La
designación de Aldo Rico como secretario de Seguridad ha desatado una gran polémica
sobre dos puntos: sobre la persona del actual intendente de San Miguel, y segundo por la
tendencia que marca el gobernador electo Carlos Ruckauf en lo que será su política de
seguridad para la provincia de Buenos Aires.
No nos puede sorprender la elección de Rico:
el futuro gobernador está eligiendo a quienes puedan llevar adelante su proyecto, una
receta agotada, que ha demostrado en nuestro país y en otros más desarrollados su más
absoluto fracaso.
Ruckauf busca dar señales que le signifiquen
un respiro en el tema de la inseguridad. Por un lado pone a un hombre de imagen fuerte,
haciendo pensar que el problema de la Policía Bonaerense pasa por imponer una disciplina
aún más militarizada, importando poco la idoneidad que pueda tener Rico. Por otro lado,
poniendo a un policía al frente directo de la institución por debajo del futuro ministro
de Seguridad aparece como restituyendo la conducción a "sus mandos naturales".
En verdad, esa designación esconde la intención de evitar las responsabilidades
políticas indelegables que por ley son propias del gobernador.
El gobernador electo está buscando golpes de
efecto, pretendiendo ampararse en que un gran sector de la comunidad sigue creyendo que el
problema de la inseguridad que afecta tanto su calidad de vida se va a resolver con una
actuación policial dura. Lamento desilusionarlos, porque no será así. Para la propia
policía es una trampa, porque en realidad el futuro gobernador le traslada nuevamente la
total responsabilidad de la seguridad y, en poco tiempo, le cargará las culpas del
crecimiento delictivo. Este plan de imponer la "mano dura" tendrá como
resultado que lamentaremos daños irreparables para muchas personas inocentes, gran
cantidad de policías muertos y una mayor cantidad terminarán en la cárcel por los
excesos cometidos, que serán incentivados por un discurso tramposo, fruto de la
incapacidad de encontrar el equilibrio, que por ahora parece esquivo a los que tienen la
responsabilidad de gobernar en la castigada provincia de Buenos Aires.
El mensaje que recibimos es extremadamente
peligroso y es una obligación señalarlo porque no están en juego sólo bienes
materiales, está en juego nada más ni nada menos que la vida de la gente. No es bueno
que quienes tienen la responsabilidad de gobernar respondan a la histeria colectiva que
genera la inseguridad con más histeria, precisamente porque esperamos de ellos que
actúen con criterio y sentido común. Estamos dando un paso atrás, o si se lo prefiere,
hacia adelante, pero frente a un vacío.
* Abogado y ex comisario. |