Por F. D. Daniel Viglietti actuará hoy a las 21 en
el Auditorio de ATE, a beneficio de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Hay pocas
cosas en el mundo que encajen con mayor naturalidad, sin pedirle permiso a las
presentaciones formales. Hace 35 años (mucho antes de que el horror se asomara a ambas
orillas del Río de la Plata) que el uruguayo viene trabajando sobre la misma huella.
Alguna vez, el autor de A desalambrar, El chueco Maciel y
Canción del hombre nuevo musicalizó un poema de Circe Maia, Otra voz
canta: Dicen que no están muertos/escúchalos, escucha/mientras se alza la
voz/que lo recuerda y canta/cantan conmigo, conmigo cantan. Su vida puede avalar la
legitimidad de ese puñado de palabras. Conoció a las Madres en 1984, cuando regresó
a medias de su exilio: Actué en Buenos Aires cuando todavía no podía
volver a Montevideo. Hice dos Luna Park que fueron muy emocionantes, y ellas estaban
presentes. Todavía conservo un pañuelo que me dieron. Hace poco, estando en una gira por
el interior argentino, dije en un momento que estaba muy de acuerdo con el gobierno
de este país. Hubo un silencio, y después completé la frase: con el
gobierno ético de este país, que son las Madres. Cuando digo las Madres, digo
también las Abuelas, y los Hijos, claro. En Uruguay también hay una organización
de Hijos de desaparecidos y escraches que movilizan su lucha. Allí
desaparecieron casi 200 personas, y hubo miles de presos políticos y exiliados. No
obstante, la desproporción de cifras con respecto al genocidio en la Argentina puede
llamar a engaño. Decir que la dictadura en Uruguay fue más blanda es como decir
que la represión en la Argentina fue menos terrible que la del nazismo en Alemania, o
como comparar la pobreza de los países africanos con la de Latinoamérica. Cada
represión es relativa a una historia determinada. Y lo que vivimos fue tan grave que las
comparaciones numéricas no corresponden. Lo que sí es comparable es el trabajo de
denuncia y la solidaridad que se construyó en el exilio. Los familiares de desaparecidos
nos han enseñado solidaridad, y no han estado marcados por sectarismo políticos. Son un
referente ético.Estuvo once años exiliado en Francia. Su primer exilio fue en la
Argentina, antes del autogolpe de Bordaberry, en 1973, y después de haber sido
encarcelado y torturado en Montevideo. Había venido a trabajar y se me avisó que
otra vez me buscaban. Y elegí el exilio. Fui invitado a cantar a Perú, donde recién
había estado Víctor Jara. Volví, y me invitaron a ir al festival anual de
LHumanite. Y me quedé. En Francia había gente que ya me conocía, porque en 1968
me habían dado un premio. Habían editado el disco Canción para el hombre nuevo, pero
con un cambio en el nombre: Canciones para mi América. De ese exilio recuerda como
igualmente doloroso el costado amargo del regreso prohibido, y la realidad lejana de
tanta gente compañera, presa o desaparecida. Y la relación entre las dos cosas, como que
se te muera tu viejo y no poder ni llamar a tu casa para hablar con tu familia porque la
quemás. Pero al mismo tiempo, yo traté también de abrirle una ventana a esa oscuridad,
conociendo a una masa de uruguayos, argentinos, bolivianos, chilenos que, de ese dolor,
extrajeron como síntesis un aprendizaje. Cada cual desde su ámbito. A Yupanqui, por
ejemplo, lo conocí en Francia. Y él trabajó desde su obra monumental, otros lo hicieron
desde las actividades solidarias. Cortázar, por ejemplo, con quien desarrollé una
amistad a partir de su sencillez, porque Julio no tenía los tics de muchos
intelectuales. El 1º de setiembre de 1984 volvió a Uruguay, donde se congregaban
multitudes para recibir a los artistas populares que regresaban del exilio. Actuó en la
cancha de Defensor, ante 20 mil personas, con la dictadura en retirada. Fue el show
más emocionante de mi vida. Veía a chiquilines con banderas del Che... era algo muy
sorprendente para mí, que volvía imaginando el vacío tremendo que había dejado la
dictadura en los que nos fuimos y en los que se quedaron. ¿Ese vacío quedó
expresado años después cuando se perdió el plebiscito para continuar los juicios a los
militares?Cuando yo participé en el trabajo cultural previo al plebiscito sabíamos
que había una derecha que seguía teniendo su peso. Y en contra del voto verde, jugó
mucho la propaganda política que hacía un chantaje, haciendo sonar la amenaza golpista.
Se perdió por poco, pero ese poco tuvo miedo, y votó amarillo.¿Usted cree que si
se confirma en el ballottage el triunfo del Frente Amplio se revisará la cuestión de los
derechos humanos? Una de las premisas por las cuales apoyé este frente es la de
abordar el tema de los derechos humanos de una manera diametralmente opuesta a la de los
gobiernos de Sanguinetti y Lacalle. ¿Pero confía o no? (Silencio de más de
un minuto.) Tengo confianza en lo que ha manifestado el Frente en Uruguay, no en los 2
últimos meses de campaña, sino a través de toda su historia, porque la historia del
Frente es la historia de los desaparecidos en mi país, así que no puede desentenderse.
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