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Por Raúl Kollmann La Casa Rosada, la Gendarmería Nacional, la Policía Federal y la Bonaerense se conmocionaron ayer tras las revelaciones hechas por Página/12 sobre los resultados preliminares de las pericias del caso Ramallo. Los estudios técnicos que está realizando la Gendarmería indican que hubo disparos de armas que no están secuestradas, es decir de armas que nadie sabe dónde están; se registran tiros de policías federales, algo que hasta ahora no se sabía; el tiro del final, el que se hizo cuando ya había terminado el tiroteo, impactó en el delincuente Javier Hernández, en tanto que el gerente y el contador murieron por sendos disparos de Itaka y fusil FAL. El ministro Carlos Corach, que tiene bajo su órbita a la Gendarmería y la Policía Federal, puso el grito en el cielo y exigió desmentidas. La Bonaerense acusó el impacto, pero ahora quiere saber qué papel jugó en la masacre la Policía Federal, en tanto que la Gendarmería sacó un comunicado de ocasión: "Las pericias se están desarrollando y por lo tanto no se ha llegado todavía a una conclusión técnica". Varios peritos que participan de los trabajos le ratificaron a este diario las conclusiones publicadas ayer que surgen de lo hecho hasta ahora en la pericia. A primera hora de la mañana, Corach convocó de urgencia a la Casa Rosada al titular de la Gendarmería, comandante Timar Musumessi. Lo que más le irritaba era que, por primera vez, la Policía Federal se veía mezclada con el caso Ramallo. Airadamente, el titular de la cartera política exigió desmentidas, pero la realidad es que nadie salió a decir que lo publicado por este diario no fuera cierto. Se buscó aliviar la tensión con un argumento endeble: "La tarea pericial se encuentra en la etapa preliminar", reza el comunicado oficial. Las acusaciones cruzadas fueron entonces moneda corriente: * La Federal manifestó su malestar, acusando a la Gendarmería y a la Bonaerense de querer incriminarlos en la matanza provocada a la salida del Banco Nación de Ramallo. * En la Bonaerense acusaron a la Federal de haber ocultado el hecho de que sus hombres dispararon. "Si ellos tiraron primero, nuestra responsabilidad baja mucho", le dijo a este diario un jefe de la fuerza desde La Plata. * En el gobierno de Duhalde se elevaron otra vez voces que reflotan la idea de que Ramallo fue parte de un complot contra la candidatura de Eduardo Duhalde. Más allá de los enfrentamientos, lo cierto es que los primeros trabajos periciales incriminan todavía más que antes a las policías. * Hasta el momento se estudiaron cinco armas de puño. Todas ellas fueron disparadas y varias pertenecían a hombres de la Federal. * El auto en el que huyeron los delincuentes llevando a los rehenes fue desarmado completamente. En el tapizado, el techo y el piso del vehículo se encontraron decenas de proyectiles. De allí surgió la conclusión de que hay balas que salieron de armas no secuestradas. El juez Carlos Villafuerte Ruzo justamente estudia la detención de oficiales de la Bonaerense que estuvieron a cargo de la instrucción ya que ellos eran los encargados de recibir las armas de todos los policías que participaron del operativo. Como es obvio, hubo pistolas y fusiles que nunca se entregaron. * Después de esos primeros pasos, la orden del juez es peritar las armas que tenían los delincuentes. La prioridad es ver si hicieron disparos y si alguno impactó en los rehenes. Ese trabajo recién empieza. De comprobarse --como se ve en los estudios preliminares-- que los delincuentes no mataron ni al gerente ni al contador, algunos de los policías deberán afrontar cargos por homicidio, tal vez "culposo". * El paso más trascendente será el final: determinar exactamente de qué arma salieron los tiros que mataron al gerente y al contador. Esto se puede lograr perfectamente si es que las armas están entre las secuestradas. Con cada una de estas pistolas o fusiles se hace un disparo para obtener una bala-testigo, la que se compara con la que se encontró en los cuerpos de las víctimas. Además, después se confirman las conclusiones con la reconstrucción, verificando la posición de cada efectivo y la trayectoria de los disparos. Si se descubriera que las balas salieron de pistolas o fusiles que no están secuestrados, el escándalo será de envergadura porque significará que hubo ocultamiento deliberado de los que dispararon. Las pericias del caso Ramallo ya dispararon una furibunda interna entre las fuerzas de seguridad y el propio gobierno. No es para menos. Se sospecha que el robo fue armado, que la masacre fue parte de una choque político o directamente una muestra de ineficacia policial y gatillo fácil. Hay dudas sobre la pesquisa y la desaparición de pruebas. Son demasiadas cosas en juego para una sola pericia.
