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Dos hombres que estaban escondidos en un baño del edificio de Rentas de la ciudad redujeron al personal de seguridad del edificio, a dos carpinteros que estaban terminando un trabajo y al remisero que los esperaba. El objetivo de semejante maniobra todavía no está claro, aunque se presume que intentaban robar un cajero automático. Lo único cierto es que, en el filo de la medianoche del lunes, uno de los serenos terminó con la cabeza destrozada por un balazo. Y que los delincuentes se escaparon con apenas diez pesos y unos pocos objetos personales que lograron arrebatarles a los siete trabajadores. En señal de duelo, los empleados de Rentas decidieron no atender al público durante todo el día de ayer, aunque sí cumplieron con sus tareas puertas adentro.El final empezó a desencadenarse unos veinte minutos antes de la medianoche del lunes, en la Dirección General de Rentas de la calle Viamonte y Suipacha. Sebastián Vázquez, un sereno de 40 años, fue al baño del subsuelo y se encontró con la desagradable sorpresa: dos hombres de veintipico de años lo encañonaron, lo maniataron y lo encerraron en el baño. Sobre cómo y desde cuándo estaban ahí la policía maneja dos hipótesis: O ingresaron a través de los techos, algo que es extraño, porque hay una puerta arriba que tiene señales de marcas, pero parecieran ser de vieja data; o estuvieron todo el tiempo escondidos, apuntó a Página/12 Roberto Verdini, subcomisario de la seccional 3ª que investiga el hecho. Lo más factible es que hayan estado ocultos y que hayan entrado durante el horario de atención, agregó Verdini. De ser así, los delincuentes estuvieron por lo menos desde las tres y media de la tarde, horario en que termina la atención al público. La próxima víctima fue Antonio Caramela, también sereno, y de 62 años. Le sacaron el cinto y lo ataron de pies y manos de forma muy improvisada y lo encerraron en el baño.En la planta baja se encontraban José Antonio Ponce y Víctor Daniel Pizarro, dos carpinteros que habían terminado su trabajo de refacción de una de las oficinas y esperaban que los pasara a buscar un remís. Además, había dos custodios de la empresa de seguridad Odipa, Miguel Arturo Frías y Walter Aguirre. Los delincuentes redujeron a los cuatro hombres y los llevaron también al baño del subsuelo, donde los ataron con los cordones de sus zapatos y cinta adhesiva. Mientras tanto, a la puerta del edificio ya había llegado el remisero César Agüero, encargado de llevar a los carpinteros a sus casas. Pero el cambio de planes sorprendió también a Agüero, que fue engañado y conducido al baño del subsuelo. Cuando llegan al baño, se dan cuenta de que faltaba un hombre, señaló Verdini. Era el sereno Caramela, que se había zafado de las precarias ataduras y corría escaleras arriba. Para el subcomisario, la suerte le jugó en contra al sereno: Es difícil encontrar a alguien en ese edificio, es un lugar enmarañado, con muchas escaleras que suben y bajan, pero se nota que quiso el destino que Caramela eligiera para subir una escalera que era justo la que había elegido el delincuente para perseguirlo, opinó el subcomisario. Una bala destrozó la cabeza del sereno, quien murió en el acto. Es un disparo a poca distancia y está hecho de arriba hacia abajo, apuntó Verdini. En el lugar fue incautada una vaina de un arma calibre 9 milímetros. Inmediatamente, los dos hombres huyeron con el absurdo botín: diez pesos y algunas pertenencias. Incluso, en la agitada huida después de esa muerte, dejaron algunos relojes que ya habían separado para llevarse.Si bien en un principio fuentes policiales suponían que los hombres habrían intentado robar el Banco Ciudad que está al lado de Rentas, la hipótesis fue descartada. No hay puertas que comuniquen los edificios y es poco probable que hubieran hecho todo este despliegue para después recién entrar al banco. La hipótesis más fuerte, aún con poco asidero, es que quisieron robar un cajero automático del Banco Nación, instalado dentro de Rentas, donde habría unos 300 mil pesos para el pago del personal. Verdinise inclina por una tercera: Eran unos improvisados, no sabían dónde se metían, estaban nerviosos y no manejaron la situación.El cuadro con el que se encontraron los empleados ayer a la mañana derivó en un virtual estado deliberativo. Aunque las autoridades aseguraban que la atención era normal, el estado de ánimo generalizado impidió la atención al público. Para hoy, prometen, la atención sí será la habitual.
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