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CHARLY GARCIA LES PEGO A POLICIAS Y PASO LA NOCHE PRESO
Las heridas son del oficial

Charly intentó una reconciliación con su ex novia, quien se refugió en una comisaría. El músico terminó tirando patadas y golpes contra el padre de la chica y los policías. Desde Presidencia, llamaron para interesarse por él.

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Por Horacio Cecchi

t.gif (862 bytes) “¡Fuck you! ¡Fuck you!”, le gritó y tiró una, dos, tres patadas que no dieron en el blanco. Los puntapiés salían del desgarbado cuerpo de Charly García, ya del otro lado de un colapso nervioso-sentimental. El que los esquivaba era Willy Zabala, un ex fan del artista, devenido en ex suegro por cuestiones del destino y por impulsos de su hija, María Florencia, de 17 años, ex novia del cantante. La escena ocurrió a las once y media de la noche del martes, en la puerta de la Comisaría 1ª de Ituzaingó, y terminó con el bigote bicolor detrás de las rejas, después de arañar y embocar sendos golpes a dos policías que intentaban contenerlo. Ayer, a primera hora, después de pasar ocho horas y media en un calabozo, Charly partió rumbo a la fiscalía de Morón, de donde salió libre al mediodía, después de un llamado de la Secretaría de la Presidencia, desde donde se interesaron por su situación, y con una causa por “atentado y resistencia a la autoridad, y heridas leves”.
“Pensé que me podía morir tranquilo”, había dicho Guillermo Abel Zabala, de 39 años, dos meses atrás, cuando se enteró de que su hija María Florencia estaba de novia con Charly. Desde su adolescencia, Willy era un fanático del rockero, 9 años mayor que él. Lo había seguido toda su vida, y nunca imaginó que años más tarde lo tendría dentro de su casa de San Antonio de Padua, tocando unos pasodobles para María Luisa y Cora, la abuela y la bisabuela de María Florencia, y escuchando música con el resto de la familia, incluida la nena.
Por su lado, María Florencia heredó el fanatismo por Charly. Su primer contacto con el músico fue en la presentación de Clics modernos, en el Luna Park. Fue en 1984. María Florencia tenía dos años y se quedó dormida en brazos de su padre. La nena no estaba en condiciones de imaginar que en 1998 lograría entablar una conversación casual con su ídolo en el pub Júpiter, donde Charly se sentaba a guitarrear. “Te sigo desde la cuna”, le dijo entonces, y no le mintió. Después, la relación siguió el rumbo que tenía que seguir: no fue un noviazgo formal y cortés.
“No sabía que era tan machista”, dijo una vez, descorazonado de su ídolo papá Willy, cuando se enteró de las peleítas de pareja. Con los tejes y manejes de la personalidad de Charly, la nena hizo lo posible y lo imposible por desprenderse de su rol de ex croupie pasada a novia. Hace dos meses la relación se tensaba mientras el músico hacía planes de casamiento en las Malvinas, con Menem y Mercedes Sosa de padrinos. La nena rompió una y mil veces. Y Charly, cada vez que pudo, amenazó con no salir a escena o con tirarse del séptimo piso “si no me traen a mi amorcito”.
“Fuck you a la psicóloga de Flo”, llegó a decir Charly un día al aire, durante el programa “La Viola”, mientras levantaba su dedo medio al cielo. Indicios de que la nena no tenía intenciones de seguir sosteniendo la obsesión del bigote bicolor. El martes pasado, por la noche, se repitió una más de tantas escenas. María Florencia concurre al cuarto año de la escuela nocturna de Enseñanza Media Nº 5 de Ituzaingó, ubicada en Olazábal al 800. Charly se encontraba en su casa, dando una entrevista a dos estudiantes de periodismo. De pronto, armó su plan de reconciliación, llamó a un remise, y llevándose a la rastra a los dos estudiantes enfiló hacia Ituzaingó. A las diez y media de la noche, en el umbral de la escuela, María Florencia recibió la imprevista visita de su ex. Después de una áspera discusión, la nena corrió a la comisaría, ubicada a la vuelta. “Me llama todos los días, vive persiguiéndome”, dijo entre sollozos. Cuando la situación se calmó y Flo quiso regresar a su casa, los policías llamaron a sus padres.
Papá y mamá Zabala acudieron enseguida y, alrededor de las once y media, después de presentar una declaración preventiva, se retiraron con la nena. A la salida los esperaba el ex. “¡Fuck you, fuck you!”, lanzó enfurecido el músico a papá Willy, acompañando con patadas voladoras. Los gritos llegaron a oídos del telefonista de la comisaría. Corrieron en auxilio el cabo primero Javier Márquez y el sargento ayudante Carlos Maciel. El padrede Flo hizo cintura, pero Charly alcanzó a servir a los dos servidores públicos con un par de piñas y arañazos. La cosa terminó con una carátula por “resistencia a la autoridad y lesiones leves”, y el músico en el calabozo, “aprehendido”.
A las 8 de la mañana de ayer Charly fue a declarar a la fiscalía 4 de Morón, a cargo de Adrián Flores. No fue solo: lo acompañaban dos esposas que sujetaban sus muñecas. “Estaba tranquilo, fue muy cordial”, dijo el fiscal que ahora aguarda los análisis sanguíneos que determinarán el estado en que se encontraba el músico. En el medio, el fiscal recibió una llamada de la Secretaría de la Presidencia, interesándose por la situación de García. Al mediodía, salió libre. Después papá Willy, un poco para suavizar el asunto, otro poco porque en el fondo Charly es Charly, dijo que “Charly García no es capaz de pegarle a una mosca”.

