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Por Ariel Greco A San Lorenzo le pincharon la ilusión. El conjunto de Oscar Ruggeri llegó a La Plata como líder y envalentonado por su gran victoria en Brasil, pero una jugada fatídica a los 13 minutos del primer tiempo lo terminó condenando. En una maniobra confusa, Mauricio Piersimone madrugó a la defensa y remató con Campagnuolo vencido hacia el arco vacío. Sin embargo, el tiro del delantero rebotó en la mano de Horacio Ameli. Penal, expulsión y, después de las protestas y el remate suave de Juan Ignacio Brown, gol. A partir de eso, todo lo previsible para terminar con un 3-2 que bajó a San Lorenzo al tercer lugar y que generó incógnitas de cara al futuro. Cancha complicada la de Estudiantes. Para los equipos rivales, que sienten la presión de los hinchas ubicados tan cerca de la cancha. Pero también para los cronistas. El palco es demasiado chico, en la platea no permiten el ingreso y los minutos pasan sin conseguir una ubicación para ver el partido. Acá no puede estar, usted tiene vestuario local, afirma uno de los porteros, como si del vestuario local se pudiera ver algo. Vaya de aquel lado, aconseja otro. Nada. Pero tantas desventuras terminan dando la posibilidad de observar el encuentro desde la tribuna local, lo que es toda una experiencia. Eso sí, ya con diez minutos jugados. Alentado por su público, Estudiantes intentó arrinconar desde el inicio al hasta entonces puntero. Con la movilidad de Ernesto Farías y la inteligencia de Nelson Agoglia, el equipo de Ferraro se adelantó en el campo y empezó a manejar el trámite. Cuando estaba en eso, llegó la jugada desgraciada de Ameli y el gol de Brown. Es el hijo de ese muchacho que metió un gol con la Selección con la clavícula rota le explicaba una afiliada al PAMI a su compañera. Y lo viene a gritar acá porque está la novia, completó ante la mirada de su amiga. Festejo total. Estudiantes ganaba bien y dominaba con claridad. Claro que llegó lo inesperado, pero (paradójicamente) previsible. El superinsultado por la hinchada local, Bernardo Romeo, tuvo su revancha muy rápido. De la nada, Estévez sacó un pelotazo frontal sencillo para cualquier defensa, menos para la de Estudiantes. Durmieron los centrales, se abatató el arquerito Tauber, y Romeo no perdonó. Tocó por encima de la salida del arquero y la fue a buscar para rematar su obra con un cabezazo. Empate inmerecido que San Lorenzo no supo capitalizar. No se ordenó en defensa, el medio se sintió perdido ante la superioridad local y los de arriba no aparecían. Por eso no extrañó que el empate durara tan poco. Se escapa Piersimone y Pusineri lo baja en tres cuartos de campo. No pensás amonestar a ninguno, Sequeira, gritó uno de los chicos acomodadores. Me parece que no va a amonestar a nadie porque es Martín, le contestó con fina ironía uno que estaba a su lado. Del tiro libre de Romagnoli llegó el gol de cabeza de Farías. Canten ahora vamos los pibes, salames. Que los nuestros los embocan, provocaba un grupito de adolescentes. Casi sin poder reaccionar, el conjunto de Ruggeri se encontró con otro gol en contra para aumentar el desconcierto. Aunque la sorpresa mayor era para la gente de Estudiantes. En los últimos tres partidos, el equipo de Francisco Ferraro no había convertido goles y se había ido silbado ante Chacarita y ante Ferro. Por eso gritar tres tantos en quince minutos era una experiencia inédita, pero que por la historia reciente tampoco aseguraba nada. Mucho más teniendo en cuenta cómo (no) manejó el desarrolló en el segundo tiempo. Nunca aprovechó el hombre de más, no logró hacer circular la pelota y ni siquiera tuvo precisión en la definición. Por eso terminó pidiendo la hora pese a que el golazo de Romagnoli (el propio) llegó en el último minuto.
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