PANORAMA ECONOMICO
La DGI sobre cuatro ruedas
Por Julio Nudler |
Parece hecho a
propósito, pero la AFIP eligió a Ford para terminar con la Fiesta de los precios de
transferencia, que son los que se facturan entre sí las empresas vinculadas, caso típico
del comercio entre subsidiarias de las transnacionales. Manipulando esos valores que
incluyen los intereses por préstamos o las regalías por marcas y patentes, además de
los precios de mercancías, las multinacionales pueden situar sus ganancias donde
menos impuestos deban pagar por ellas. Su destino predilecto son los paraísos fiscales,
pero hay otros menos obvios.
En cualquier caso, la Argentina no se dio por enterada de estas maniobras, que pueden
restarle muchos millones a la recaudación impositiva (no hay ningún cálculo fehaciente
del daño, aunque Orlando Ferreres lo estimó en un mínimo de 1200 millones anuales).
Mientras que Estados Unidos legisló en la materia en 1968 y los países europeos lo
fueron haciendo en la década del 70 y actúan implacablemente contra las fugas de
recaudación, aquí recién introdujo la cuestión la ley 25063, que reformó el impuesto
a las Ganancias y fue sancionada en diciembre de 1998. Dicho sea de paso, como la
publicación en el Boletín Oficial se retrasó inexplicablemente (¿ineficencia, mano
negra?) hasta el 30 de diciembre, la ley surtió efecto a partir del 1º de enero, detalle
que le hizo perder al fisco 300 millones de pesos porque no pudo cobrar por 1998 la mayor
tasa de Ganancias ni Activos.
En lo que constituye el primer caso puesto bajo la lupa, agentes especiales de la
Administración Federal de Ingresos Públicos están analizando los números de Ford. Pero
mientras según fuentes ajenas al organismo, éste resolvió realizar una fiscalización
profunda de la terminal estadounidense en base a comprometedora información previa,
dentro del ente que conduce Carlos Silvani se asegura que el de Ford es sólo un caso
piloto, elegido casi al azar. Sin embargo, es probable que, como mínimo, haya habido
algunos datos que guiaron la mira de Impositiva.
Primer dato: si hay un sector que se presta al manipuleo de los precios de transferencia,
ése es el automotor, que está conformado por grandes transnacionales esparcidas por todo
el mundo, y cuyas filiales comercian entre sí intensamente, tanto que el grueso del
intercambio global en esta industria es intrafirma. Segundo dato: Ford fue la empresa que,
dentro del Mercosur, más se especializó, para aprovechar al máximo las ventajas de la
integración. Así, virtualmente, en la Argentina sólo fabrica el Escort (también tenía
pensado producir el Focus, pero cambió de idea cuando Brasil comenzó a devaluar el real
a principios de este año). La especialización convirtió a la Ford en la terminal con
mayor comercio intrarregional de autos, partes y componentes.
Tercer dato: lo que la AFIP quiere establecer es si la filial local de la compañía
norteamericana subfacturó sus exportaciones y sobrefacturó sus importaciones para hacer
figurar así menores ingresos y mayores costos. Es la manera de disminuir utilidades o
aparentar pérdidas, para evitarse así el pago del impuesto a las Ganancias. Obviamente,
ese eventual dibujo de los precios aumentaría los beneficios de la rama
brasileña, en la misma medida en que achicaría los de la argentina, jugada que sólo
podría convenirle a la corporación si allí la renta estuviera menos gravada que aquí.
Y esto es, precisamente, lo que ocurre, sobre todo en el caso de los estados brasileños
que implantaron regímenes especiales para atraer inversiones.
El año pasado, la DGI japonesa le determinó un ajuste de 150 millones de dólares a Coca
Cola por manejos con los precios de transferencia, especialmente en relación con las
regalías. Aquí las expectativas son más modestas, sobre todo porque la compañía
obligada a corregir su liquidación impositiva tiene derecho a cuestionarla y entrar en
una larga batalla administrativa y judicial, y mientras tanto no pagar. En todo caso, la
AFIP no está por ahora muy bien pertrechada para la discusión, porque suDepartamento de
Operaciones Internacionales cuenta con sólo media docena de funcionarios especializados
en las tremendas complejidades de los precios de transferencia. No son muchos, dentro de
un organismo que cuenta con 18.500 agentes.
Más que en la efectividad de su acción, Impositiva confía en que la sola sanción de
una norma, antes inexistente, inducirá a las grandes compañías a adecentar sus
balances. En el caso de las multis de matriz estadounidense, los altos ejecutivos deben
comprometerse por escrito a no violar durante su desempeño las leyes de los países donde
actúan, asumiendo una responsabilidad personal en caso de faltar a ese voto. Aunque esto
no impidió affaires como el de IBM, y sirve sobre todo para que la matriz se lave
eventualmente las manos, aquí piensan que en alguna medida disminuirán las maniobras
porque, hasta ahora, ni siquiera eran ilegales.
A medida que la economía argentina se fue abriendo, extranjerizando y concentrando en
esta década, creció el peligro de que los valores que gravitan sobre su balance de pagos
con el mundo fueran manipulados por las transnacionales. La apertura volvió más
rentables esas maniobras al reducir los aranceles de importación, e incluso eliminarlos a
nivel regional. Así resulta aduaneramente muy barato sobrefacturar una importación para
exportar las utilidades hacia otros países, donde las alícuotas sean más bajas, existan
desgravaciones o el holding tenga quebrantos contra los cuales enjugar esos beneficios.
Obviamente, la Aduana no encontraba nada objetable en que un importador inflara las
facturas porque de ese modo crecía la recaudación de derechos, y tampoco en que un
exportador subfacturara sus envíos porque entonces debía liquidarle menos reintegros.
Pero, claramente, las corporaciones sólo tuercen los precios cuando el resultado neto de
la maniobra las favorece, y por tanto perjudica al fisco.
A partir de una resolución emitida días pasados por la AFIP, a las contrariedades del
Mercosur se añade otra nueva: Uruguay pasa a ser oficialmente considerado por Impositiva
un paraíso fiscal, con todas las consecuencias del caso. No es que Silvani lo diga
taxativamente, pero surge sin margen de duda de los parámetros fijados. |
|