 


 

La relacion del musico con el Presidente
Para algo están los amigos

Por Cristian Alarcón

t.gif (862 bytes) Charly & Charly sigue sonando en la batea presidencial y debe despertar como un trinar por las mañanas a Carlos Menem. Charly & Charly podría ser la fórmula presidencial del 2003. Charly & Charly en vivo en Olivos es el disco que grabó en la quinta el rockero rebelde cuando hace cuatro meses cenó junto al dueño de casa, su hija Zulemita y buena parte del séquito para terminar la velada con un recital, chistes y piropos, dejando definitivamente chocho al otro Charly y al propio Charly. Por eso ayer ni siquiera le debe haber sorprendido al fiscal de Morón esa llamada de cortesía hecha desde la Secretaría General de la Presidencia, para interesarse por el último escandaloso destino del señor García, quien fuera de sí –o muy en sí– había rasguñado a algunos muchachos de la Bonaerense.
Ya casi no quedan ni buenos ni malos en las historias que se cuentan de la última etapa de menemismo puro. Pero, después de diez años de gobierno, la incorporación del rockero al entorno sicarlista del Presidente era un dato inesperado hasta este sorprendente julio. No podía comenzar tamaño romance en sitio más adecuado: las gradas en las que se paran para la foto los personajes del año de la revista Gente. Fue el 13 de diciembre de 1998, cuando Charly –el músico– se acercó a Charly –“el presi”– y lo saludó con las manitos atrás. “Justo esta mañana estuve escuchando tus canciones”, lo desconcertó gratamente Menem y el cantante, cuyo último disco se llama Demasiado ego, empezó a rendirse, seducido.
El momento de la consumación llegó recién a fines de julio. Entonces, un martes a la noche, el rockero entró en la quinta con su novia y sus músicos. Hubo empatía automática. Zulemita declaró que la chica de García era “monísima” y de él que la “impresionó como un tipo muy normal”. “Vieras qué ubicado”, le dijo a Gente al balancear la velada. A la alegría de la hija presidencial se le superpuso el desagrado de Hebe de Bonafini, que sin más dejó de ser su amiga. Aquella noche, García tocó y grabó hasta el chirrido de la carne en la parrilla, que ahora se escucha en Charly & Charly... El CD en edición limitada que imita una escarapela llegó a la Rosada bajo el brazo del rockero el 23 de setiembre, pensado como un regalo para Menem. En sus días finales en la quinta, el hombre ve la tele junto al diez, Diego Maradona, escucha las canciones que le grabó Charly García, fuma los habanos que le regaló su amigo Fidel Castro y toma, por supuesto, sus propios vinos.

