Por Fernando DAddario Con el escepticismo que
habían alimentado los años, Alfredo Zitarrosa jamás habrá imaginado que el tiempo les
daría revancha a sus canciones. Gastado por el exilio, por las luchas perdidas y por
torturas internas que excederían cualquier racionalización de la tristeza, Zitarrosa
murió el martes 17 de enero de 1989. Su muerte, acaso, sirvió para probarles a todos que
su vida había valido la pena. El, que solía expresar cierto desprecio por su obra,
emprendería el último de sus exilios sin saber que esa obra monumental, despareja,
heterogénea como su personalidad lo superaría sin pedirle permiso a sus pruritos.
Hoy, donde esté, estará ensayando una mueca de incomodidad ante esta suerte de
canonización, que incluye homenajes, shows a su memoria, reivindicaciones, libros,
CDs, etc. De todos estos tributos póstumos, el que más desestabilizaría (por un
momento, nomás) su natural inseguridad sería el que materializará Página/12 a partir
del domingo. Se trata de Zitarrosa inédito, cinco CDs que acompañarán la edición
del diario durante cinco semanas. Y que escarban en detalles desconocidos del uruguayo:
canciones inéditas, grabaciones en vivo, registros desconocidos. Una joya para los
amantes de la música popular, más allá de la modestia de Zitarrosa. La respuesta de
todo está en la música, un inquietante punto de partida para conocerlo mejor. Y en saber
que Alfredo, aun con la poca confianza que les tenía a sus canciones, fue guardando
meticulosamente, del mismo modo que hacía con los reportajes, miles de horas de ensayos y
de grabaciones en vivo. Este tesoro se lo debemos exclusivamente a él, porque
trabajaba así. Era profesional, que todo lo que hacía lo guardaba, lo etiquetaba, ponía
dónde lo había hecho, cuándo y cómo. A veces revisaba esos archivos, sacaba una
canción, le cambiaba algo, era su manera de trabajar, comenta Martín Monteiro,
yerno de Alfredo y factotum de esta tarea recopilatoria del material inédito de
Zitarrosa. La colección fue originariamente editada por la revista uruguaya Posdata, y
luego condensada para su publicación en sucesivas ediciones de Página/12. Estas
grabaciones encontradas del uruguayo bucean en facetas no difundidas comercialmente. Por
ejemplo, su fanatismo por el tango, que nunca se animó a plasmar en discos oficiales. En
la etapa mexicana de su exilio, en los tempranos 80, dejó registrados varios tangos
de antología, como Tinta roja, Malevaje y Mi noche
triste. Admiraba tanto a Gardel y a Goyeneche que cuando escuchó sus propias
grabaciones sintió un tremendo complejo de inferioridad, y decidió no editarlas. Es
lógico que no tuviera la perspectiva para comprender que no cantaba esos temas como un
tanguero ortodoxo sino, simplemente, como lo que era: un Zitarrosa auténtico. La
búsqueda de perlitas lleva indefectiblemente a registros inéditos, como los que
recuperan las legendarias y poco conocidas Contracanciones (antecedente de
Guitarra negra, con una feroz autocrítica), y otras rarezas, como Vidala para mi
sombra y Los ojos negros. En una de las versiones rescatadas de
Barrio sur se escuchan cantos de pájaros, porque fue grabado en el Prado de
Montevideo. El mito agrega que cada vez que Alfredo se sentaba allí a tocar, una bandada
de pájaros rodeaba al músico. La recorrida incluye también pasajes que lo definen tanto
como sus canciones: entrevistas donde asume el papel de reportero (una nota memorable a un
joven y desconocido Joan Manuel Serrat en 1970) y otras donde es el entrevistado, como la
que le hacen en Madrid a poco de llegar exiliado a España (1976). Las coordenadas de
tiempo y lugar dibujan piruetas cuando se trata de contextualizar la obra y la figura de
Zitarrosa. Con el handicap que otorga la perspectiva temporal, esta colección ayuda a
analizar una paradoja: Zitarrosa es considerado uno de los grandes de la canción social
latinoamericana en un tiempo determinado, los años 60 y 70. Sin embargo, por
presencia, imagen y actitud, actuaba y vivía como un hombre de otra época (un tanguero
anarquista de principios de siglo, quizá) y de un solo lugar: Uruguay. Su fina estampa,
su riguroso negro, el pelo engominado, supesimismo proverbial, constituían la antítesis
de los parámetros culturales del llamado nuevo cancionero. Frente al
latinoamericanismo militante de sus colegas generacionales, Alfredo mostró la contracara
forzada, fundiendo su vida en una eterna crónica del desarraigo. Su aspereza se agudizó
a partir de un hecho concreto. Adherente del flamante Frente Amplio, debió pagar
demasiadas facturas políticas cuando el tristemente célebre Juan María Bordaberry ganó
las elecciones de 1971, y dos años después generó un autogolpe que cedió el poder a
los militares. En ese momento (el año en que grabó uno de sus mejores discos, Adagio en
mi país), Zitarrosa estaba actuando en Chile. Allí se quedó, ilusionado con el
socialismo de Allende. Cuando Pinochet terminó con el socialismo y con la vida de Víctor
Jara, volvió a Uruguay, donde sufrió censura y allanamientos. La historia reciente de
América latina siguió pegándole cachetazos. En febrero de 1976 decidió autoexiliarse.
