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UN AVION EGIPCIO CON 217 PERSONAS A BORDO CAYO EN EL ATLANTICO
Otro vuelo hacia el fondo del océano

Un Boeing 767 de Egypt Air cayó al mar 50 minutos después de despegar del aeropuerto John F. Kennedy, de Nueva York. No habría sobrevivientes. Hasta ahora se desconocen las causas del accidente. Aunque no se descarta ninguna hipótesis, no hay indicios de un atentado.

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Un Boeing 767 similar al accidentado ayer en la costa este de Estados Unidos.
Es la aeronave más utilizada en vuelos transatlánticos y se la considera una de las más seguras.
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Los equipos de rescate se lanzaron a la búsqueda de sobrevivientes.
La búsqueda de restos podría continuar durante semanas.

t.gif (862 bytes)  En 24 segundos, el Boeing 767 de Egypt Air cayó desde los 11.000 a los 7000 metros de altura, y desapareció de las pantallas de radar. Hacía 50 minutos que había despegado del aeropuerto John F. Kennedy, en Nueva York, con destino a El Cairo. Cinco horas después, a las 6 y media de la mañana de ayer (hora de la costa este de Estados Unidos), apareció el primer cadáver, flotando en el Atlántico con su chaleco salvavidas, a 104 kilómetros de la orilla. No hay esperanzas de encontrar sobrevivientes entre las 217 personas que viajaban en la nave, y las tareas de rescate continuarán durante varias semanas, ya que el fuselaje está sumergido a unos 78 metros de profundidad. Se desconocen las causas del accidente y “hasta ahora no hay indicios de que pueda haber sido causado por un atentado”, según las autoridades norteamericanas.
El vuelo 990 de Egypt Air, que unía Los Angeles con El Cairo haciendo escala en Nueva York, había despegado del aeropuerto neoyorquino John F. Kennedy a la 1.19 (2.19, en la Argentina). Llevaba dos horas de retraso y el viaje hasta El Cairo debía durar nueve horas. Pero cincuenta minutos después, cuando el avión llegó a los 11.000 metros de altura, se cortaron sus comunicaciones con la torre de control.
“No recibimos ningún pedido de auxilio”, comunicó después la Administración Federal de Aviación norteamericana (FAA). Los controladores aéreos del centro de Boston llegaron a ver que el Boeing, en 24 segundos, bajaba desde los 11.000 a los 7000 metros, y desaparecía del radar. En el Kennedy, tras intentar durante 15 minutos restablecer la comunicación, los operadores dieron la alarma a la FAA, que la trasmitió a la guardia costera.
Seis barcos y siete aviones empezaron a rastrear el Atlántico a unos cien kilómetros al sudeste de la isla de Nantucket, estado de Massachusetts, que en el siglo pasado centralizó la pesca ballenera en Estados Unidos y fue inmortalizada por H. Melville en su novela Moby Dick. Como el barco de ficción comandado por el capitán Ahab, la aeronave se hundió en el mar, pero en el avión de Egypt Air no hubo –hasta ahora– ni un solo sobreviviente.
Hacia las 6.30 de la mañana, hora local, un barco del Servicio de Guardacostas encontró un cadáver que flotaba junto a asientos, almohadas y dos balsas salvavidas a medio inflar. Los restos estaban a 104 kilómetros de Nantucket. Cerca del mediodía ya se aceptaba que la posibilidad de hallar sobrevivientes era “prácticamente nula”, ya que la temperatura del agua era de unos quince grados, y “a esa temperatura es difícil sobrevivir mucho tiempo”, según el Servicio Nacional de Meteorología.
En el avión viajaban 202 pasajeros, incluyendo por lo menos dos niños pequeños: había 62 egipcios, tres sirios, dos sudaneses, un chileno y 131 personas de nacionalidad todavía no identificada, la mayoría de los cuales serían estadounidenses. La tripulación era de 15 personas, todas egipcias.
“No sabemos cuál ha sido la causa de este accidente, pero seguiremos trabajando hasta que lo sepamos”, aseguró el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton. Hasta ahora, las principales hipótesis atribuyen la catástrofe a fallas mecánicas o humanas, aunque “no se descarta ninguna”, según un responsable de la seguridad del Aeropuerto Kennedy, quien subrayó que “por el momento no hay ningún indicio de que el siniestro se deba a un acto criminal”. En el mismo sentido, Clinton dijo que “por ahora no hay pruebas y pienso que es mejor que la gente no saque conclusiones de ningún tipo”. Jim Davis, portavoz del FBI, señaló que “hasta el momento no hay ningún delito”, y el embajador egipcio en Washington, Nabil Fahmy, manifestó que “Egypt Air no recibió en los últimos días ninguna amenaza que hubiera hecho aumentar las medidas de seguridad habituales”.
El comandante del avión, Ahmed Al Habachi, tenía trece años de experiencia en la misma ruta y había recibido su formación directamente en la sede de Boeing, en Seattle. Había dos copilotos y dos pilotos más de reserva. El Boeing 767 accidentado había entrado en servicio en 1989. Tenía dos turbinas, fuselaje ancho y tres hileras de asientos. Con 48,51 metros de largo, su peso era de 136 toneladas y su velocidad de crucero, de 873 kilómetros por hora. Es la aeronave más utilizada en vuelos transatlánticos y se lo considera uno de los aviones de pasajeros más seguros. En sus distintas versiones puede llevar de 181 a 269 pasajeros -el que se accidentó tenía capacidad para 207–, con una autonomía de vuelo de 11.390 kilómetros y una altura máxima de 12.230 metros.
Anoche, a las operaciones de búsqueda y rescate se habían incorporado un gigantesco avión Hércules C-130 y un Orion P-3, una sofisticada nave de reconocimiento, así como el barco “US Grapple”, de la Armada estadounidense, equipado con equipos especiales para extraer objetos pesados de las profundidades; este mismo barco rescató los cuerpos de John-John Kennedy y sus acompañantes cuando su avioneta cayó al mar.
La recuperación de cadáveres y restos del avión, que estarían a 78 metros de profundidad, puede prolongarse hasta cuatro semanas, dijo el alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani. El presidente de la Agencia Nacional de Seguridad en el Transporte de Estados Unidos, Jim Hall, anunció que la investigación sobre las causas del accidente “será larga” y que en ella participarán el Departamento de Defensa y la empresa fabricante Boeing. En rigor, como el avión cayó en aguas internacionales, legalmente la tarea debería ser efectuada por Egipto, pero, según Hall, el presidente Hosni Mubarak solicitó a Estados Unidos que se encargue de investigar.

