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OPINION

Sant & Bañes S. A.

Por Julio Nudler

La gran fortuna personal de Fernando de Santibañes (FdS en lo sucesivo), el asesor económico más íntimo de Fernando de la Rúa y probable gran protagonista en el inminente gobierno de la Alianza, tuvo su origen en uno de los episodios más oscuros del gobierno de Raúl Alfonsín: el papel que jugó el directorio de Banco Central, que incluía miembros de la Coordinadora, en la absorción del Banco de Crédito Argentino por parte del Banco Financiero (que tomó el nombre del absorbido). "Fue la única vez en la historia que una entidad chica se tragaba a una grande", apunta un veterano financista. El milagro pudo ser gracias a las enormes facilidades que concedió el BCRA, cuando la vicepresidencia de éste era ejercida por Guillermo Feldberg, amigo personal de Marcelo Kiguel, quien luego ostentaría el mismo cargo y era miembro de una de las familias dueñas del Financiero. En éste había aterrizado ya FdS, que saltaría de bancario a banquero como fruto de la vidriosa operación BF-BCA y en reconocimiento a sus descollantes servicios.

na04fo01.jpg (6110 bytes)Santibañes había formado parte en el Central, junto a José Luis Machinea, del Cemyb (Centro de Estudios Monetarios y Bancarios), que dirigía Elías Salama. Los economistas que lo integraban estaban divididos en dos líneas: la monetarista (a la que adhería Santibañes, egresado de la Universidad del Salvador) y la keynesiana (en la que se incluía Machinea). En 1976, bajo la dictadura, cuando el BCRA era presidido por Adolfo Diz, graduado de la Universidad de Chicago, FdS fue becado para estudiar allí, de donde retornó en 1980 con su diploma. En el ínterin (1978), la Financiera Tucumán, de los Kiguel y otras familias, se convirtió en Banco Financiero (gracias a la famosa Ley de Entidades Financieras, de Martínez de Hoz, que junto con la tablita cambiaria parirían la era de la plata dulce). A ese banco llegó FdS en 1984.

El 15 de mayo de 1986, tres meses antes de que Machinea asumiera la presidencia del BCRA, éste aprobó la operación BF-BCA y le concedió los siguientes respaldos extraordinarios: 1) un redescuento por 30 millones de australes (entonces equivalentes a 35 millones de dólares). 2) La reducción en un 99 por ciento de los cargos por incumplimiento de encaje hasta diciembre de 1986, quita que iba luego disminuyendo hasta un 70% en junio de 1988. 3) Un préstamo puente de 12 millones de australes, por seis meses, a cancelar cuando el Central comprara la sede del Financiero, en Reconquista y Sarmiento (la operación nunca tuvo lugar, pero ese crédito fue extendido a cinco años). 4) Redescuento por 43 millones a 6 años para alentar la formación de un pool de quince bancos, bautizado Chavas, que se hiciera cargo de la complicada cartera inmobiliaria del Crédito Argentino (ex Nuevo Banco Italiano).

Obtener semejante paquete de facilidades no era sencillo, salvo que se contara con todo el peso político de la Coordinadora. A partir de entonces, Enrique Nosiglia, ministro del Interior, adoptó la costumbre de almorzar en el BCA, considerado "el banco radical". Pero en 1989, cuando ya había llegado Carlos Menem al poder, los dueños del Crédito Argentino --por entonces FdS, los Gorodisch y los Cairoli-- se desembarazaron de los Kiguel comprándoles el 10 por ciento que éstos tenían del banco, y haciendo trascender la novedad a los diarios. Les urgía despegarse de Marcelo Kiguel porque era el blanco de denuncias formuladas por Ricardo Molinas, fiscal general de Investigaciones Administrativas. La acción penal se había hecho extensiva a los directivos del BCA: según esa acusación, el Banco Central proveyó de dólares baratos al Crédito Argentino (el mecanismo era la licitación de divisas) antes de decidir, el 3 de febrero de 1989, dejar de sostener el austral, con lo que se inició la cascada de devaluaciones y la hiperinflación. Para Molinas, Kiguel había comunicado secretamente a la cúpula del BCA, de la que formaba parte FdS, lo que se venía.

