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Por Luis Bruschtein No se engañen, el turco no está muerto, insisten los menemistas de confianza y la propuesta de Rodolfo Barra para el cargo de auditor general de la Nación parece darles la razón. Porque debe haber pocas figuras que inspiren tanta irritación entre los dirigentes de la UCR y el Frepaso como este ex ministro que funcionó como operador en algunas de las acciones del gobierno saliente más criticadas por la oposición, en especial la privatización de los aeropuertos. En realidad, para la oposición, el propuesto auditor tendría que ser el auditado. Uno de los principales estandartes de la Alianza en la oposición ha sido la independencia del Poder Judicial y Rodolfo Barra fue un conspicuo miembro de la Corte menemista. La derecha clerical siempre fue enemiga del radicalismo y ahora del Frepaso y lo demostraron los obispos de este sector al participar abiertamente en la campaña electoral contra la Alianza. En su juventud Barra fue militante de Tacuara, una organización de ultraderecha nacionalista y católica de los años 60. Y más tarde estuvo relacionado con el Opus Dei. Con Menem fue ministro de la Corte, viceministro de Obras Públicas, ministro de Justicia y asesor presidencial en temas relacionados con el aborto y la defensa de los niños no nacidos y fue uno de los principales impulsores de la re-reelección del presidente saliente. El escándalo que se produjo al difundirse su militancia juvenil en la extrema derecha antisemita fue uno de los motivos que provocaron su alejamiento del Ministerio de Justicia. Barra primero lo negó y luego aceptó que había integrado la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios (UNES), que era el brazo estudiantil de Tacuara. Menem trató de defenderlo explicando que se trataba de un pecado de juventud. Hijo de un comisario, Barra no tiene origen peronista sino que proviene de este sector del nacionalismo católico de derecha y en los 70 fue colaborador de otro admirador del fascismo italiano, el interventor de la Universidad de Buenos Aires Alberto Ottalagano, cruzado de una caza de brujas macartista que fue el preludio de la sangrienta llegada de la Triple A a la escena argentina. De esa derecha militante y agresiva que fue Tacuara, responsable de numerosos atentados antisemitas, Barra pasó a una derecha menos agresiva, pero no menos conservadora, como el Opus Dei. Casualmente, el propuesto auditor apareció involucrado en un conflicto judicial por una cesión a instituciones del Opus Dei cuando era miembro de la Corte y tuvo que dirimir en una disputa. Con barba candado y fumador de pipa, Barra trató de espantar ese fantasma extremista de su pasado. Recibió a la prensa y ofreció una imagen conciliadora y democrática. Pero su intervención como operador del Presidente nunca fue en hechos de negociación o de búsqueda de consenso, sino en aquellos que Menem lanzaba a la confrontación, como la campaña furiosa y más papista que el Papa contra el aborto. Cuando dejó el Ministerio de Justicia, Barra pasó a integrar la primera línea de asesores presidenciales y ayudó al jefe de Gabinete, Jorge Rodríguez, a defender ante la Corte que había integrado la serie de decretos con que Menem privatizó los aeropuertos pasando por encima del Parlamento. No fue una acción muy nacionalista, y más si se tiene en cuenta que el mismo Barra había había sostenido las posiciones de la Corporación América que, junto con la norteamericana Ogden, se adjudicó esas privatizaciones. De la misma manera representó a la empresa alemana Siemens para que pudiera adjudicarse el millonario negocio de los nuevos DNI. Barra es un conocedor de las leyes, ésa es su profesión, pero en estos casos las empresas requerían más sus capacidades de lobbista por su acceso directo al presidente Menem. Barra tocaba la corneta y el piano pero como siempre fue un operador polifuncional también pasó a tocar el bombo: Menem lo puso al frente delORSNA, el ente regulador de la actividad de los aeropuertos y, por lo tanto, encargado también de controlar a los adjudicatarios. No hay intereses contradictorios, explicó este versátil hombre orquesta del presidente Menem cuando fue interrogado por su triple rol en este proceso de privatización sin intervención del Congreso. Con estos antecedentes, por lo menos arbitrarios, con respecto al manejo de las cuentas públicas, la propuesta para que Barra sea el encargado de fiscalizar las cuentas del nuevo gobierno podría parecer un chiste si el responsable de la idea no fuera Menem.
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