Y eligió el peor lugar: Buenos Aires. Llevó entonces sus nostalgias a España. Un país
que empezaba a festejar la caída de Franco y pretendía enterrar las amarguras propias no
pareció demasiado dispuesto a contener la melancolía ajena.Es posible contemplar ese
peregrinaje a través de esta colección de emociones dispersas, que deambulan entre el
canto de pecho oprimido y la ilusión del retorno, cuando México asomó como el principio
de un volver a vivir que no fue tal, y Alfredo ya había hecho su catarsis con el
desesperante Guitarra negra. El regreso al Uruguay democrático fue casi anecdótico. Ya
no era el mismo Zitarrosa. Tantos años sin sus bares, sin su barrio, sin sus amigos, lo
habían dejado artísticamente anémico. El alcohol e ingratitudes varias se encargaron
del resto. Ahora sólo quedan los homenajes y el privilegio de poder escuchar sus
canciones.
LA CONFUSION DE UNA
ENTREVISTA
¿No eres argentino?
El
siguiente es un fragmento de la entrevista que le realizó en Madrid el periodista José
Luis Izaguirre para Radio Peninsular, en la Navidad de 1976. Forma parte del primer
volumen de la colección, y no tiene desperdicio.
¿Qué es la milonga?
Es el género folklórico vivo en mi tierra, al punto de que, al menos en mi caso,
yo no compongo sino milongas, muy a pesar de que escribo alguna otra cosa, pero en general
todas mis canciones son milongas, allá en el fondo de su alma.
Alfredo, nosotros aquí en España conocemos muchos cantantes de tu tierra, muchos
cantantes argentinos pero...
(Interrumpe Zitarrosa con voz grave) No, no
¿Tú no eres argentino?
No.Sin embargo, todos pensamos que lo eres...
Bueno, es que no sé por qué has cometido este error. Deberías estar enterado. Me
has pedido una entrevista. Deberías saber que yo no soy argentino. Soy un cantante
uruguayo...
Bueno, la milonga no es típicamente uruguaya, querido...
No, claro, la milonga es rioplatense pero...O sea es típicamente
argentina.No, no, no, nada de eso.Cuéntanos.La milonga es un género
folklórico (...) que comprende una vasta zona de la pampa argentina y las praderas
onduladas de la Banda Oriental. Para el entendido, además, las milongas orientales se
diferencian netamente de las pampeanas, son algo más...
La pampa es argentina, ¿no?
Sí, claro.
Y este disco fue grabado en Argentina, ¿no?
Sí.Es que vi que te habías puesto un poco serio y...
Claro
Disculpa un poco mi despiste pero resulta que si la pampa es argentina, y resulta
que la milonga es argentina y resulta que el disco ha estado grabado en Argentina y
resulta que los primeros discos que nos han llegado vienen de la Argentina, tú me vas a
disculpar mi error, a pesar de mi falta de información.
Claro, claro. Yo he grabado en Argentina desde el 62 por razones técnicas
(...) En mi país hasta el año 64 no existían estudios apropiados para hacer
grabaciones de calidad. Es por esto que grabo en Buenos Aires. Mis canciones son
orientales, y estas milongas que tú has escuchado son milongas de mi país.
Cinco discos, tema por tema Volumen 1Farolito de papel (García Jiménez T. y M.
