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Por Pedro Lipcovich Claro que ninguno de los dos tendría una relación fuera de la pareja, dijo él. Ni se nos pasa por la cabeza, ratificó ella. Pero, si alguno llegara a tener..., agregó él, ...por supuesto que usaría preservativo, asintió ella. El diálogo describe una de los modos como las personas se hacen cargo de lo que los especialistas llaman gestión del riesgo en la era del sida. Una reciente investigación de la UBA le toma el pulso a la manera en la que los argentinos, en su intimidad, afrontan la prevención. En Capital y Conurbano, siete de cada 10 usan preservativo en el primer encuentro sexual, pero menos de cuatro siguen usándolo en encuentros posteriores. En muchas parejas de clase media, la decisión de dejar el preservativo se articula con la decisión conjunta de hacerse el test de VIH, entendido como pasaporte a una nueva relación. En las clases bajas, en cambio, el test voluntario es infrecuente, por dificultades de acceso al sistema de salud y por temor a la discriminación contra los seropositivos. La investigación fue dirigida por Ana Lía Kornblit, Ana María Mendes Diz y Mónica Petracci, en el Instituto Gino Germani, de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Comprendió una muestra de 124 personas de entre 18 y 55 años, de distintos niveles educativos, que en los últimos años hubieran tenido por lo menos dos vínculos de pareja que incluyeran relaciones sexuales, ya que en personas que han cambiado de pareja, el tema del riesgo del sida suele estar más presente, explica Kornblit.El 68,5 por ciento de los encuestados dijo usar preservativo cuando tienen relaciones sexuales por primera vez con una persona. Quienes más cumplen en este sentido son los jóvenes de 18 a 30 años: el 77,8 por ciento no tiene sexo sin protección cuando es por primera vez. En los adultos de 31 a 55, el porcentaje de los que así se cuidan cae al 61,4: Las personas que iniciaron su vida sexual en la era del sida incorporaron en mayor grado el preservativo como práctica regular, señalan las investigadoras. Sin preservativo, no El 70,5 por ciento de las mujeres usa preservativo en la primera relación; sólo dice que hace lo mismo el 66,7 por ciento de los varones. Una postura típicamente femenina es plantear el uso del preservativo como condición para la relación sexual: sin preservativo, no hay relación. Este requisito es para muchas mujeres parte de un proceso constructivo de su identidad de género. Como correlato, aflojar en este principio se explica, en palabras de una de las encuestadas, porque yo tenía la autoestima por el piso: no cuidarme fue un boicot que me hice. Pero también varones, especialmente de clase baja, confiesan el temor de que, si le plantean a la chica el uso de preservativo, ella los rechace o se vaya con otro. En todos los casos, la proporción de los que usan preservativo cae fuertemente desde la segunda vez: sólo el 39,5 por ciento del total lo hace en posteriores relaciones sexuales. También llevan la delantera los jóvenes, con 48,1 por ciento; de los mayores, sólo el 32,9 por ciento lo sigue usando.El `tenerse confianza mutuamente, la negación del riesgo y la suposición de que el preservativo disminuye el placer son las razones que concitan mayores porcentajes. Una encuestada de 30 años, con educación secundaria completa, lo expuso en términos casi demasiado literales: Yo sé con quién estoy y eso me da seguridad; confío plenamente, por él pongo las manos en el fuego.Las razones aducidas para no usarlo también señalan diferencias de género: la investigadora Ana María Mendes Diz observa que en los varones, el rechazo al preservativo se vincula con la idea de que pueda disminuir el placer (40,3 por ciento de los entrevistados) o impedir la erección (el 11,3 por ciento manifiesta `temor a la impotencia). En cambio para lasmujeres, especialmente las de clase media, el rechazo se liga con sentir el preservativo como una barrera a la entrega, un obstáculo para la intimidad, algo `antinatural. A testearse juntos Muchas veces la decisión sobre el preservativo se articula con la realización de la prueba del VIH. El 20 por ciento de las personas sexualmente activas, de 18 a 50 años, en Ciudad de Buenos Aires y conurbano declara haberse efectuado voluntariamente el test. Muchas veces, la persona decide hacerse la prueba luego de finalizar una relación en la que tenía sexo sin preservativo: Cuando me separé me enteré de que me corneaba, el desgraciado, y ahí me hice la prueba, dice una mujer de 40 años, de clase media.En otros casos, sin embargo, se busca la prueba como si en sí misma previniera la infección. Una mujer de 35 años, de clase baja, dice: La forma de prevención es justamente controlándote con la prueba, para prevenir. Un hombre de 29, de clase media: Me la hago habitualmente una o dos veces al año. Quiero mucho a mi gente, a los que me quieren, y no quiero provocarles dolor.... De este modo, observan las investigadoras, se pierde el enlace entre la prueba y las posibles situaciones de riesgo vividas.Pero otras veces el test es lo que las investigadoras denominan el pasaporte para una nueva relación. En estos casos la prueba se plantea en el marco de una relación estable reciente y en general la realizan ambos miembros de la pareja. Si ambos resultados son negativos, se establece un contrato en el que, además de hacer algo así como `borrón y cuenta nueva, los dos se comprometen a `cuidar al otro usando preservativos en una eventual relación fuera de la pareja. Ana Lía Kornblit observa que esta estrategia surgió en la población de modo espontáneo, no es que haya bajado desde los profesionales de la salud. Encontramos una brecha entre el planteo ideal de los sanitaristas, según el cual habría que usar preservativo siempre, y lo que realmente encontramos en la población, que está lejos de comportarse de esa manera pero, sin embargo, es capaz de desarrollar estrategias que toman en cuenta la posibilidad de infección por VIH. En todo caso, ese pasaporte a una nueva relación no es accesible a todos los sectores sociales: La decisión de hacerse el test de VIH es infrecuente en clases más bajas: porque el test no es gratuito, o el sistema de salud no informa sobre la posibilidad de hacerlo gratis en un hospital, o porque llegar al hospital es difícil o caro, y por el temor a la discriminación: En los sectores sociales bajos, el diagnóstico de seropositividad trae aparejado un fuerte temor a la `muerte social, que recuerda a las enfermedades que históricamente provocaron el ostracismo, como la lepra.
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