Reunidos en Oslo como en 1992, israelíes y palestinos fijaron el lunes como fecha de una negociación sobre el Estado palestino.
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Los protagonistas del proceso de paz en el Medio Oriente se reunieron ayer en Oslo para recordar el aniversario del asesinato de Yitzhak Rabin. En 1992, el premier israelí Rabin firmó los acuerdos de Oslo, el punto de partida para el proceso que lleva, precisamente, al día de ayer. Al margen de las celebraciones, el líder palestino Yasser Arafat y el flamante premier laborista israelí Ehud Barak discutieron sobre los próximos pasos de las negociaciones. El presidente norteamericano Bill Clinton actuó en su acostumbrado papel de mediador. Las partes ratificaron formalmente al 7 de noviembre como fecha que disparará las negociaciones que definirán un "marco" para el acuerdo final de paz. El diario israelí Haaretz informó ayer que Barak buscaría en este "marco" la creación de un Estado Nacional Palestino, entidad que firmaría el tratado definitivo. En una noticia relacionada con la paz, o al menos con la seguridad nacional, el ejército israelí probó ayer con éxito el misil antimisiles "Hetz", desarrollado en vista de la amenaza presentada por Siria. El simbolismo que ha adquirido Oslo merecería que ayer hubiera presenciado la conclusión exitosa del proceso de paz. En los hechos, lo que se logró fue mantener sobre rieles su continuación. Los negociadores principales de ambas delegaciones --Oden Erán por los israelíes y Yaser Rabo por los palestinos-- hicieron oficial su compromiso de reunirse el lunes próximo en la ciudad autónoma de Ramalá, en Cisjordania. Su objetivo será concretar un "marco de acuerdo" sobre las metas comunes de ambos pueblos. Este "marco" serviría como guía para el tratado de paz final, y tendría que ser firmado antes del fin de febrero próximo. El tiempo apremia: el límite acordado para la firma del tratado final de paz es setiembre del 2000. "Ahora lo importante es que puedan ponerse de acuerdo sobre cómo cumplir con sus cronogramas", explicó ayer el presidente Clinton luego de reunirse con Barak y Arafat. Un extenso artículo publicado ayer por Haaretz (que citaba a "fuentes diplomáticas") reveló la propuesta israelí para la próxima ronda de negociaciones. Barak estaría agudamente preocupado por el hecho de que la Autoridad Nacional Palestina (ANP) de Arafat no es realmente un Estado soberano. Esto la incapacitaría legalmente para otorgar el tipo de garantías que Israel quiere ver incluidas en el tratado de paz final; nunca aliarse con sus enemigos, por ejemplo. La solución que propondrán los negociadores israelíes será entonces que el "acuerdo marco" acepte la creación de un Estado Nacional Palestino. Este Estado firmaría el tratado de paz final, y Barak podría presentar a su país un acuerdo firmado con un gobierno legítimo, en lugar de con un movimiento de liberación nacional. El plan es perfectamente lógico, pero tiene el inconveniente de que podría resultar completamente inaceptable para Arafat. El motivo principal es el espinoso tema de Jerusalén oriental, ocupado por Israel en 1967. Arafat exige que este sector sea entregado al Estado Palestino, que situaría allí a su capital. El plan israelí no menciona específicamente a Jerusalén oriental, dejándolo quizá como un as en la manga para los negociadores israelíes. Pero la propuesta subraya ominosamente que Jerusalén "no será dividida", y que el Estado Palestino deberá reconocer a Jerusalén occidental como capital de Israel. Arafat tendría que aceptar además que tres sectores --trazados para "agrupar" a los colonos judíos-- de la Cisjordania reivindicada por la ANP sean retenidos en perpetuidad por Israel. Evidentemente al tanto de las ideas del gobierno israelí, el líder palestino enfatizó ayer que Jerusalén era "el punto central" de las negociaciones de paz, y que debía volver a como estaba "antes de 1967".
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