La
masacre de Ramallo dejó una conclusión colectiva: cuando hay un secuestro, siempre es
prioritario mantener con vida a los rehenes. No atacar. No disparar. No asesinar ni
siquiera a los asesinos. No jugar a SWAT. Solo conviene dejar que los captores huyan.
Incluso con sus rehenes. Es una solución tremenda, con riesgos extraordinarios. Puede
suceder que en la fuga los secuestradores liquiden a todos sus rehenes. Pueden matar
también a cualquiera que se cruce en su camino. Si se trata de homicidas, o sea de gente
sin ninguna chance razonable de escapar a la sentencia de un juez, pueden sentir que su
futuro es una apuesta a todo o nada. Y todo o nada puede ser una carnicería en la que los
captores se inmolen tras asesinar a los cautivos.
Jueces, fiscales y policías suelen rechazar
este tipo de salida porque apuestan a que una solución violenta --en el momento justo,
dicen-- sea menos violenta que un desenlace a cargo de la voluntad de los secuestradores.
En el episodio de ayer, los partidarios de la tesis del mal menor podrían argumentar,
además, que la peligrosidad de los captores estaba fuera de duda. Al fugar de la
comisaría cometieron un asesinato a quemarropa.
Son argumentos falsamente teóricos, que solo
encubren el desprecio por la vida. La realidad luce más sencilla:
* Hubo un solo caso muy conocido en que la
Justicia dejó ir a los captores. Fue el secuestro de María Esther Ure en Punta Chica, en
marzo de este año. La jueza María Cristina Piva de Argüelles ordenó no detener a los
secuestradores, tres menores, que huyeron con los rehenes hasta La Cava custodiados por la
policía.
* Los dos rehenes conservaron la vida y un
mes después los tres captores ya habían sido detenidos.
* En Ramallo, el estilo Rambito y Rambón
terminó con dos ladrones y dos rehenes muertos.
* La intervención policial ante el secuestro
de ayer no fue inocua. Un rehén terminó gravemente herido.
* El final de ayer solo fue posible por la ineficiencia
policial. A la policía se le escaparon los detenidos --después serían asesinos y
captores-- en la propia comisaría. |