No entiendo el
nombramiento de Aldo Rico como ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires. Y
tampoco entiendo lo que está queriendo hacer Ruckauf: pone de ministro a la momia, con
vendas y todo, y después muestra a Frankestein como asesor. No sé si es sólo discurso o
si está buscando escándalo para después echarse atrás. El gobernador electo de la
provincia de Buenos Aires es el único que puede contestar eso. Tal vez busca ser el
Haider argentino (Joerg Haider, dirigente ultraderechista austríaco que elogió en
público las políticas de Adolf Hitler y fundador del partido FPOe que, en las últimas
elecciones de Austria, se convirtió en la segunda fuerza política). Sin embargo, el
Partido Justicialista se caracterizó siempre por ser un partido con vocación de poder;
la ultraderecha por el contrario siempre tuvo un techo electoral. Por eso el
discurso de extrema derecha de Ruckauf, que hasta lo superó a Patti, está vacío de
contenido. Si se concreta la designación de Rico, no tendría ninguna viabilidad por la
conflictividad del personaje elegido por Ruckauf para la seguridad de la provincia de
Buenos Aires. Además, la Alianza en la provincia va a estar atenta porque esta situación
puede ser una amenaza para el sistema democrático, habrá que manejar las mayorías en
ambas cámaras para controlar las políticas de seguridad del gobierno provincial.
* Legislador del Frepaso y penalista.
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La designación
de Aldo Rico como ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires es el punto más
bajo de la apelación a la ineficacia y a las políticas simbólicas. Tanto Rico como
Patti son ejemplos paradigmáticos de malos policías y malos militares. Son ejemplos de
baja eficiencia. Lo más grave es la insistencia de la dirigencia en desarrollar
políticas simbólicas y no afrontar el problema. Las políticas simbólicas son aquellas
que no aceptan la necesidad de una reforma estructural en el sistema de seguridad y
judicial.
Hoy se vuelve a vislumbrar un retorno a la edad de oro, a la época en que los
dirigentes podían hacer arreglos con la Bonaerense: a cambio de darle a la policía total
autonomía, ésta aseguraba un control territorial y una cierta sensación de baja
delincuencia.
El nombramiento de Rico es también una provocación y esconde la posibilidad de enterrar
a la Reforma Policial iniciada por Lugones y continuada por Arslanian. Esa misma reforma
que se llevó a una cuestión electoral cuando Ruckauf no dudó en tirar abajo a
Arslanian. Volverán así las viejas prácticas de la policía. Si lo de Ruckauf sólo fue
una treta electoral, es también negativo. De esta manera los dirigentes siguen mezclando
las políticas de Estado con la demagogia.
* Director del Inecip (Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales). |