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UN LADRON MUERTO A GOLPES POR PASAJEROS DE UN COLECTIVO
Justicieros sin paradas intermedias

Un hombre subió a un colectivo de la línea 33, en Temperley, para robar, armado con un cuchillo. Pero los pasajeros se le  tiraron encima y lo lincharon. Y luego, todos desaparecieron.

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El cadáver del malogrado ladrón quedó tendido muy cerca de la terminal de la línea 33.
El colectivero, ahora único testigo del episodio, terminó con un ataque de nervios.

Por Carlos Rodríguez

t.gif (862 bytes) En apariencia, el hombre tenía todo bajo control. Con un cuchillo de cocina amenazaba a los pasajeros del colectivo de la línea 33, interno 238, y los iba despojando del dinero y los objetos de valor. Una frenada brusca dio por el suelo con el victimario, que allí mismo comenzó a ser víctima de la ira general. Varios pasajeros lo golpearon con dureza en el piso y minutos después, el cadáver del ladrón –hasta anoche se desconocía su identidad– quedó tendido en la playa de la terminal de la empresa Expreso Almirante Brown, propietaria de la línea 33, en el barrio San José de Temperley. El único testigo que declaró ante la Justicia es el conductor del ómnibus, Raúl Barrera, de 38 años, mientras que unos veinte pasajeros, que habrían participado del linchamiento virtualmente, han desaparecido. En el barrio, los vecinos, que se quejan por la inseguridad y la delincuencia, justifican la “bronca legítima” de quienes “están cansados de ser robados y de que nadie haga nada”.
El inspector José Lenzzi, oficial de Investigaciones de la Comisaría 3ª del Partido de Almirante Brown, dijo a Página/12 que el suceso ocurrió pasadas las 20 del jueves, en la terminal ubicada en Donato Alvarez y Bynnon. La policía fue notificada a las 20.30. Cuando llegó, encontró el colectivo estacionado, el cuerpo de un hombre de unos 35 a 40 años que yacía a unos metros del rodado, el cuchillo que llevaba consigo, y al colectivero en medio de una crisis nerviosa.
Los choferes de la empresa eludieron proporcionar información sobre lo ocurrido, mientras los propietarios derivaron la consulta al fiscal Lorenzo Latorre, que interviene en el caso. Mario Fernández, empleado administrativo de la empresa, dijo que el ladrón subió al colectivo en el cruce de Pasco y Donato Alvarez, a 20 cuadras de la terminal. Con el cuchillo amenazó a los pasajeros y los iba robando, uno por uno.
En la esquina de Amenedo y Donato Alvarez, muy nervioso, el chofer Barrera “clavó los frenos” y el ladrón cayó al suelo, donde recibió la paliza fatal. Habría recibido “trompadas y patadas”. La policía confirmó que el cadáver tenía la cabeza “muy golpeada, sangrante, con rastros de haber recibido un duro castigo”. Según el colectivero, al llegar al playón de la terminal “los pasajeros arrojaron al ladrón por la ventana”. Otra versión indica que él mismo se tiró, para evitar que le siguieran pegando. En la terminal había un grupo de personas –cinco o seis– que vieron llegar con las luces internas apagadas al coche 238. Con los focos delanteros, el chofer hizo señales hacia afuera para anunciar que algo grave ocurría. Tan nervioso estaba Barrera que no pudo abrir la puerta y él también escapó por una de las ventanillas. Nadie sabe explicar cómo, pero los pasajeros se esfumaron en la noche.
El comisario Héctor Domínguez, titular de la Comisaría 3ª, sostuvo que se trata de un hecho “sin antecedentes”, cuyo esclarecimiento puede complicarse “porque el único testigo es el chofer”. El cuerpo fue llevado a la Morgue Judicial de Lomas de Zamora, donde la autopsia determinará las causas de la muerte. En las oficinas de Reincidencias se busca determinar la identidad del muerto. Nadie se presentó a reclamar por él. Sólo llevaba consigo el cuchillo, ningún arma de fuego. Tenía una remera blanca que se volvió oscura por la sangre y la tierra producto de los revolcones.
Frente a la terminal hay dos negocios importantes: una carnicería y una ferretería. En los dos, los mostradores de atención al público están protegidos por gruesas rejas de protección. “Todos los días hay robos, la semana pasada un policía mató un ladrón a dos cuadras de acá”, dice la dueña de la ferretería. Jorge (48 años), cliente habitual, habla sobre el linchamiento: “Está bien, la gente reacciona porque está podrida de que la roben”. La propietaria del local interviene: “Y la policía no hace nada”. Jorge no está de acuerdo: “La policía es un instrumento, los que no hacen nada son los legisladores, que tienen que dictar leyes más duras y hacerlas cumplir”. Se hace una rueda de quince personas. Sólo un joven deunos 20 años opina que el hecho “no está ni bien ni mal”. Explica que “es una reacción normal defenderse, pero lo malo es que lo mataron”. Y se calla, por temor a la censura. Jorge, que junto con Raúl (51) lleva la voz cantante, insiste: “La gente sólo habla de los robos, incluso los domingos en la iglesia”. Se refiere al templo evangelista El Rey de Gloria. La psicosis por la violencia se advierte en una notificación policial expuesta al público en la Comisaría 3ª.
Allí se advierte que en el barrio “no hay violaciones en cadena”, como indican algunas versiones, ni tampoco “descuartizamiento en un descampado de la zona”. Admite, sí, que hubo un caso de violación el 8 de setiembre, pero aclara que los identikits de los presuntos autores que se pegaron en la calle “no fueron confeccionados por la policía”.

 

 

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