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LA DIPLOMACIA Y LA INTERNA PASEAN POR EL SENA
Los cinco dilemas de De la Rúa en París

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Tony Blair       Jacques Chirac      Raúl Alfonsín       Aníbal Ibarra      Federico Storani
 

EL TEMA

Por Martín Granovsky

Página/12 en Francia

t.gif (862 bytes) Hará con Tony Blair lo mismo que con Carlos Menem: actuará con seriedad mientras el otro derrocha simpatía. Hasta le negará la mano en el saludo ante los fotógrafos. Con Jacques Chirac será diferente, porque firmará una declaración conjunta en favor de Renault y contra la Justicia argentina. Votará en contra de Raúl Alfonsín como vicepresidente de la Internacional Socialista y de Aníbal Ibarra como futuro alcalde de Buenos Aires y dirá alternativamente, siempre en público, que Federico Storani es su presidente preferido de la Cámara de Diputados, que no lo es, que lo es más o menos y que quién sabe.

Todo eso hará Fernando de la Rúa el día que deje de ser Fernando de la Rúa. No será mañana, sin duda, de modo que pueden esperarse otras actitudes del presidente electo en el Congreso de la Internacional Socialista de París. El juego, todavía, es cuán milimétricamente imprevisible puede ser De la Rúa dentro de su previsibilidad.

1 ¿Hablará de soberanía con Blair?

De la Rúa se entrevistará con el primer ministro inglés mañana por la mañana. No lo acompañará ninguno de sus probables cancilleres. Rodolfo Terragno y Adalberto Rodríguez Giavarini se quedaron en Buenos Aires, y al menos hasta ayer no parecía que el sucesor de Guido Di Tella fuera a salir de Darío Lopérfido, Aníbal Ibarra, Raúl Alfonsín, Federico Storani, Mario Brodersohn, Mario Negri, Leopoldo Moreau, Adolfo Gass, Hipólito Solari Yrigoyen, Raúl Alconada Sempé, Jesús Rodríguez, Guillermo Estévez Boero y Rubén Giustiniani. Todos ellos estarán con De la Rúa en París. La falta de un canciller designado quitará su tono técnico a la reunión con Blair, sin duda un encuentro muy educado que dará pie a la Tercera Vía de uno y al Nuevo Camino de otro. De la Rúa tendrá su foto con un personaje internacional y podrá decir que no sólo Menem lo hizo. Como Menem cuando eligió el descongelamiento de la tensión con Londres para tranquilizar al establishment, De la Rúa también lo conseguirá. La pregunta es cuán antipático querrá ser con Tony y cuánto con los argentinos. Si no menciona la palabra soberanía, chocará con el sentido común del país, cosa que sin duda no es la especialidad del presidente electo. Si lo hace más allá de una formulación general --por ejemplo: "La Argentina quiere mantener con el Reino Unido las mejores relaciones, pero no abandonaremos el reclamo pacífico de soberanía sobre las islas"-- habrá irritado a Blair, lo cual naturalmente no está en sus planes.

2 ¿Chirac lo presionará por Renault?

La Justicia cordobesa investiga a Renault por evasión impositiva. Para el embajador francés se trata de un caso típico de inseguridad jurídica. Los jueces se burlaron con ironía de la protesta. "Para hacer caso al señor embajador primero hay que despenalizar el contrabando", dijeron. Francia, que superó con amplitud a los Estados Unidos en participación dentro de las privatizaciones, apuesta fuerte al caso Renault quizá como una forma de anticiparse a los roces que podrían producirse si el nuevo gobierno revisa, como prometió, la última tanda de renegociación de contratos entre el Estado y las empresas. Por ejemplo, en provisión de agua. Es probable que no sea el mismo presidente de Francia quien mencione el punto sino un funcionario de menor jerarquía. Pero, como en el caso anterior, De la Rúa llegó ayer a París sin su ministeriable de Economía José Luis Machinea ni su ministeriable de Obras Públicas Nicolás Gallo. Definiciones, para después. Y entretanto, el juego de las coincidencias. En 1984, cuando Raúl Alfonsín llegó a Francia en su primer viaje europeo, esperanzado en diversificar la dependencia para ponerle un contrapeso a Washington, el gaullista Chirac era el alcalde de París frente a un gobierno nacional socialista. Hoy Chirac es presidente, De la Rúa es aún alcalde porteño de la Alianza, y aun del radicalismo, dentro de un país peronista, y una palabreja, "cohabitación", invade la Argentina: es la forma de describir en francés el mejunje político que provocó el triunfo simultáneo de la Alianza y de Carlos Ruckauf, José Manuel de la Sota y Carlos Reutemann.

3 ¿De la Rúa dejará su espacio a Raúl Alfonsín?