Según un economista que lo conoció de cerca por aquellos años, FdS tuvo en Chicago la suerte de trabar relación con Graciela Cairoli, hija de Ricardo (quien había sido presidente del Banco Central en 1975 y encabezó el BCA entre 1987 y 1991). La figura clave del Financiero, el gastroenterólogo Salvador Gorodisch, murió repentinamente poco después de la adquisición del BCA, y esto determinó que esa familia adoptara a FdS como su hombre de confianza. La convivencia con Cairoli se tornó áspera y estalló en 1991. Fue una pelea que FdS ganó por k.o. en 1993, ya encumbrado a presidente. Como desenlace, Cairoli les vendió a Gorodisch/Santibañes su 28 por ciento en 70 millones de pesos. Corría el año 1995. Dos años más tarde, FdS le transfirió un porcentaje similar del Crédito en casi 184 millones al Francés, que ya por entonces pertenecía a los vascos del BBV. Ese fue su segundo gran golpe de fortuna, tras el cual se convirtió en opulento rentista. Quedaría en su palmarés haber llegado a vicepresidir Adeba, la ya desaparecida Asociación de Bancos Argentinos.

Pese a este alto cargo, FdS nunca logró real prestigio como banquero porque no consiguió sanear el BCA, que fue el banco grande que más depósitos perdió durante el tequila en 1995. Una de sus últimas iniciativas (febrero de 1997) fue la creación de la MasterCard "Azul y Oro", tarjeta lanzada pomposamente junto a Mauricio Macri para atraer a la afición boquense a financiar sus consumos en el Crédito Argentino a la sideral tasa del 45% anual cuando la inflación era cero. Ya extranjerizado el BCA, FdS se consagró entre otras aficiones al turf, anotando a sus caballos en los mejores hipódromos de Estados Unidos, país y sociedad que admira por encima de todo. Por algo descree del Mercosur y aboga por el ALCA, la iniciativa continental que lanzara George Bush. En Adeba cuentan que al verlo entrar alguien solía exclamar: "Ahí llegó Fernando con su american dream". Pareja es la admiración que siente FdS por la Universidad de Chicago, a punto tal de integrar, junto a Roque Fernández, un comité que preside David Rockefeller y tiene por misión difundir en el mundo las actividades de ese venero liberal.

Nadie le niega visión para los negocios, gracias a la cual --pero no solamente-- se apartó del destino de economista académico. FdS se contó entre quienes supieron ver el auge bursátil que desataría el Plan de Convertibilidad, y fue con esa ganancia especulativa que adquirió su quinta de Pilar, vecina de la del presidente electo. Precisamente allí invirtió para la construcción de un selecto barrio privado, en sociedad con conocidos empresarios ultraliberales como Federico Zorraquín y Enrique Ruete Aguirre, que ahora mismo está promocionando. "El país mejoró significativamente a lo largo de esta última década..., la economía del país está muy bien", opinó sin rubor en octubre de 1998, no sabiendo avizorar el inicio de una tremenda recesión, pero mostrando su gratitud hacia la política económica del menemismo, que le permitió multiplicar su fortuna personal, si bien al precio de abandonar el banco que le cayó en las manos por mérito del alfonsinismo.

"Es un liberal absoluto", dice un financista de este hombre que vive en Plaza San Martín y se mueve a sus anchas entre los economistas de FIEL y del CEMA. FdS confía ciegamente en Ricardo López Murphy y manifiestamente menos en Machinea, a pesar del acercamiento de posiciones que hubo entre ellos estos últimos tiempos. Santibañes cree que "el mayor obstáculo que enfrenta la economía argentina para crecer y consolidarse es la organización del mercado de trabajo... Para poder competir tenemos que ser más eficientes --dice--, y eso supone en el corto plazo actuar sobre el sistema laboral, sí o sí... Pese a todo lo bien que ha hecho las cosas Menem, en esta materia está claramente reprobado... Si estamos dispuestos a mantener la Convertibilidad, hay que bajar el gasto (público), y bajar el gasto significa bajar salarios, porque el mayor componente del gasto son los salarios". La conocida receta de más flexibilización y salarios aún más bajos es la que domina el pensamiento del más estrecho asesor de De la Rúa, y a quien la línea ultra del empresariado conservador vería como un reaseguro en la función de cercar a un eventual equipo económico timoneado por Machinea y habitado por otros apellidos menos confiables aún. Respecto de Pedro Pou, Carlos Rodríguez y Roque, Santibañes encarna la más estricta continuidad.

 

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