Por Eduardo Videla
Es
preferible estar contando cuántos presos faltan recapturar que estar contando los
muertos, dijo a Página/12 Tulio del Buono, ministro de Gobierno de
San Juan, uno de los funcionarios que piloteó la negociación con los reclusos que se
amotinaron en la cárcel de Chimbas y tomaron nueve rehenes, entre ellos un juez y cinco
periodistas. El gobierno sanjuanino los había dejado escapar, con el objetivo de poner a
resguardo la vida de los cautivos y accedió al reclamo de los reclusos: dos vehículos,
chalecos antibala, armamento y la garantía de que no serían seguidos. El compromiso se
cumplió, pero según confirmó Del Buono, las armas un fusil FAL y una pistola 9
milímetros sólo tenía balas de fogueo. La policía tampoco los siguió, aunque
montó operativos en las rutas de salida de la ciudad y en la frontera de la provincia.
Fue así que hasta anoche pudieron ser recapturados 15 de los 26 fugados, entre ellos, los
seis cabecillas, considerados por la policía como los más peligrosos. El gobernador,
Jorge Escobar, admitió la precariedad de la unidad penal donde se produjo la fuga,
prevista para 150 internos, pero que aloja a 450. Uno de los evadidos fue capturado
cuando caminaba por las vías como un linyera, rumbo a Mendoza, junto a otros dos que
lograron escapar, contó a este diario el ministro de Gobierno. Otro fue detenido
cuando deambulaba por una calle céntrica de la capital sanjuanina. Los seis cabecillas
fueron apresados en la frontera con Mendoza, hasta donde habían llegado tras recorrer 90
kilómetros en dos autos que habían robado. Terminaron corriendo a campo traviesa y se
tirotearon con la policía hasta que comprobaron que la munición que llevaban era
falsa.El intento de fuga se generó a las 15.30 del miércoles, cuando un grupo de
reclusos tomó como rehenes a dos guardiacárceles y al procurador penitenciario, Luis
Salcedo Garay. Pedían la presencia del juez y de la prensa. Noventa minutos después, el
juez Agustín Lanciani ingresó junto a cinco periodistas para negociar una solución,
pero de inmediato los seis se convirtieron en rehenes. A partir de entonces no
estábamos en condiciones de negociar nada: ellos tenían rehenes calificados. Nos
decían: Las condiciones las ponemos nosotros, relató Del Bueno a
Página/12. Al frente de la negociación estuvo el jefe de la policía, Dante Marinero,
pero también participaron el arzobispo de San Juan, Italo Distéfano, y el ministro de la
Corte Suprema provincial Carlos Balaguer. Primero dialogaron a través de los celulares
que llevaban los periodistas. Pero cuando las baterías se agotaron, la negociación
prosiguió a los gritos, a través de las rejas. Dispuestos a evitar un nuevo Ramallo, los
funcionarios aceptaron las demandas. Pero se demoró el desenlace porque hubo que
preparar las armas, armar el operativo para recapturarlos y esperar una orden del juez.
Aunque no del juez que estaba como rehén, que no estaba en condiciones de dar ninguna
orden: pedía desesperadamente que accediéramos a las demandas, relató Del
Buono.El ministro no cuestionó la actitud del juez que terminó prisionero. Es
cierto que al ingresar a la cárcel nos complicó la negociación dijo. Pero
también pudo haber evitado que mataran a los guardiacárceles. Lo que hubiera
desencadenado una tragedia, porque afuera había otros guardiacárceles armados hasta los
dientes, que hubieran reprimido. Del Buono también elogió la actitud de los reclusos que
no se sumaron al motín. Los internos más normales, para llamarlos de alguna
manera, trataban de calmar a los más exaltados, para que no cometieran ninguna
locura, afirmó.La policía sanjuanina cuenta con un grupo de elite a la manera de
los halcones o los geos, para actuar en casos extremos. Pero, según argumentó el
gobernador Escobar en conferencia de prensa, usar la fuerza pudo significar la
pérdida de vidas. Por eso se optó por acceder a las demandas. De lo que carece la
provincia admitió el ministro de Gobierno- es de gente preparada para
negociar en casos de tomas de rehenes. La nuestra fue una solución
intuitiva, reconoció.Los evadidos fueron liberando a los rehenes y, a un kilómetro
y medio de la cárcel, abandonaron la trafic en la que habían huido y se dispersaron en
distintos vehículos robados. La recaptura más dramática ocurrió en el barrio Aramburu,
donde dos jóvenes de 20 años habían tomado a una mujer como rehén. El gobernador
Escobar admitió la precariedad de la principal unidad carcelaria de la provincia, que no
está en condiciones de admitir prisioneros considerados como peligrosos. Para
resolver esta falencia imaginó una solución original: en lugar de construir penales más
seguros, propuso la sanción de una reforma de la Constitución provincial para permitir
que los presos peligrosos puedan ser alojados en otra provincia.
Había gente muy loca, dice el
juez
Por M.C.
Siempre pensé en preservar la vida de los rehenes, afirmó ayer el juez de
instrucción Agustín Lanciani, el magistrado que quedó cautivo dentro del penal de
Chimbas durante el amotinamiento que terminó en la noche del miércoles sin derramamiento
de sangre. En diálogo con Página/12, Lanciani salió al cruce de
críticas del gobierno de San Juan por su decisión de permitir el ingreso de periodistas
al pabellón tomado por los reclusos: La prensa accedió a entrar voluntariamente.