La respuesta es sí, siempre que ese espacio quede bien acotado. Por lo pronto, el presidente electo terminó eliminando trabas a que Alfonsín cohabitara con él en el Congreso de la Internacional Socialista. Hubiera sido absurdo: en la última reunión socialista en Buenos Aires, el ex presidente fue visitado como un prócer cuando aún sufría conectado a un respirador artificial, y fue el impulsor de la incorporación de la Unión Cívica Radical a la IS, acto que se formalizará justamente en París, mientras que De la Rúa, en el pasado, se opuso. Además la vicepresidencia de la Internacional para Alfonsín, que quedará consumada estos días, parece una movida coherente con su vuelta a la presidencia del radicalismo. Más aún: De la Rúa jamás lo dirá en público, pero no le disgusta un Alfonsín opinando de los problemas de la globalización y a la vez discretísimo en temas concretos de gobierno.

4 ¿Terminará de consagrar a Ibarra como candidato a jefe de gobierno para el 2000?

La enorme comitiva que fue llegando a París está integrada por radicales y socialistas, los dos partidos argentinos de la IS. De la Rúa sólo trajo como comitiva propia a su vocero Darío Lopérfido y al candidato de la Alianza para sucederlo, Aníbal Ibarra. El presidente electo y el postulante designado tienen como primer punto de la agenda común ordenar la transición hasta las elecciones porteñas, que conducirá en términos administrativos Enrique Olivera. Pero también podrían empezar a discutir el perfil de campaña para evitar una coalición entre los votos justicialistas y los de Domingo Cavallo, a quien el ejemplo de un De la Rúa saltando de la ciudad a la nación ha persuadido de que entre los porteños no rige la maldición que aqueja a los gobernadores bonaerenses. El temor de los aliancistas es un corrimiento del electorado hacia el centroderecha. El temor propio del Frepaso es que, por el miedo anterior, el radicalismo pueda verse tentado de cambiar a Ibarra por un candidato más moderado. Por ejemplo, Adalberto Rodríguez Giavarini. En realidad, cualquier análisis debiera contemplar que una fuerza ya políticamente centrada puede ganar a derecha, si se inclina hacia ese lado, pero también puede perder lo que ganó. Y otra cosa más: en la ciudad de Buenos Aires las cuentas cierran y el problema de las deudas fue resuelto. La discusión de campaña no serán entonces los números. El escenario estaría formado, más bien, por la combinación de un plebiscito sobre el arranque de la gestión nacional de De la Rúa y la capacidad de Ibarra de instalar una agenda propia, creativa y con visos de eficacia.

5 ¿Storani volverá ungido como presidente de la Cámara de Diputados?

La presión sobre De la Rúa será dura en el Hilton de París donde se aloja la delegación argentina. Moreau y Jesús Rodríguez apuestan a "Fredi" como reemplazante de Alberto Pierri. Alfonsín prometió apoyarlo. Sin embargo, Rodríguez es un dirigente porteño y no bonaerense, y entre los bonaerenses puede detectarse un cierto apichonamiento por la derrota de la Alianza en la provincia. En privado, el delarruismo reparte culpas. Unas apuntan a la misma Graciela Fernández Meijide. "Ni terminó de conseguir un perfil propio ni logró colocar su imagen debajo de la imagen más exitosa de Fernando", dijo un dirigente afín al presidente electo. Otras culpas se dirigen directamente a los radicales de la provincia, que según los delarruistas estuvieron magros a la hora de hacer campaña en favor de la Alianza. "Algunos parece que se sintieran cómodos negociando su 20 por ciento de poder interno, aunque lo hagan dentro de una fuerza derrotada", dijo otro seguidor de De la Rúa. Y un comentario con las mismas palabras recogió Página/12 entre asesores de Carlos "Chacho" Alvarez. La suerte de Storani no está echada, pero incluso si De la Rúa lo bendijera como presidente de la Cámara lo haría por motivos distintos a los que marca la tradición radical. Ya no sería la aplicación de una lectura territorial --cuántos punteros tiene cada uno, cuántos intendentes obtuvo, qué despliegue territorial generó a la UCR-- sino la de un criterio de equilibrio. De la Rúa, que se siente en el centro de un sistema radial de hegemonía, necesita que ningún sector de poder interno quede cristalizado a tal punto que pueda atarle las manos. Precisa compensar al Frepaso con el radicalismo y al radicalismo con el Frepaso, y a todos ellos con los distintos sectores justicialistas. Si cree que puede entronizar a Storani sin generar una fuerza con dinámica propia, que él no controle desde la Casa Rosada, lo hará. Si no, Storani hasta podría volver de París con una oferta para integrar el gabinete.

 

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