Por Carlos Rodríguez Dios los bendiga, Dios
los bendiga. Los asistentes a la octava marcha del orgullo gay, lésbico, travesti,
transexual y bisexual recibieron ayer la bendición de parte de decenas de evangelistas
con los que compartieron algunas horas en Plaza de Mayo. El gesto de convivencia de los
fieles, reunidos por la Fundación Evangelismo de Cosecha, fue recibido con sonrisas y
algún comentario irónico: Ahora, bendecida, me siento mucho más puta,
suspiró un gay acariciándose la barba. La octava marcha, a pesar de la lluvia, por
momentos intensa, tuvo buena concurrencia y más desenfado que el año anterior. Lesbianas
con los pechos al aire, mezclando las lenguas en besos apasionados; gays y travestis con
los culitos desnudos, brillando al ritmo de La Bestia Pop, enviaron mensajes
para perturbar a los conservadores. Pero también abundaron esos besos íntimos, casi
privados a pesar de la multitud. Besos que festejaban haber sabido lograr un espacio
propio, un ámbito donde todo es posible. La convivencia entre evangelistas y asistentes a
la marcha del orgullo fue posible a pesar de la policía, empeñada en sembrar las
diferencias. De allí la insólita actitud de efectivos de civil, que dijeron pertenecer a
la comisaría cuarta, que prohibieron la incorporación a la caravana de carruajes de un
trencito, de esos mismos que se utilizan en los parques infantiles. Allí, travestis y
gays tenían pensado darle un toque infantil a la travesía hasta el Congreso. Con
argumentos absurdos prohibieron que el trencito se incorporara. Es demasiado,
después lo usan los chicos, refunfuñó, mientras se alejaba del lugar, un policía
gordo y pesado, de esos que disuelven manifestaciones a bastonazos. La dictadura
militar ha terminado, gritó una travesti, abogada, que levantaba una pancarta
denunciando que ha sido discriminada por la secretaria de una Asesoría del Menor ubicada
en el tercer piso de Viamonte 1393. De esa forma despotricó contra la policía que
entorpecía la formación de la columna. Lohana Berkins, de la Asociación de Lucha por la
Identidad Travesti y Transexual, montada al camión que guió los pasos de la marcha,
anticipó la partida, dejando atrás a policías y a evangelistas. Rumbo a la plaza del
Congreso la fiesta fue completa, a pesar de la lluvia, que en el cruce de Avenida de Mayo
y 9 de Julio fue un vendaval que parecía una maldición bíblica, aunque los
manifestantes disfrutaron del aguacero como si se tratara de una segunda bendición. El
maravilloso descontrol, como se pregonaba desde los altoparlantes, se hizo
carnaval con la llegada de una comparsa travesti con chicas llegadas desde Corrientes y
Salta. Una columna de la agrupación HIJOS y de Amnistía Internacional acompañaron el
reclamo y se sumaron al baile. Frente al Congreso, algunas personas sorprendidas esperando
el bondi se hacían cruces, miraban con recelo o se acercaban alentados por el morbo. A la
hora de los discursos, en nombre de los gays, Diego llamó a consolidar un espacio
común de lucha y de festejo para lograr una sociedad que pueda convivir con
lo diferente. Criticó a los que afirman que ya no existe la discriminación
hacia nosotros, mientras que continuamente los gays somos echados de nuestras familias y
nuestros trabajos. Lohana volvió a hablar de lucha y compromiso. Pidió justicia
por las travestis perseguidas y asesinadas y también por los 30.000
desaparecidos. En el cierre optó por el mensaje optimista: Vamos a brillar,
mi amor, repitió. Esa estrofa de La Bestia Pop sirvió de slogan a la
octava marcha.
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