Ante
la plausible legislación de la Ciudad de Buenos Aires sobre los problemas de convivencia
en sus establecimientos, caben ciertas precisiones. Se intentó un consejo de convivencia
en el ex Colegio Nacional Avellaneda en los años '80, que cayó en desuso por dos
circunstancias: 1) Porque creaba una confrontación permanente entre padres y docentes. 2)
Porque dejaba en suspenso durante semanas la definición de las situaciones. Lo
reemplazamos por los consejos de alumnos por aula, convocados por los profesores tutores,
electos por los alumnos, donde se dirimen los conflictos, con componentes de exigencia
ética, aciertos generales en las soluciones y rapidez en las propuestas que se elevan al
rector para su decisión e implementación final. Se complementan las medidas correctivas
con expedientes muy simples, tales como --contra la pauta reglamentaria generalizada--
autorizar al docente con alumnos inquietos que no le permiten dar una clase a retirarlos
del curso durante la misma, encomendándoles una tarea escrita a corregir. Pero dichos
recursos no van a la esencia de la cuestión convivencial.
Los problemas que se plantean en el ámbito
escolar deben tratarse como partes de un proceso educativo integral. Se debe comenzar por
establecer, con mucha claridad y en forma consensuada, cuáles son los principios de la
comunidad escolar. Excelencia académica, participación, libertad, ideales, solidaridad,
salud pueden ser, por ejemplo, los vectores de orientación de un proyecto específico. La
participación se puede dar, como en el Avellaneda, mediante un consejo consultivo con
representantes de los padres (cooperadora), de los profesores (jefes de los departamentos
de materias afines, elegidos por sus colegas), de los preceptores y de los alumnos (centro
de estudiantes). Excelencia académica, intensificando la labor de los alumnos, con
prioridad de la investigación y de la creatividad. Es necesario reestablecer el régimen
de incompatibilidades horarias. No más de 36 horas-cátedra de 40 minutos por semana
--pues las actuales semanas laborales de 60 o 70 horas-cátedra afectan la salud psíquica
y física de los docentes y sus posibilidades de informarse y de corregir trabajos
escritos--. Para reestablecer jornadas humanizadas del trabajo docente se debe duplicar al
menos su remuneración, para no profundizar el desequilibrio remunerativo que padece la
profesión enseñante. Con métodos activos, ya que no hay peor situación de alumnos y de
docentes que condenarlos a la pasividad de largos y monótonos discursos y de lecciones
repetitivas de los textos.
Hace ya 12 años que en el Avellaneda los
alumnos de quinto año se preparan para la vida universitaria por seminarios, formando
grupos de 4 o 5 chicos que reciben durante un bimestre los contenidos fundamentales de
cada materia, debiendo preparar en el bimestre siguiente una monografía sin otra
concurrencia a clases que una consulta quincenal de seguimiento. Al fin del semestre, cada
grupo defiende su trabajo. En el segundo semestre se reitera el procedimiento. Además, se
han fomentado las actividades que movilizan a los estudiantes y los vinculan afectivamente
entre sí y con los docentes. Excursiones al interior, visitas a cines, teatros y museos.
También se buscó una salida laboral --un bachillerato especializado en computación
administrativa--, retomando la experiencia de 1974 en el Colegio Nacional de Buenos Aires
en computación y en recreación. Con todo ello se incentiva el interés en el estudio y
la responsabilidad. Siempre tener en cuenta la salud de estudiantes y docentes, fomentar
la solidaridad, promover la asunción de ideales que hacen a la salud del espíritu, desde
la religión, la moral y la historia, proteger la capacidad de iniciativa para que la
libertad sea una vivencia, más allá del imaginario.
* Ex rector del Colegio Nacional de Buenos Aires y del Colegio Nacional Nicolás
Avellaneda. Actualmente es juez. |