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Por Eduardo Videla No parece haber recetas a priori en cuanto al manejo de situaciones con rehenes. Más aún si se tiene en cuenta que la mayoría del Poder Judicial y las fuerzas de seguridad no está preparada para gobernar este tipo de emergencias. En todo caso, cuatro funcionarios judiciales consultados por este diario coinciden en que el criterio que debe prevalecer es preservar la vida de los cautivos. Pero también sostienen que conceder la posibilidad de fuga de los captores sería como abrir una compuerta para la multiplicación de este tipo de casos. "Vamos a tener que establecer pautas generales para actuar, porque la toma de rehenes por parte de delincuentes se ha convertido en una moda", dijo a Página/12 el fiscal general de San Isidro, Julio Novo, como una muestra del desconcierto que reina en la Justicia ante la sucesión de este tipo de hechos. "No se puede considerar como un fracaso el hecho de que los captores se vayan en libertad si con eso se preserva la vida de los rehenes", opinó el juez Horacio Prack, presidente de la Cámara Federal de San Martín. En junio, el camarista participó del curso para resolver situaciones de crisis organizado por la DEA. Le llamó la atención que en las charlas --a cargo de policías de élite bonaerenses y federales-- no se tratara la posibilidad de dejar escapar a los captores. "Flotaba la idea de que tarde o temprano, si el delincuente no se entregaba, se iba a actuar por la fuerza." La masacre de Ramallo --con dos rehenes muertos-- y la decisión de la jueza Cristina Piva de Argüelles, que dejó escapar a dos menores que habían tomado rehenes, aparecen en esta historia como antípodas difíciles de aceptar. "No creo que la solución sea dejarlos escapar, aunque exponer la vida de un rehén me parece desatinado", sintetiza el fiscal adjunto de San Martín, Fernando Domínguez. Lo dice desde la posición de quien, meses atrás, condujo una negociación durante dos horas con un delincuente "jugado", quien después de asaltar un kiosco tomó a cinco chicos como rehenes. "Fue una actuación empírica. Pero por suerte todo salió bien", relató. La experiencia le enseñó luego que ni el fiscal ni el juez deben estar al frente de la negociación "porque son ellos los que tienen que tomar las decisiones". La clave está en la intervención de un negociador, intermediario entre los captores y las autoridades. Andrés Vereda, instructor del departamento judicial de San Martín, terminó en setiembre el curso de mediador organizado por la Procuración de la Suprema Corte bonaerense. El funcionario sostiene que "no se puede dejar escapar a los delincuentes, porque se pierde el control de la situación, no se sabe si pueden tomar nuevos rehenes o matar a los que se llevan. Hay que tratar de resolver la situación en el lugar". Para el fiscal Novo es imposible pensar en una receta. "Hay que valorar cada caso en particular y, ante la duda, se debe optar por preservar la vida de la gente. Pero tampoco se debe dejar que todos se escapen, que el premio no sea la impunidad, porque después la idea se corre entre los delincuentes: 'Hay que tomar rehenes porque después zafás'." Todos coinciden en que el trabajo de los mediadores es ganar tiempo. Y en ese tiempo estudiar la personalidad de los delincuentes. "Si no están en sus cabales, no tiene sentido mediar --dice el juez Prack--. Pero si se trata de un hombre jugado, que no tiene interés por la vida o está prófugo en una causa por homicidio y no quiere volver a la cárcel, pero tiene raciocinio, se debe dilatar la situación lo más posible para que entre a jugar el factor cansancio." El fiscal Novo sostiene que, en todo caso, el margen de decisión de jueces y fiscales es limitado. "Los fiscales hacen la instrucción y los jueces deben juzgar. No podemos decir cuándo tienen que apretar el gatillo", afirmó. El fiscal sostiene que la resolución debe quedar en manos de las fuerzas de élite. Reconoce, sin embargo, que esas fuerzas siguen un modelo cuestionable, originado en los Estados Unidos: "En los cursos hemos visto videos donde, a mi criterio, se han cometido verdaderos fusilamientos, sin respetar las más mínimas garantías", cuestionó.
Por C. A. --¿Cómo influyó en las decisiones que tomó el comité de crisis el antecedente de Villa Ramallo? --Había que olvidarse de aquello. No tenerlo como referencia. Había que ser objetivo. Evaluar, ver qué teníamos. Eran cuatro sujetos con una familia en las manos, armados hasta los dientes, con ametralladoras, y decían que estaban jugados. --¿Por qué decidieron que interviniera el grupo Halcón? --Después de las tres de la mañana, cuando habían podido hablar con el juez y con la tele como pedían, no cedían en nada y cortaban las conversaciones, no había otra salida. --Pero ustedes sabían que estaba el rehén con ellos. --Los halcones avanzaron por los fondos y avisaron que lograron avistar a los cuatro y al rehén cerca de las rejas. Se confirmó que por lo menos ahí no estaban los chicos. Y por lo que tenemos lo que pasó fue que uno de los ladrones, el capo, le disparó desde abajo.
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