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Por Carlos Rodríguez El alegato del fiscal Luis Chichizola tuvo el efecto simbólico, claro de una perdigonada. Por un lado hirió a los nueve miembros de la superbanda de Luis El Gordo Valor, para quienes pidió condenas que van de los 20 a los 23 años y seis meses de prisión por un intento de robo, agravado por triple homicidio. Pero también requirió la apertura de cuatro causas para investigar la actuación del ex juez de Morón Osvaldo Lorenzo, hasta hace poco ministro de Seguridad bonaerense, y de la cúpula de las Brigadas de San Justo y Morón. El jefe de ambas, al ocurrir las irregularidades, era el comisario Mario Chorizo Rodríguez, un imán de atraer sospechas. El fiscal calificó de acto inusual dijo que nunca vio algo similar en 29 años de carrera judicial a la causa preventiva abierta por Lorenzo 55 días antes de ocurrido el hecho. Eso supone algo inaceptable que afecta las normas constitucionales y el sistema democrático, al autorizar tareas de inteligencia que incluyeron escuchas telefónicas ilegales. Chichizola atacó de raíz lo actuado por Lorenzo y por la policía: Si se hubiera querido, el hecho no habría llegado a producirse. En el enfrentamiento del 19 de setiembre de 1994 murieron el sargento Claudio Calabrese y los delincuentes Alejandro Borda y Daniel Fariña. El fiscal recordó que el comisario José Jofré, segundo de Rodríguez, fue notificado a las 18.30 de la inminencia del asalto al camión de Tab Torres, que se produjo media hora después. Jofré conducía su auto a 70 kilómetros por hora y estaba a 14 kilómetros del lugar, de manera que en 12 minutos pudo estar allí para impedir que el hecho ocurriera y en otros 12 avisarle al móvil de Tab Torres para que no avanzara hacia la trampa mortal. Con su accionar, la policía puso en riesgo a ciudadanos a quienes tiene la obligación de proteger, dijo el fiscal aludiendo a la enorme cantidad de autos particulares que circulaban, a esa hora, por el Acceso Oeste, en Moreno, donde se produjo el tiroteo en el que resultaron heridos varios particulares y el propio comisario Jofré. Chichizola recordó que Lorenzo dijo en la audiencia que abrió la causa para controlar a la policía, pero eso nunca se cumplió y la policía actuó por las suyas desde antes de la apertura de la causa 37.551, el 28 de julio de 1994, y también después, cuando el caso ya estaba en manos del juez Eduardo Costía. De Lorenzo dijo que ninguno de los cinco o seis oficios que firmó, en una causa que tiene más de 200 fojas aportadas por los instructores policiales a fuerza de tareas de inteligencia, tenía la mención expresa de que se diera intervención al fiscal de turno. A fojas 56 figura un número telefónico que fue intervenido sin que mediara fundamentación alguna que justificara esa medida. Ni siquiera hay información sobre el origen de los vehículos sustraídos por los delincuentes que fueron usados en el intento de robo. Es como si todo hubiera sido preparado para que el hecho ocurriera y no para evitarlo, señaló el fiscal. A pesar de las falencias en esa etapa de la investigación, Chichizola consideró que está probado que los nueve miembros de la banda participaron del intento de robo y que todos estaban armados. Pidió 22 años y seis meses de cárcel para Valor, Hugo La Garza Sosa, Claudio Gutiérrez, Daniel Hidalgo, Juan Monzón y Rodolfo Cardozo. En el caso de Emilio Nielsen la pena solicitada se elevó a 23 años y seis meses. El imputado, además del intento de robo agravado, está acusado de producirle lesiones al cabo Luis Cornejo en el momento de su detención. Para el acusado Claudio Chávez el fiscal pidió 20 años de prisión, teniendo en cuenta que es el único que carece de antecedentes penales. En cambio, a La Garza Sosa le sumó el pedido de la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado, por ser quien más condenas anteriores tiene (ya suma cuatro). Chichizola consideró que la bala que mató al sargento Calabrese partió de la pistola Browning 9 milímetros, con el número de inscripción limado, que tenía en su poder el delincuente Daniel Fariña. De esa manera desestimó la posibilidad de que al suboficial lo hubiera asesinado la propia policía. La pertenencia del arma fue determinada por simple deducción. Se tomó como base el dato aportado por el perito Carlos Coppola, que indica que la pistola apareció muy cerca del cadáver de Fariña. El fiscal, para acreditar la presencia de los imputados en el lugar del hecho, se basó fundamentalmente en los reconocimientos en rueda de persona realizados por los custodios que iban en el blindado de Tab Torres, el chofer Jorge Carabajal y Ceferino Aguirre y Horacio Acosta, aunque en algunos casos apeló a lo declarado por los policías Osvaldo Seisdedos, Antonio Torreira y Federico Kalmnber, entre otros. El tema de los reconocimientos fue duramente cuestionado por las defensas a lo largo del juicio y será uno de los principales objetivos a vencer en los alegatos finales, que comienzan hoy, en razón de las supuestas irregularidades que habrían cometido los policías al mando del comisario Rodríguez (ver aparte). El fiscal eludió citar como reconocimientos válidos a muchos de los realizados por la policía, como una forma de quitarles argumentos a los defensores. Chichizola rechazó una por una las coartadas de los imputados, que afirmaron no haber participado en el intento de robo. Incluso desestimó lo dicho por Hidalgo, quien trajo varios testigos que afirmaron que el 19 de setiembre de 1994 él se encontraba en la ciudad entrerriana de Concordia.
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