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OPINION

Vista a la derecha....

Por James Neilson

Las campañas electorales son maravillosas. Mientras duran, tanto los políticos como "la gente" pueden vivir en un universo de fantasía en que la buena voluntad resuelva cualquier problema. Todos --bien, casi todos, siempre habrá un aguafiestas como el ayatola de las pampas Carlos Ruckauf -- se afirman progresistas resueltos a conducirnos a una época signada por la armonía, la honestidad, el pleno empleo, "el cambio". Pero se trata de una ilusión teatral. No bien se apagan las luces, resulta que las mejoras prometidas tomarán su tiempo que, a pesar del furor retórico de los candidatos, el ajuste ya está a la puerta y que el líder de lo que los corresponsales extranjeros llamaban la "centro izquierda" es un conservador cabal, pormenor que es motivo de alivio para todos, sin exceptuar a los centroizquierdistas" mismos.

En la Argentina, sólo los sueños son de izquierda. La realidad está bien a la derecha y con toda seguridad se mantendrá allí porque ya se han ido los tiempos en que hubiera sido factible armar un "modelo" tan igualitario como los corrientes en Europa occidental. Los políticos lo comprenden, razón por la cual ninguno se preocupa por crear las herramientas institucionales, empezando con un Estado auténtico, que les permitirían poner en marcha aquellos programas ambiciosos a los cuales les encanta aludir. Una cosa es el discurso; otra muy distinta, lo que hombres y mujeres sensatos podrían pensar en hacer y, como sabemos, hoy en día nadie quiere "aventuras".

He aquí la clave de la estabilidad política. Lo lógico sería que los millones de pobres sean "estructurales" o recién "depauperados" hubieran aprovechado sus votos para imponer candidatos dispuestos a triplicar los impuestos a las ganancias o, cuando menos, a hacer que el perfil tributario argentino se asemejara al escandinavo. Pero en la Argentina actual una propuesta de este tipo sería considerada "marxista" o "trotskista": lejos de hablar de redistribución, los tres candidatos principales y sus allegados se dieron el gusto de plantear la "necesidad" de reducir los impuestos, bandera derechista si las hay que, por arte de birlibirloque, se vio transformada en aspiración progresista consensuada. Que éste haya sido el caso puede entenderse. En un país en el que el ingreso per cápita anual no llega a diez mil dólares, pero todos los líderes del partido de los pobres, el PJ, son millonarios, idem algunos representantes conspicuos de la clase media venida a menos, sería asombroso que "los dirigentes" quisieran que "el cambio" fuera de verdad.

 

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