OPINION
El valor de la reflexión
Por Carlos Polimeni |
En trece años, Liliana
Herrero ha grabado sólo cinco discos, trabajando, por otra parte, por afuera de los
circuitos convencionales, los de los grandes sellos. Puede pensarse que eso es un
problema, pero es nada si se compara con los padecimientos que muchos otros grandes
artistas del campo de la música popular argentina sufrieron, y, sufren, sin dejar de
llevar adelante sus obras. Roberto Goyeneche pasó buena parte de sus años finales
aquellos en que por otra parte era un mito de estatura mayor
sin poder grabar. Lo mismo ocurrió con Atahualpa Yupanqui. Dino Saluzzi
graba para un prestigioso sello europeo. ¿Alguien tiene un compact del maestro Cuchi
Leguizamón? ¿Le proponen proyectos a Manolo Juárez o Chango Farías Gómez, a los que
los manuales del siglo XXI tratarán de padres de la renovación del folklore? Los sellos
que hoy hacen negocitos hurgando en sus archivos en busca de cualquier cosa que haya
registrado Astor Piazzolla ¿se olvidaron de lo que hacían cuando estaba vivo?Bien
pensado, Herrero es una privilegiada: la están oyendo a tiempo, pese a la sordera de
ciertos críticos de doble apellido o apellidos reversibles, pese a que en muchos aspectos
su concepción artística es al folklore argentino lo que la de Caetano Veloso es a la
música popular brasileña. Su estilo no es único, como suele suceder con aquellos que se
abroquelan en el cabezadurismo al encontrarse con oposición. Hay varias Herrero en estos
últimos quince años, aunque ella no salga a vocearlo: una autocrítica importante a
cierta electricidad excesiva de los 80 se dibuja entrelíneas en su obra de los 90. Habrá
quienes afinen mejor y voces con mayor caudal. Habrá figuras más promocionables y más
vendedoras. Las habrá más jóvenes y maleables. Pero difícilmente haya habido en los
últimos 15 años una tarea de reflexión y pensamiento sobre el folklore argentino más
importante que la suya. Desde siempre, reflexionar y pensar tiene sus costos. |
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