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OPINION
Un bulímico en una fiambrería

Por Ernesto López *

En estos días, en los que el nombre de Aldo Rico ha comenzado a sonar como candidato a ocupar la Secretaría de Seguridad del gabinete bonaerense, conviene no perder de vista algunos de los servicios que el ex teniente coronel les ha prestado al orden republicano y a la seguridad pública. Entre otros: en abril de 1987, acompañado inicialmente por una treintena de oficiales, tomó la Escuela de Infantería de Campo de Mayo para instalar allí el comando del primer levantamiento “carapintada”. Apoyado por diversas unidades en el interior del país, mantuvo en vilo durante la Semana Santa al gobierno nacional y a la sociedad toda. Como consecuencia de su insubordinación, fue dado de baja del Ejército y procesado judicialmente. Quedó detenido en la Escuela Lemos, en Campo de Mayo, desde donde condujo a sus huestes a todo lo largo del turbulento 1987. A fin de año, se atenuó su régimen de detención, lo que le permitió abandonar la mencionada escuela, en un episodio cargado nuevamente de violencia. Se instaló en la quinta Los Fresnos, cercana a La Plata de donde se escapó el 15 de enero de 1988. Apareció al día siguiente en el Regimiento de Infantería 4, de Monte Caseros, encabezando un nuevo alzamiento militar contra el orden constitucional.
Derrotado y encarcelado otra vez, quedó recluido en el penal militar de Magdalena. Hasta allí llegó, el 2 de diciembre de 1988, una fuerza insurrecta adicta al otro profeta “carapintada” –Mohamed Alí Seineldín, quien para esa fecha había iniciado el tercer levantamiento del ciclo del betún– con el objeto de liberarlo a los tiros. Fracasó ante la firmeza de la custodia de Gendarmería. Continuó preso hasta que el 6 de octubre de 1989, Carlos Menem firmó el decreto de indulto que lo liberó junto a Seineldín y 162 “carapintadas” más.
El mero hecho de fantasear con su nombre como responsable de la seguridad pública bonaerense es un agravio a la inteligencia: es como imaginar que un bulímico pueda estar a cargo de una fiambrería. Pero es, además, una peligrosa burla a la moral y a los comportamientos republicanos: el ex teniente coronel, dos veces dado de baja del Ejército, dispondrá nuevamente de una fuerza de choque que podrá, quizá, empeñar otra vez contra los poderes públicos. Eso sí, el nuevo gobernador de la provincia de Buenos Aires podrá tener la seguridad de que sus políticas estarán blindadas.

* Especialista en sociología militar.

 

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