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OPINION
El peronismo post Menem
Por Alberto A. Fernández *

El peronismo ha perdido la elección. Más de la mitad del país eligió opciones diferentes a la propuesta del partido que gobernó la Argentina durante la última década.
Por encima del acierto o desacierto de la comunicación electoral elegida por Eduardo Duhalde, ha quedado en evidencia que los argentinos han visualizado la oferta peronista como la continuación política de Carlos Menem y, en esa inteligencia, han decidido poner fin al tiempo de la política que cree que los éxitos macroeconómicos bastan para acallar los reclamos sociales, que en pos de los resultados todas las armas se vuelven válidas y que, a la hora de gobernar, la transparencia en la gestión de la cosa pública es sólo un dilema que enfrentan los intelectuales.
Que en la triste noche en que los peronistas asumían la condición de minoría, Carlos Menem compartiera el champagne de Olivos con Diego Maradona y su representante, es en esencia una enorme muestra de la frivolidad y soberbia que lo rige. Pero además es la representación misma de los modos políticos que han signado su conducta pública.
La noche del 24 de octubre, los argentinos hemos puesto fin a una forma de conducir los destinos de la República basada en el egocentrismo y en la desaprensión. Tanto los votos encaminados a de la Rúa como los que ungieron a Carlos Ruckauf gobernador bonaerense, guardan ese espíritu. Buscan, asumiendo la estabilidad como valor y la libertad de mercado como instrumento, un Estado activo que imponga reglas a la competencia, distribuya más equitativamente la riqueza y garantice salud, educación y justicia para todos y no para algunos.
Pero por sobre todas las cosas, el último domingo los argentinos pusimos punto final al modo de hacer política que encarna el menemismo.
Aunque Carlos Menem parece no haberse enterado, los nueve millones de sufragios obtenidos por la Alianza, los siete millones que acompañaron a Eduardo Duhalde y los dos millones logrados por Domingo Cavallo, comparten el común denominador de haber sido votos en su contra.
El peronismo, que en todos estos años relegó toda discusión ideológica bajo la absurda premisa que decía que “contra Menem no se puede”, debe retomar y profundizar el debate, convencido de que hay una Argentina que espera un nuevo tiempo en el que la política no se haga de espaldas a la gente, con frívolos y corruptos y con dirigentes despreocupados en la búsqueda de soluciones de los grandes problemas que enfrenta nuestra sociedad
Sólo cuando ello ocurra, los argentinos devolverán su confianza al movimiento que deparó las más grandes transformaciones que la sociedad argentina recuerda en este siglo que culmina y entenderán que el menemismo habrá sido sólo la metáfora que, aunque puso orden en los grandes números de la economía, aisló en la marginalidad a muchos argentinos y practicó la corrupción confiando en la impunidad que le daba una justicia dependiente del poder político.
Si Carlos Menem comprende todo esto, dejará de empapelar Buenos Aires proclamando su candidatura en el años 2003 y se dedicará a pasar sus horas en la casa que construyó en Anillaco en los mismos días en que en la Argentina la riqueza se concentraba en unos pocos, la pobreza alcanzaba a otros muchos y la corrupción indignaba a todos.

* Vicepresidente del Grupo Banco Provincia, miembro del Grupo Calafate y presidente de la Fundación Duhalde Presidente.

 

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