Lespes)/Ensayo de Chacarera del 55 (Hnos. Núñez)/Milonga del
solitario (ensayo, Atahualpa Yupanqui)/Ensayo de El loco Antonio
(Zitarrosa)/Milonga del solitario (Yupanqui)/La desvelada
(Zitarrosa)/Coplas de baguala (anónimo)/La coyunda
(Zitarrosa)/El camba (G. Rojas)/Entrevista en Madrid.Volumen 2Tinta
roja (Castillo y Piana)/La canción y el poema (Vilariño y
Zitarrosa)/Los ojos negros (Herrera y Reissig y Zitarrosa)/Ensayo de Del
cardal (Eustaquio Sosa)/Canción para unos ojos (ensayo,
Zitarrosa)/San Telmo (Grela)/Zamba por vos (Zitarrosa)/Gato
de las cuchillas (Zitarrosa)/Recordándote (Zitarrosa)/Del
cardal/Entrevista a Serrat.Volumen 3Malevaje (Discépolo y J. de Dios
Filiberto)/Esquila (Ardúa y Zitarrosa)/Mariposa negra
(Zitarrosa)/De la lucha (Alonso y Trelles, y Zitarrosa)/Coplas
orientales por cifra y milonga (Zitarrosa)/Contracanción I
(Zitarrosa)/Flor de cartón (Zitarrosa)/Contracanción II
(Zitarrosa)/Canción de la gallina (Zitarrosa)/Contracanción II
(Zitarrosa)/Entrevista en México.Volumen 4Barrio sur (Estrázulas y
Zitarrosa)/Barrio sur (tangueado)/Vidala para mi sombra (Santos
Espinosa)/La cumparsita (Mattos Rodríguez)/Caminito (J. de Dios
Filiberto)/Milonga instrumental (Zitarrosa)/El violín de Becho
(ensayo, Zitarrosa)/ Idem/Melodía larga 2 (Zitarrosa, Cobelli y
Méndez)/Pal que se va (Zitarrosa)/Stefanie
(Zitarrosa)/Gato del perro (Zitarrosa)/El violín de Becho
(Zitarrosa)/Entrevista en Buenos Aires.Volumen 5Mi noche triste (ensayo,
Contursi y Castriota)/Mi noche triste/Adagio en mi país
(Zitarrosa)/Pruebas de Adagio en mi país/Milonga de pelo largo
(Gastón Ciarlo)/Crece desde el pie (Zitarrosa)/Doña Soledad
(Zitarrosa)/Adagio en mi país (Zitarrosa). |
Nunca vi nada más emocionante en mi vida |
En esa oportunidad invitaron a un idiota que era yo. Se
tocaba en un `aula en la que habría unos doscientos obreros que a la hora del
`bocadillo iban a ver a unos cantantes desconocidos. Yo toqué lo que tocaba en ese
entonces y cuando terminé anunciaron: `Ahora vamos a presentar a un cantante uruguayo,
exiliado..., Alfredo Zitarrosa. Entonces apareció un tipo de traje, de pelo
engominado, con cara de representante de pompa fúnebre. No tenía idea quién era, lo vi
y no entendí nada. Entró, se sentó y se puso una copa al lado. Traía un tocadiscos
bastante primitivo. Colocó la púa y empezó a sonar `Guitarra negra sin voz... El
empezó a recitar esos versos ante varios obreros que no tenían idea de lo que hablaba y
ante un `hippie con pelo largo y barba que quería ser Bob Dylan y que estaba muy
lejos de la estética de lo que estaba oyendo... Durante los primeros diez segundos la
gente se miraba, yo también estaba un poco sorprendido. Al tercer verso quedé
petrificado, `¿de dónde salió este marciano?, pensé. Así hasta que acabó.
Nunca vi nada más emocionante en mi vida. Desde entonces lo amo. No lo saludé, ni
tampoco le dije nada. Al día siguiente salí a buscar material discográfico de
él. (Joaquín Sabina)
La estadía de Alfredo en España fue muy difícil. Como creo que en alguna medida
también lo fueron sus años en México. En realidad, el exilio siempre es difícil. En
primer lugar porque son situaciones no deseadas a las cuales cuesta asumir como algo
natural. A pesar de que uno conoce bien esa frase que dice: `ya que nos jodieron tratemos
de sacar provecho, el carácter de Alfredo no era el más adecuado para hacer suyo
este consejo. El vivía más pendiente, por ejemplo, de los resultados de Peñarol que de
cómo solucionar los problemas que se le presentaban en sus días de exiliado. Por otro
lado, mi país estaba viviendo lo que se dio en llamar `la transición a la
democracia. Eso hacía que alguien como Alfredo no pudiese acceder fácilmente al
lugar que por talento y por corazón le hubiese correspondido. España era una
nación que trataba de normalizarse con prisa y sin pausa, y no había espacio para los
que no caminaban en esta dirección. En esto, Zitarrosa tampoco tuvo suerte. (Joan
Manuel Serrat)
En una reunión en el departamento de la calle Thames, yo le pregunté cómo
componía porque sabía del problema que tenía en la mano (producto del corte que se
había provocado en Cuba). `Bueno me contestó, generalmente silbo las
canciones, la macana es que a veces me olvido algunas cosas porque no tengo
grabador. Muchas de sus pertenencias ya estaban en Montevideo. Otro día que nos
juntamos, yo me acordé de eso, y llevé a su casa un pequeño grabador de periodista que
había conseguido y, como quien no quiere la cosa, lo dejé en la mesa. Terminamos de
tomar mate, me hice el distraído, y me fui. Sabía que si se lo daba no me lo iba a
aceptar. Llegué a casa y a los cinco minutos sonó el teléfono. `Víctor, usted se
olvidó un grabador en mi casa. `Ah!... no importa le contesté-, téngalo
Alfredo, la verdad es que yo no lo necesito. `Véngalo a buscar, Víctor; a mí
estas cosas no me gustan, disculpe. Volví inmediatamente a su casa, tomé el
grabador y, cuando me iba, Alfredo me dio un abrazo y me dijo: `Mire, yo le agradezco, si
realmente lo necesito se lo pido. Pero no se preocupe por mí, me parece que ahora estoy
recuperando la memoria... Yo admiraba su personalidad, era un hombre de una gran
dignidad. (Víctor Heredia)(Testimonios recogidos del libro Cantares del alma, del
periodista Guillermo Pellegrino.) |
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