La más atroz de las tragedias
Por el doctor René G. FavaloroDe mi mayor consideración:
Desde siempre mi profesión me enseñó a caminar junto con
los sentimientos más humanos: el dolor y la alegría, la angustia y la esperanza. Como
cirujano, día a día debo luchar contra la muerte. Ganar esa batalla por la vida
representa una gran satisfacción. Sin embargo, no hay nada que produzca mayor alegría
que el nacimiento de un ser humano. Ese acto natural pleno de amor, homenaje a la vida
misma, no tiene comparación alguna. En mi época de médico rural ayudé a dar a luz a
innumerables niños en los ranchos pampeanos. Jamás olvidaré el júbilo por el recién
nacido. La ternura inefable de la madre al acunar por primera vez a su hijo en los brazos
es de una belleza indescriptible.Con la medicina como base y el respeto a la vida como
impulso, comencé a estudiar y diagnosticar también las enfermedades de esta sociedad
injusta en que me toca vivir.Mi defensa por la vida y los derechos del hombre, mi pasión
por la historia, el dolor que siento por Latinoamérica son las razones por las que
decidí escribirle, señor Presidente, consciente de que la República del Uruguay es un
país con hondas raíces democráticas.Juan Gelman, uno de los poetas más importantes de
esta tierra, está buscando desesperadamente a su nieto nacido en cautiverio. Pero estas
líneas no las escribo porque Gelman sea un poeta reconocido. Me resulta atroz la
búsqueda de una criatura. Me resulta atroz que su madre haya sido secuestrada a fines de
1976, embarazada de ocho meses. Y me resulta atroz que se hayan perdido los rastros en
Montevideo a fines de diciembre de ese año. Creo que la desaparición de niños es la
más atroz de todas las tragedias que nos tocó vivir.Señor Presidente, le ruego que haga
todo lo posible, lo que esté a su alcance, para que dé a conocer qué ocurrió con el
recién nacido y su madre. No es sólo mi pedido, sino el de tantos otros que buscan una
respuesta. Sería, sin lugar a duda, un ejemplo para la humanidad. Y daría algo de
sosiego para los abuelos, quienes hace tantos años conviven con la incertidumbre y el
dolor.Atentamente
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Deje claro que no va a colaborar
Por Joan Manuel SerratBarcelona, 1º de noviembre de 1999
Enterado de la carta abierta dirigida a usted con fecha 10 de
octubre por el poeta argentino Juan Gelman, de la que se han hecho eco diversos
periódicos de Europa y América latina, me siento en la obligación de transmitirle mi
preocupación por la tardanza de su respuesta.Usted, según palabras del Dr. Elías Bluth,
secretario de la Presidencia de la República, prometió ocuparse personalmente del caso y
pasan los días sin que el Sr. Gelman ni la opinión pública tengamos ninguna noticia al
respecto.Usted conoce el caso, Sr. Presidente. Usted sabe que el hijo de Juan Gelman,
Marcelo Ariel, fue asesinado y su nuera, María Claudia García Irureta Goyena, que estaba
por aquel entonces embarazada, fue secuestrada por uno de los llamados grupos de tareas
del Ejército argentino y, luego de permanecer un tiempo en el campo clandestino de
detención de Automotores Orletti, fue trasladada por militares uruguayos a dependencias
del Servicio de Información de Defensa en Montevideo de donde la sacaron, con su bebé,
con rumbo desconocido.Conozco a Gelman. Somos amigos desde hace muchos años. Es un gran
poeta y un buen hombre. Un hombre bueno que ha pasado los últimos 23 años dándonos un
ejemplo de coraje y ética tratando de conocer el destino de su nuera y de su nieto -.o
nieta y que le está pidiendo, solamente, una respuesta acerca de las gestiones
prometidas, acerca de lo que se averiguó o no se averiguó o lo poco que se averiguó.
Una respuesta que, al menos, deje bien a las claras, Sr. Presidente, que usted no va a
colaborar con su silencio a prolongar la tortura de los familiares de las
víctimas.Respetuosamente
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