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LOS OBISPOS ANTE EL NUEVO GOBIERNO
Una vela para cada santo

A una semana de la Conferencia Episcopal, los obispos buscan ubicarse en el nuevo contexto político, sin criterio uniforme.

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Por Washington Uranga

t.gif (862 bytes)  También en los ámbitos eclesiásticos católicos, en particular entre los obispos, se aguardan con atención y expectativa los primeros pasos del nuevo gobierno conducido por Fernando de la Rúa. Entre los obispos no hay, sin embargo, una única posición. La postura de la jerarquía eclesiástica está atravesada por la mirada particular que cada uno de sus miembros –o cada grupo de entre ellos– tiene respecto de la Alianza, del radicalismo y del Frepaso. A todo lo anterior, hay que sumar las posiciones que parte de los obispos jugaron a favor del menemismo en los últimos tiempos y el decidido apoyo que este mismo grupo salió a brindarle a Carlos Ruckauf en el último tramo de la campaña por la gobernación en la provincia de Buenos Aires.
En este intrincado cuadro, donde se juegan, sin duda, intereses institucionales de la Iglesia, preocupaciones por la suerte del país y de la población en general, pero también ambiciones personales de cada uno de los obispos, no resulta de menor envergadura el hecho de que la semana próxima, en asamblea general de la Conferencia Episcopal, la jerarquía católica elegirá autoridades para los próximos tres años. Aunque parece no haber problemas para garantizar un segundo período en la presidencia del arzobispo de Paraná, Estanislao Karlic, todo lo demás está en discusión, hay muchas conversaciones en curso y negociaciones en todos los niveles.
En el último tramo de la campaña, los obispos terminaron involucrados en un debate en el que Karlic y los que están en estos momentos en la conducción no querían verse envueltos. La estrategia trazada por el presidente de la Conferencia Episcopal, desde su asunción hace tres años, fue la de diálogo con todos los sectores y bajo perfil político. Esa fue la actitud que él impulsó y a la que se sujetaron gran parte de los miembros de la jerarquía. No es el caso de los obispos más cercanos al menemismo, que en ningún momento dejaron de proponer una actitud “militante” y ostentosamente cercana al gobierno que se va. Ni Emilio Ogñenovich, ni Desiderio Collino, ni Jorge Menvielle, o el obispo castrense Norberto Martina, para mencionar tan sólo algunos, disminuyeron su intensa vinculación con la primera línea del menemismo. Tampoco dejaron de recibir favores y reverencias desde ese mismo frente político dónde siempre se habló de “los obispos amigos”. Precisamente, a éstos recurrió Ruckauf cuando decidió teñir de “cruzada católica” el último tramo de su campaña. Tuvo la respuesta que esperaba.
Karlic y quienes comparten su estrategia, entre los que se cuentan los dos vicepresidentes Bianchi y Mirás, fueron presionados por el ala conservadora de la jerarquía para pronunciarse señalando que los católicos no podían votar a favor de candidatos que propasarán medidas en contra de la doctrina de la Iglesia (léase aborto). A pesar de que en abril la propia asamblea había decidido no hablar sobre las elecciones, sorpresivamente la Comisión Ejecutiva terminó emitiendo un escueto documento que, aunque tuvo la intención de moderar la ofensiva conservadora, Ruckauf y los suyos terminaron sumando como agua para el propio molino. Entre los obispos hay quienes critican duramente esto y pretenden que el tema se discuta la semana próxima en San Miguel, pero en el momento en que se produjeron los hechos no hubo voces fuertes para equilibrar a los Laise o los Ogñenovich.
En la jerarquía no hay prevenciones con De la Rúa. Se parte de la base de que es un hombre “previsible”. Un sector de los obispos alienta desconfianzas con parte del radicalismo y con algunos grupos del Frepaso. Los puntos más álgidos pueden ser las iniciativas sobre salud reproductiva y aborto, y – de manera muy central– todo aquello que tenga que ver con educación, donde la Iglesia Católica tiene puesto muchos intereses. Allí pondrá la mirada de manera particular el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, un hombre cuya influencia crece en el Episcopado, dato que quedará en evidencia en el resultado de las elecciones en la Conferencia.
Desde el nuevo equipo de gobierno, también hay expectativas respecto de la jerarquía. Por un lado se piensa que en el nuevo cuadro político nacional la Iglesia Católica –probablemente actuando en un marco ecuménico con otros líderes religiosos– puede jugar un importante papel como facilitador y garante de consensos que apunten a la gobernabilidad. Y, por otra parte, se reconoce que, en materia social, es imprescindible trabajar con la Iglesia. Ninguno de los dos temas están fuera de la agenda episcopal. Sin embargo, hasta ahora los contactos no han pasado de lo protocolar y para medir el nuevo estilo de relaciones habrá que esperar también que pasen las elecciones episcopales de la semana próxima.

 

 

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