 

Los que nunca aterrizaron
La crónica de los accidentes aéreos más graves, en la última década del milenio, empezó con otro Boeing 767: pertenecía a la empresa austríaca Lauda Air y se estrelló el 26 de mayo de 1991 en Tailandia; murieron sus 223 ocupantes.
El que causó más víctimas se registró el 12 de noviembre de 1996 en la India, cuando a 4000 metros de altura chocaron un Boeing 747 y un Iliushin. Allí murieron 349 personas.
Los siniestros que superaron las 150 víctimas fueron 17 en total en esta década. El que siguió en gravedad al de la India tuvo lugar en Kinshasa, Zaire, cuando un Antonov se despistó al intentar despegar y se incendió en un mercado cercano: murieron 297 personas que estaban en el mercado y sólo un ocupante de la aeronave.
El más reciente hasta ayer había sido el del McDonnell Douglas de Swissair, que el 2 de setiembre del año pasado cayó al mar cerca de la costa de Canadá y murieron 229 personas. Unos meses antes, el 16 de febrero de 1998, un Airbus A-300 se estrelló cuando intentaba aterrizar en Taipei, Taiwan, con 203 muertos.

na11fo03.jpg (12303 bytes) Para los familiares de las víctimas no hubo consuelo.
En Nueva York trabajó un equipo de psicólogos para asistirlos.

LA ATENCION A LOS FAMILIARES
Psicólogos y religiosos

t.gif (862 bytes) La atención que recibieron los familiares de las víctimas fue muy distinta en los aeropuertos de Nueva York y de El Cairo. En el primero, a medida que iban llegando se los reunía en un hotel cercano, donde un equipo de sacerdotes y psicólogos les daba información y los contenía. En cambio, el hall del aeropuerto cairota fue un caos: ni la empresa ni las autoridades daban información y los pasajeros terminaron consolándose mutuamente, como sucedió en el aeroparque Jorge Newbery hace justo dos meses, cuando cayó el avión de LAPA.
Ayer, cuando llegaban al aeropuerto John F. Kennedy, los familiares de los pasajeros del Boeing 767 de Egypt Air eran conducidos al cercano hotel Ramada Inn, donde se había montado un dispositivo para atenderlos. Sacerdotes de varios cultos y psicólogos especializados estaban allí desde temprano. En ese mismo hotel habían sido agrupados los familiares de víctimas de los accidentes de la Swissair, en 1998, y de la TWA, en 1996.
Ese equipo se hizo cargo de trasmitir a los familiares las informaciones. A las 8 de la mañana, el rabino Alvin Poplak anunció a la prensa que “las familias ya saben que se encontraron restos del avión”.
Entretanto, en el aeropuerto de El Cairo, “nadie nos ayuda”, gritaba desesperada una mujer. El caos creció a medida que familiares se acercaban en busca de información. Dos fotógrafos fueron golpeados y también empleados de Egypt Air recibieron agresiones. Ni la empresa ni las autoridades aeronáuticas suministraban información. A lo largo de cuatro horas de espera, los familiares trataban de tranquilizarse mutuamente mientras en el cartel de anuncios seguía figurando el vuelo 990, procedente de Nueva York, con hora de llegada a las 15.30.

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