 


 

CHARLY Y UNA DIFICIL RELACION CON LOS UNIFORMES
Leyenda del eterno perseguido

Por Carlos Polimeni

t.gif (862 bytes) Los problemas de Charly García con la autoridad no empezaron ayer ni terminarán pasado mañana. Antes, mucho antes, de que en los ‘80 el ego empezara a ser el centro de su universo de composición, Charly puso buena parte de su obra al servicio de una serie de ideas casi básicas, que serpenteaban por sus canciones adolescentes: el mundo sería mejor si nadie te dijese cómo hacer las cosas, los que mandan siempre son unos idiotas, el mundo sería mejor si no lo manejaran los mayores, esa raza de Natalios Ruiz. Hijo de una familia de clase media acomodada, Charly no tenía en los tempranos ‘70 un programa de acción ni una propuesta política específica sino más bien una serie de consignas, y una sensación muy fuerte de rechazo a los valores establecidos. En su visión del mundo, el problema no eran los uniformes, sino lo que los uniformes representaban.
Aquel Charly abjuraba del centro de la escena, que hoy se ingenia para retener, a veces patéticamente. Le encontraba gusto al papel del outsider, no sólo por perseguido, sino, ante todo, por una cuestión de postura ante la vida. Tomó pastas cuando estaba en el servicio militar para inventarse el cuadro de enfermedad mental que le valió la baja, tras una internación, y del temor a la parca que lo asaltó le brotó “Canción para mi muerte”. El comienzo del tema es clave para entender su visión del mundo, pese a que tenía apenas 20 octubres: “Hubo un tiempo que fui hermoso/y fui libre de verdad/guardaba todos mis sueños/en castillos de cristal/Poco a poco fui creciendo y mis fábulas de amor/se fueron desvaneciendo/como pompas de jabón”. Así como coqueteaba con una muerte a la que invitaría a la cama, coqueteaba con el encierro por insania mental, cuando todo eso quedaba lejos. En otro de sus grandes temas iniciales, “Confesiones de invierno”, cuenta la historia del rechazo de una chica– “Me echó de su cuarto gritándome, no tienes profesión”– que termina con su personaje encerrado en un psiquiátrico. “La fianza la pagó un amigo/las heridas son del oficial”, relata en esa letra en la que subraya: “Dios es empleado en un mostrador: da para recibir”.
Instituciones, sin dudas, es el disco más fuerte de su etapa de furia contra lo establecido: en el proyecto original, cada canción disparaba sobre una distinta. Una contra la censura, una contra el Ejército, una contra la Justicia, una contra el matrimonio, una contra la represión, etc. “Botas locas” fue censurada por el productor Jorge Alvarez, quien juzgó que 1975 no era un buen año para andar cagándose en las Fuerzas Armadas. Años después, en un retorno de Sui Generis en Uruguay, Charly y Nito Mestre fueron detenidos tras el concierto por la policía, por una denuncia sobre ese tema. Un comisario, con una grabación, le dijo a Charly que cómo era posible que cantase sobre el Ejército, “si ellos son la patria, yo soy extranjero”. Charly lo corrigió, y le hizo creer que era así: “No, comisario, la letra dice `si ellos son la patria ¡yo me juego entero!’”.
De todas las veces de las que Charly tuvo problemas con The Police ninguna tuvo el colorido de su detención en Mendoza en 1988, tras haber protagonizado un escandalete escénico. Aquel día, recibió al oficial que se disponía a hacerle pasar una noche en el calabozo con un baldazo de agua. Cuando éste, parado en la puerta del camarín del estadio Pacífico le rugió en la cara: “¡¡¡Soy comisario!!!”, el rocker le contestó, haciendo un mohín: “¿Y yo qué culpa tengo de que usted no haya estudiado?”.
Poco tiempo después escribió un tema en el que grita, una vez tras otra: “No toquen, no quiero que me toquen. Están muertos, están muertos”. Eso es rigurosamente personal. Detesta que lo toquen.

 

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