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En 24 segundos, el Boeing 767 de Egypt Air cayó desde los 11.000 a los 7000 metros de altura, y desapareció de las pantallas de radar. Hacía 50 minutos que había despegado del aeropuerto John F. Kennedy, en Nueva York, con destino a El Cairo. Cinco horas después, a las 6 y media de la mañana de ayer (hora de la costa este de Estados Unidos), apareció el primer cadáver, flotando en el Atlántico con su chaleco salvavidas, a 104 kilómetros de la orilla. No hay esperanzas de encontrar sobrevivientes entre las 217 personas que viajaban en la nave, y las tareas de rescate continuarán durante varias semanas, ya que el fuselaje está sumergido a unos 78 metros de profundidad. Se desconocen las causas del accidente y hasta ahora no hay indicios de que pueda haber sido causado por un atentado, según las autoridades norteamericanas. El vuelo 990 de Egypt Air, que unía Los Angeles con El Cairo haciendo escala en Nueva York, había despegado del aeropuerto neoyorquino John F. Kennedy a la 1.19 (2.19, en la Argentina). Llevaba dos horas de retraso y el viaje hasta El Cairo debía durar nueve horas. Pero cincuenta minutos después, cuando el avión llegó a los 11.000 metros de altura, se cortaron sus comunicaciones con la torre de control. No recibimos ningún pedido de auxilio, comunicó después la Administración Federal de Aviación norteamericana (FAA). Los controladores aéreos del centro de Boston llegaron a ver que el Boeing, en 24 segundos, bajaba desde los 11.000 a los 7000 metros, y desaparecía del radar. En el Kennedy, tras intentar durante 15 minutos restablecer la comunicación, los operadores dieron la alarma a la FAA, que la trasmitió a la guardia costera. Seis barcos y siete aviones empezaron a rastrear el Atlántico a unos cien kilómetros al sudeste de la isla de Nantucket, estado de Massachusetts, que en el siglo pasado centralizó la pesca ballenera en Estados Unidos y fue inmortalizada por H. Melville en su novela Moby Dick. Como el barco de ficción comandado por el capitán Ahab, la aeronave se hundió en el mar, pero en el avión de Egypt Air no hubo hasta ahora ni un solo sobreviviente. Hacia las 6.30 de la mañana, hora local, un barco del Servicio de Guardacostas encontró un cadáver que flotaba junto a asientos, almohadas y dos balsas salvavidas a medio inflar. Los restos estaban a 104 kilómetros de Nantucket. Cerca del mediodía ya se aceptaba que la posibilidad de hallar sobrevivientes era prácticamente nula, ya que la temperatura del agua era de unos quince grados, y a esa temperatura es difícil sobrevivir mucho tiempo, según el Servicio Nacional de Meteorología. En el avión viajaban 202 pasajeros, incluyendo por lo menos dos niños pequeños: había 62 egipcios, tres sirios, dos sudaneses, un chileno y 131 personas de nacionalidad todavía no identificada, la mayoría de los cuales serían estadounidenses. La tripulación era de 15 personas, todas egipcias. No sabemos cuál ha sido la causa de este accidente, pero seguiremos trabajando hasta que lo sepamos, aseguró el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton. Hasta ahora, las principales hipótesis atribuyen la catástrofe a fallas mecánicas o humanas, aunque no se descarta ninguna, según un responsable de la seguridad del Aeropuerto Kennedy, quien subrayó que por el momento no hay ningún indicio de que el siniestro se deba a un acto criminal. En el mismo sentido, Clinton dijo que por ahora no hay pruebas y pienso que es mejor que la gente no saque conclusiones de ningún tipo. Jim Davis, portavoz del FBI, señaló que hasta el momento no hay ningún delito, y el embajador egipcio en Washington, Nabil Fahmy, manifestó que Egypt Air no recibió en los últimos días ninguna amenaza que hubiera hecho aumentar las medidas de seguridad habituales. El comandante del avión, Ahmed Al Habachi, tenía trece años de experiencia en la misma ruta y había recibido su formación directamente en la sede de Boeing, en Seattle. Había dos copilotos y dos pilotos más de reserva. El Boeing 767 accidentado había entrado en servicio en 1989. Tenía dos turbinas, fuselaje ancho y tres hileras de asientos. Con 48,51 metros de largo, su peso era de 136 toneladas y su velocidad de crucero, de 873 kilómetros por hora. Es la aeronave más utilizada en vuelos transatlánticos y se lo considera uno de los aviones de pasajeros más seguros. En sus distintas versiones puede llevar de 181 a 269 pasajeros -el que se accidentó tenía capacidad para 207, con una autonomía de vuelo de 11.390 kilómetros y una altura máxima de 12.230 metros. Anoche, a las operaciones de búsqueda y rescate se habían incorporado un gigantesco avión Hércules C-130 y un Orion P-3, una sofisticada nave de reconocimiento, así como el barco US Grapple, de la Armada estadounidense, equipado con equipos especiales para extraer objetos pesados de las profundidades; este mismo barco rescató los cuerpos de John-John Kennedy y sus acompañantes cuando su avioneta cayó al mar. La recuperación de cadáveres y restos del avión, que estarían a 78 metros de profundidad, puede prolongarse hasta cuatro semanas, dijo el alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani. El presidente de la Agencia Nacional de Seguridad en el Transporte de Estados Unidos, Jim Hall, anunció que la investigación sobre las causas del accidente será larga y que en ella participarán el Departamento de Defensa y la empresa fabricante Boeing. En rigor, como el avión cayó en aguas internacionales, legalmente la tarea debería ser efectuada por Egipto, pero, según Hall, el presidente Hosni Mubarak solicitó a Estados Unidos que se encargue de investigar.
LA ATENCION A LOS FAMILIARES La atención
que recibieron los familiares de las víctimas fue muy distinta en los aeropuertos de
Nueva York y de El Cairo. En el primero, a medida que iban llegando se los reunía en un
hotel cercano, donde un equipo de sacerdotes y psicólogos les daba información y los
contenía. En cambio, el hall del aeropuerto cairota fue un caos: ni la empresa ni las
autoridades daban información y los pasajeros terminaron consolándose mutuamente, como
sucedió en el aeroparque Jorge Newbery hace justo dos meses, cuando cayó el avión de
LAPA. |