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Por Fernando Cibeira y Adrián H.
Mouján Fernando de la Rúa llegó a Olivos serio y se fue más serio, casi como enojado. Y eso que había conseguido lo que fue a buscar: que Carlos Menem pusiera a sus funcionarios a trabajar en una poda urgente del conflictivo Presupuesto 2000, cuestión que esté aprobado antes de su asunción. Pero para el presidente electo es vital demostrar que el muerto que le están dejando es peor de lo que podía esperarse y que detrás de las cifras hay rostros humanos, como dijo por la tarde. Antes y después, Menem respondió a las afirmaciones de su sucesor como sabe: dijo que abre el paraguas por su incapacidad y pidió a sus funcionarios alguien que moleste la nueva gestión. Como consecuencia, el clima de la reunión fue de corrección pero estuvo lejos de la cordialidad que reinó en la que De la Rúa mantuvo con Eduardo Duhalde la semana pasada. En un momento, Menem habló sobre la dureza de las declaraciones de De la Rúa en Brasil, cuando planteó que les estaban dejando un país desordenado y con un déficit mucho mayor que el que muestran en Economía. Más allá de los adjetivos, yo estoy preocupado por los números, respondió el radical, y pasó a detallar los motivos de su inquietud. Ustedes hacen un cálculo sobre el déficit y nosotros otro. No puede ser que se tenga una apreciación diferente sobre las cuentas. ¿Por qué no juntamos a nuestros técnicos para que se pongan de acuerdo?, propuso. Menem aceptó enseguida ese punto y otros más que el presidente electo llevó al encuentro. Por ejemplo, apurar un proyecto consensuado de ley de coparticipación federal, que el Gobierno se abstenga de asumir compromisos que condicionen la próxima gestión, como por ejemplo un aumento de sueldo a los estatales y que quede garantizado el financiamiento para el primer trimestre del 2000. Según los cálculos de los técnicos de la coalición, el dinero en las arcas públicas alcanza para un mes. Además, hubo un sobrevuelo sobre varios temas de actualidad pero sin profundizar, que continuarán conversando más adelante, según coincidieron voceros de ambas partes. Fernando, hablémonos para convertir esto en algo histórico, se entusiasmó el Presidente en un momento. Según un trascendido que partió de Presidencia, De la Rúa y Menem podrían tener una segunda reunión más reservada dentro de un par de semanas. De la Rúa llegó a Olivos 15 minutos antes de lo previsto, como si estuviera apurado por cumplir. Menem lo recibió en las escalinatas del blanco chalé presidencial de la quinta, a donde se supone que De la Rúa se mudará dentro de un mes. Antes y después de la reunión posaron para los fotógrafos. Menem más distendido, De la Rúa más inexpresivo. Apenas entraron, los esperaba Zulemita en rol de anfitriona. Los saludó y les preguntó si querían algo de tomar o de comer. Cuando apareció el mozo, De la Rúa adujo un problema estomacal consecuencia del trajín de la campaña electoral para evitar la comida y pasar directamente a las infusiones. En una hora de reunión hubo dos rondas de café y agua mineral. Junto a Menem participaron del encuentro sus dos funcionarios fetiche: Carlos Corach y Alberto Kohan. De la Rúa llegó acompañado por el diputado Rodolfo Terragno y su vocero Darío Lopérfido. La sorpresiva presencia de Terragno fue una muestra del cariz casi técnico que el presidente electo le quiso dar al encuentro: participó en su carácter de vicepresidente de la Comisión de Presupuesto de Diputados. Ahora, como consecuencia del encuentro, Terragno se perdió de viajar a París para el Congreso de la Internacional Socialista. Se quedará para trabajar junto al referente económico de la Alianza, José Luis Machinea, en el pulido del presupuesto hasta dejarlo a gusto de De la Rúa. Del lado del Gobierno trabajarán Corach y el segundo de Roque, Pablo Guidotti. En la Rosada aseguraban que el trabajo está adelantado. Es que las primeras declaraciones de De la Rúa y Machinea, escandalizados por las cifras del déficit, enojaron a Menem, que encargó una poda generalizada enlas cuentas oficiales. Además, en Economía están preparando un informe para dar una respuesta pública a las acusaciones. Cuando la reunión culminaba, Kohan propuso que Menem y De la Rúa se presentaran ante la prensa juntos. No, tengo a los periodistas esperando en el Hotel Panamericano y voy a hablar allí, se excusó De la Rúa. A diferencia de aquella transición del 89, cuando Raúl Alfonsín invitó a Menem a recorrer los jardines de la quinta, esta vez no hubo paseo. Había muchos periodistas, fue el argumento. La salida, entonces, fue con el presidente electo bien serio, apretón de manos y sin declaraciones. Menem no quiso responder a ninguna pregunta. No puedo, hay un compromiso, explicó. La postura de ayer de De la Rúa mostró un abismo de diferencia con la tarde que se juntó con Eduardo Duhalde, el jueves pasado. En aquella ocasión, De la Rúa no sólo aceptó la conferencia de prensa conjunta sino que fue todo sonrisas y abrazos para las fotos. En los distintos gestos quedó evidenciado su favoritismo en la lucha interna que se libra dentro del justicialismo para resolver quién será su jefe en el 2000. Cerca del presidente electo no esconden sus simpatías por Duhalde si les dan a elegir entre uno y otro cacique peronista. Los delarruistas entienden que con el frustrado candidato pueden llegar a un nivel de diálogo más fino y a una convivencia más duradera. Menem les demostró qué es lo que tiene en mente para cuando abandone la presidencia, con la arenga que les dio a sus funcionarios en la reunión de gabinete. Por eso con Menem será todo rostros serios. De la Rúa continúa empeñado en demostrar que la transición no está linda y ordenada como la pintan, sino que el Gobierno le está dejando una herencia muy pesada. Debajo de las cifras hay rostros humanos, agregó De la Rúa, como si siguiera en campaña.
EL PRESIDENTE FURIOSO EN LA REUNION DE GABINETE Por A.H.M. Alfonsín, Menem, De la Rúa, Terragno
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