
diario de filmación, agrega, y vuelve. Nacido hace 30 años en Brooklyn, Aronofsky
es fanático confeso de: el dibujante Frank Miller, el escritor de ciencia ficción Philip
K. Dick y Bruce Sterling, el creador de la serie La dimensión desconocida. La
película, que a casi un año de su accidentada presentación en Mar del Plata
finalmente tiene fecha de estreno aquí, es un trabajo sobre Dios, la matemática y
los judíos, bromea ahora. También me gusta decir que en realidad es un
thriller de ciencia ficción sobre un matemático renegado que busca un orden numérico en
la Bolsa de Nueva York. Aunque una descripción de ese tipo dejaría afuera todas las
referencias religiosas. Pensándolo bien, es un viaje de 90 minutos sobre el sentido de la
vida. No sé, la verdad que es una película difícil de describir, subraya
Aronofsky, que recibió el premio al mejor director en Sundance 98, por esta ópera
prima en blanco y negro que, según la leyenda, le costó 60 mil dólares y que luego del
premio vendió por un millón. Además, este film repetidamente comparado con el
expresionismo alemán ganó el premio al mejor guionista en los Independent Sprit Awards y
el Open Palm Award el en Festival de Cine Independiente de New York.¿Es verdad que
su film costó en realidad sólo 60 mil dólares? Salió un poco más. Pero esa
cifra es la que tuvimos que reunir para llegar a la primera copia. Y la reunimos por medio
de todo tipo de inversores, entre ellos más de treinta amigos que contribuyeron cada uno
con 100 dólares. Fueron los que respondieron a una carta que les enviamos a todos
nuestros conocidos. En realidad, Pi es un film de dos millones de dólares, que es lo que
hubiese costado si todos los involucrados en él nos hubieran cobrado como si fuéramos
una empresa de Hollywood. ¿Por qué Pi? Porque Pi siempre se trató sobre
preguntas. Queríamos hacer una película que hiciera pensar a los espectadores, que los
forzase a hacerse preguntas. Y nos dimos cuenta de que desde el titulo en sí, la gente
diría: ¿qué es eso? Y querrían saber más. Nuestro deseo siempre fue que la gente
saliese del cine hablando después de ver Pi, haciéndose preguntas.No deja de ser
gracioso que, pese al nombre, no haga falta saber mucho de matemática para entender el
film. Era la idea. El problema matemático más difícil de la película es 41 más
3. Y nos preocupamos por dar la respuesta dos o tres segundos después. Así que no le
estamos pidiendo a la gente que vaya al cine con una calculadora. Lo que nos interesa son
los elementos mágicos y místicos detrás de la matemática. Hay una larga tradición de
gente que ha buscado a Dios a través de los números. Marcado por el uso de la
música electrónica, Pi es un film con mucho de videoclip... ¿Era consciente de los
riesgos de utilizar esa estética? Se ha hablado mucho en los últimos años sobre
la forma en la que los videoclips han arruinado el lenguaje cinematográfico, pero yo creo
que los comerciales y los videos musicales de los últimos años han mostrado una cantidad
de avances increíbles en lo que se refiere al estilo visual de filmación. Pero lo que
poca gente ha hecho es tomar ese estilo y usarlopara contar historias. Justamente eso es
lo que tratamos de hacer en Pi: cada vez que pensábamos en un elemento estilístico que
nos gustase por algo en particular, sólo lo usábamos si ayudaba a contar la historia.
Intentamos ser extremadamente disciplinados con todas las herramientas visuales nuevas que
utilizamos. Queríamos lucir muy jóvenes, visuales y novedosos, pero también queríamos
que fuese con una razón, no mero estilo sin sustancia. Mucho se ha hablado del cine
independiente norteamericano, pero últimamente Sundance ha dado más decepciones que buen
cine... ¿Está de acuerdo con esta opinión? A decir verdad, hay veces en que el
cine independiente no es muy diferente del de Hollywood. Son muchas las veces que la
película que uno está viendo ya la vio antes mil veces, así como la abundancia de
estilo sin contenido. Pero, así como de vez en cuando salen de Hollywood muy buenos
films, en Sundance aparece un film que te vuela la cabeza. En su opinión, ¿cuáles
son los nombres del cine de los 90 que se recordarán en el futuro? Nunca me puse a
pensar en ello... pero estoy seguro de que los hay... En Estados Unidos habría que
nombrar a Todd Solondz, el autor de Happiness, y Todd Haynes, que ahora es muy conocido
por Velvet Goldmine, pero la película de él que hay que ver es Safe, una obra maestra.
También se habla aquí mucho de David Fincher, el de Seven, que es una de las figuras de
los 90, sin dudas. Pero también hay nombres para destacar afuera de Estados Unidos. El
español Alejandro Amenábar, autor de Tesis y Abre los ojos, es uno de ellos. También
Shinya Tsukamoto, el director japonés de Tetsuo, o el de Corre Lola corre, el alemán Tom
Tykwer. Estoy seguro de que estos directores seguirán haciendo buen cine en los próximos
años y serán recordados como directores de los noventa. Pero, si tengo que escoger a uno
solo, pienso que el gran director norteamericano de los 90 es Tim Burton, sin dudas.
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