En ese momento, los internos estaban muy convulsionados. Había gente empastillada, muy
loca. Tenían de rehenes a tres guardiacárceles y al cuarto lo habían sacado herido.
Pedían hablar con el juez de turno y con periodistas. Si en ese momento no tomaba una
decisión personal, hubiera habido muertes, respondió.En la noche del miércoles,
el ministro de Gobierno Tulio Del Bono calificó de irresponsable la actitud
del magistrado. Ayer, el gobernador Jorge Escobar sostuvo que yo no lo juzgo
porque fue una decisión de vida, pero advirtió que indudablemente si
no hubiese entrado (al pabellón) el problema no hubiese sido tal.Lanciani explicó
que decidió ingresar al epicentro de la revuelta para escuchar los reclamos de los
reclusos. Hice una valoración de la situación y actué para preservar la vida de
todos, indicó. El fantasma de Villa Ramallo lo acompañó en todo momento. El
clima en el pabellón era muy convulsionado. No había un solo jefe. Tenían seis o siete
cabecillas. Yo traté de ganarles la confianza. Traté de hablar con las personas más
conscientes para intentar calmar el ánimo de las otras que estaban más locas. En ningún
momento nos maltrataron, relató el magistrado. Según su versión, la orden de
entregarles la Trafic y el armamento fue suya. Las órdenes las di yo para que no
hubiera ningún derramamiento de sangre. Esa decisión salió de adentro, afirmó,
contrariando declaraciones del gobernador Escobar, quien aseguró que él encabezó la
negociación y dispuso acatar los reclamos de los reclusos. A los reclusos les
planteé como condición para abandonar el penal, que dejaran salir a todos los
periodistas y al resto de los rehenes: si peligraba alguna vida, que fuera la mía.
Finalmente, aceptaron si en el auto iban un camarógrafo y un personal del Servicio
Penitenciario junto conmigo, indicó. ¿Temió que los policías dispararan
sobre la Trafic?Estaba completamente seguro de que no lo harían. En San Juan no hay
Ramallo. |
HABLAN LOS PERIODISTAS TOMADOS COMO REHENES
Cuando salía pensé en Ramallo
Por Mariana Carbajal
¿Sabés cuándo
temí por mi vida? Minutos antes de que me liberaran, cuando estaba en la puerta del
pabellón, detrás de la reja, encañonado por los reclusos. En ese momento pensé en
Ramallo. Temí que la policía intentara reprimir, describió a Página/12 Orlando
Arias, fotógrafo del Diario de Cuyo, uno de los cinco periodistas tomados como rehenes
por los presos amotinados el miércoles en el penal de Chimbas, en las afueras de la
ciudad de San Juan. El fotógrafo admitió que temió más por la reacción de los
uniformados que de los internos que dominaban el pabellón Nº 8. Aun cuando lo apuntaban
con un arma en la espalda y otra en el cuello, su preocupación estaba en la fuerza de
seguridad. Pensaba que, si alguien hacía un movimiento que no les gustara a los
reclusos, podía ocurrir lo peor, describió. Arias fue el primero en ser liberado,
alrededor de las 21. Me dijeron que corriera y corrí hacia la salida. En la carrera
me di vuelta para sacar una foto más y un policía me gritó: no la saques porque
se arma el desparramo y seguí corriendo, recordó, el fotógrafo, de 47 años
y más de 20 de profesión. Nunca antes había vivido una situación tan violenta. La
odisea comenzó a las 17. Llegó a la cárcel con un cronista del mismo diario para cubrir
la revuelta junto con periodistas de otros medios de la provincia. En el patio del
penal nos recibió el juez (Agustín Lanciani). Nos pidió que no sacáramos fotos, porque
el clima estaba muy tenso y nos preguntó si queríamos entrar, ya que los presos querían
dialogar, precisó. Los cinco periodistas aceptaron la propuesta del magistrado.
En ese momento no medí los riesgos. Simplemente pensé que iba a cubrir una nota y
nada más, agregó Arias. Al ingresar en la enfermería del pabellón Nº 8, con el
magistrado, el director del penal y otros miembros del Servicio Penitenciario, el grupo
quedó cautivo. Nos anunciaron que éramos rehenes y nos encañonaron. En esas
condiciones, el fotógrafo siguió con su trabajo. Como estaban encapuchados, nos
permitieron sacar fotos, dijo y añadió: En ningún momento nos agredieron
físicamente, aunque sí verbalmente: nos decían que nos iban a hacer boleta si no les
daban lo que pedían. Se veía que estaban dispuestos a cualquier cosa, continuó
Arias. Uno de ellos decía: yo tengo una granada y ya no tenemos nada que
perder o salimos todos o no sale ninguno y se produce el reventón, precisó
Patricia Moreno, de LV 5 radio Sarmiento, una de las dos mujeres tomadas como rehenes.
Moreno elogió el desempeño policial. Creo que siempre primó que no sucediera un
segundo Ramallo y que ninguno de los rehenes tuviese problemas, consideró, al
recordar el copamiento al Banco Nación de Villa Ramallo, que terminó con dos rehenes y
un ladrón muertos por balas policiales.
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