Por Horacio Cecchi Flora Beatriz Lacave, viuda del gerente Carlos Chaves, es la más solicitada por los medios. Quizás porque de los pasajeros de la breve fuga en el Polo verde es la única rehén que sobrevivió a la lluvia de balas policiales. Quizás también porque es la única que desde la trágica madrugada del viernes 17 de setiembre se mantuvo aislada de los medios. Desde entonces permanece internada en la Clínica del Oeste, en la ciudad de Lincoln. Betina, Cecilia y Daniela, sus tres hijas, la acompañan todo el tiempo. Carlos, el único varón del matrimonio, ya regresó a Los Toldos, apremiado por sostener a su familia. La situación económica de Flora y sus hijas no es fácil. Carlos Chaves aportaba el sustento de todos ellos. Las tres jóvenes vivían juntas alquilando un departamento en Buenos Aires. Betina estudiaba psicología; Cecilia, arquitectura; y Daniela, trabajo social. Pero ninguna de ellas trabajaba. "Están decidiendo si se mudan --dijo Juan Lacave, hermano de Flora a Página/12--. El banco les ofreció trabajo a los cuatro. Es todo un tema dónde van a tomarlo, porque ellas piensan vivir con la madre. Pero hace mucho que se fueron a Buenos Aires y ya son mujeres grandes. Les va a llevar un tiempo acostumbrarse." Hace poco, Juan le dio una radio a Flora. "Para que vaya escuchando, poniéndose en contacto con el mundo de a poco." El mundo que le tocó escuchar no resultó muy distinto del de la madrugada del viernes 17. La fuga de una comisaría con toma de rehenes en Temperley revivió las escenas de la masacre. "La afectó mucho", describió Juan. "Las fechas tampoco la ayudan. Desde lo de Ramallo pasó por el cumpleaños de Carlitos, el de Betina, el Día de la Madre y la fecha en que se cumplió un mes de la masacre. Pero ella es muy fuerte." Fernando Vilches, el correo de Oca que utilizaron los asaltantes para ingresar al banco, completó la licencia que le ofreció la empresa. Durante todo este tiempo se dedicó a tres tareas que consideró prioritarias: descansar junto a Sebastián, Gastón y Rocío, sus tres hijos; recuperarse de los miedos que le dejó el episodio; y tramitar un comprobante que certifique su falta de antecedentes penales. Vilches fue señalado por el gobierno bonaerense por sus supuestas relaciones con los asaltantes. "Me escracharon --se quejó el correo--. Son todas mentiras. Dijeron que conocí a la banda en una cárcel de Rosario y en mi vida estuve preso." Dispuesto a blanquear su situación, obtuvo el certificado 496.955, expedido por el Ministerio de Justicia de la Nación, en el que se destaca que carece de antecedentes. Vilches llevó el comprobante al Banco Nación de Villa Ramallo, al mismo lugar donde había estado secuestrado 13 horas. "Me dio un escalofrío cuando toqué el timbre y cuando vi las muescas de las balas en las paredes." Dice que el miedo aún perdura: no soporta cuando suena el teléfono, y se da vuelta a mirar todo el tiempo si lo siguen. "Todavía no tuve tiempo de soltar la bronca y de llorar, como hizo mi familia." El miedo golpeó también a Ricardo Alberto Pasquali, el tercero y último de los rehenes liberados. Desde la masacre se mantiene apoyado por un permanente tratamiento psicológico. "Me estoy recuperando." Lo hace saliendo poco, leyendo el diario y mirando televisión en la casa donde vive junto con su madre. Cada tanto se corre hasta el campo cercano de unos parientes. No volvió al banco y, según sus compañeros, "nadie sabe si va a volver". Pasquali lo sabe: "Estuve de vacaciones en Mina Clavero, y todavía estoy de licencia. Los médicos del banco vienen a revisarme. Supongo que me dirán que vuelva después de diciembre". Para hablar es más que escueto. "Lo de Temperley no me molestó", aseguró a este diario. Pero pide encarecidamente no mencionar el tema del asalto en Villa Ramallo. Diego Serra --el empleado del cable local que fue tomado por los asaltantes cuando estacionaba su auto, liberado minutos después que Vilches-- prefirió mantener el silencio, una forma de atarse al olvido. "Estoy tranquila --aseguró Liliana Perret--. Me levanto a la mañana y lo extraño, pero trato --desde ese jueves que lo saludé y le dije que no venga tarde-- de no pensar si sufrió mucho, en los ruidos de las bombas. Me propuse recordar todo lo lindo de los 16 años que vivimos juntos, y no puedo permitir que 20 horas me lo arruinen. ¿Qué gano con pensar en esas cosas?" Liliana se mudará a mediados de enero a Sunchales, Santa Fe, donde viven sus padres y dos de sus hermanos. Lo hará junto con sus hijos Andrea y Gabriel. Andrea, que estudia diseño, imagen y sonido en Buenos Aires, suspendió por un tiempo sus estudios y acompañará a su madre. Gabriel continuará en administración de empresas y ya inició las pruebas para ingresar al banco. Pocos motivos reconoce Liliana que la "bajonean": "Ver en algún lado la firma que tenía Carlos, era muy elegante; descubrir su lugar vacío en el banco; y los sábados, que era el día que él me cebaba mate". Y asegura: "Voy a abrir una causa (por la masacre). Pero no ahora, voy a tomar un poco de oxígeno. No es que me abandone, porque de esa forma los que me quieren sufren y los que no me quieren gozan. No. Sólo que voy a dejar correr un poco el agua".
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