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Por Pedro Lipcovich
Sin preservativo, no El 70,5 por ciento de las mujeres usa preservativo en la primera relación; sólo dice que hace lo mismo el 66,7 por ciento de los varones. Una postura típicamente femenina es plantear el uso del preservativo como condición para la relación sexual: sin preservativo, no hay relación. Este requisito es para muchas mujeres parte de un proceso constructivo de su identidad de género. Como correlato, aflojar en este principio se explica, en palabras de una de las encuestadas, porque yo tenía la autoestima por el piso: no cuidarme fue un boicot que me hice. Pero también varones, especialmente de clase baja, confiesan el temor de que, si le plantean a la chica el uso de preservativo, ella los rechace o se vaya con otro. En todos los casos, la proporción de los que usan preservativo cae fuertemente desde la segunda vez: sólo el 39,5 por ciento del total lo hace en posteriores relaciones sexuales. También llevan la delantera los jóvenes, con 48,1 por ciento; de los mayores, sólo el 32,9 por ciento lo sigue usando.El `tenerse confianza mutuamente, la negación del riesgo y la suposición de que el preservativo disminuye el placer son las razones que concitan mayores porcentajes. Una encuestada de 30 años, con educación secundaria completa, lo expuso en términos casi demasiado literales: Yo sé con quién estoy y eso me da seguridad; confío plenamente, por él pongo las manos en el fuego.Las razones aducidas para no usarlo también señalan diferencias de género: la investigadora Ana María Mendes Diz observa que en los varones, el rechazo al preservativo se vincula con la idea de que pueda disminuir el placer (40,3 por ciento de los entrevistados) o impedir la erección (el 11,3 por ciento manifiesta `temor a la impotencia). En cambio para lasmujeres, especialmente las de clase media, el rechazo se liga con sentir el preservativo como una barrera a la entrega, un obstáculo para la intimidad, algo `antinatural. A testearse juntos Muchas veces la decisión sobre el preservativo se articula con la realización de la prueba del VIH. El 20 por ciento de las personas sexualmente activas, de 18 a 50 años, en Ciudad de Buenos Aires y conurbano declara haberse efectuado voluntariamente el test. Muchas veces, la persona decide hacerse la prueba luego de finalizar una relación en la que tenía sexo sin preservativo: Cuando me separé me enteré de que me corneaba, el desgraciado, y ahí me hice la prueba, dice una mujer de 40 años, de clase media.En otros casos, sin embargo, se busca la prueba como si en sí misma previniera la infección. Una mujer de 35 años, de clase baja, dice: La forma de prevención es justamente controlándote con la prueba, para prevenir. Un hombre de 29, de clase media: Me la hago habitualmente una o dos veces al año. Quiero mucho a mi gente, a los que me quieren, y no quiero provocarles dolor.... De este modo, observan las investigadoras, se pierde el enlace entre la prueba y las posibles situaciones de riesgo vividas.Pero otras veces el test es lo que las investigadoras denominan el pasaporte para una nueva relación. En estos casos la prueba se plantea en el marco de una relación estable reciente y en general la realizan ambos miembros de la pareja. Si ambos resultados son negativos, se establece un contrato en el que, además de hacer algo así como `borrón y cuenta nueva, los dos se comprometen a `cuidar al otro usando preservativos en una eventual relación fuera de la pareja. Ana Lía Kornblit observa que esta estrategia surgió en la población de modo espontáneo, no es que haya bajado desde los profesionales de la salud. Encontramos una brecha entre el planteo ideal de los sanitaristas, según el cual habría que usar preservativo siempre, y lo que realmente encontramos en la población, que está lejos de comportarse de esa manera pero, sin embargo, es capaz de desarrollar estrategias que toman en cuenta la posibilidad de infección por VIH. En todo caso, ese pasaporte a una nueva relación no es accesible a todos los sectores sociales: La decisión de hacerse el test de VIH es infrecuente en clases más bajas: porque el test no es gratuito, o el sistema de salud no informa sobre la posibilidad de hacerlo gratis en un hospital, o porque llegar al hospital es difícil o caro, y por el temor a la discriminación: En los sectores sociales bajos, el diagnóstico de seropositividad trae aparejado un fuerte temor a la `muerte social, que recuerda a las enfermedades que históricamente provocaron el ostracismo, como la lepra.
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