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Por Fabián Lebenglik En abril/mayo pasados el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires presentó parte del patrimonio del Castillo de Rochechouart, una selecta colección pública francesa de arte internacional contemporáneo. En aquella muestra itinerante llamada Figuras del presente, se confrontaban obras de Bruce Nauman, Michelangelo Pistoletto, Gabriel Orozco, Jean-Marc Bustamante, Suzzanne Lafont y de la pareja de artistas Christian Boltanski/Annette Messager, entre otros, alrededor de dos ejes temáticos centrales, la memoria y el presente. Ahora el MAM vuelve sobre una de aquellas "figuras", la artista francesa Annette Messager (1943), quien desde hace casi 30 años viene construyendo una obra muy personal que fue tomando distintas formas -pintura, dibujo, objeto, fotografía, instalación, escenografía...-, a través de los más diversos componentes. Uno de los temas recurrentes en su obra es la sexualidad y la fragmentación de los cuerpos, a través de la imagen fotográfica. La fotografía -manipulada, combinada- es uno de los componentes permanentes de la obra Messager. La artista, que estuvo en Buenos Aires para trabajar en el montaje de su instalación, dialogó con Página/12 acerca de su obra. -¿Qué es la fotografía para usted? -Pienso en la fotografía como en una suerte de taxidermia, como en la presencia de un recuerdo congelado. La fotografía aniquila y fija el movimiento en una fracción de segundo. Del mismo modo que los embalsamadores buscan fijar un instante de la cotidianidad del animal embalsamado como si estuviera vivo. La fotografía es también una paradoja que intenta juntar verdad con impostura. -Además de artista, es una especie de coleccionista. -Casi todo artista es también un coleccionista, obsedido por la acumulación de objetos, que le interesan por distintos motivos. El tipo de colección que yo acumulo es, por otra parte, la clase de colección de lo cotidiano que hace generalmente una mujer, como botones y otras chucherías. Los componentes de mis exposiciones son muy comunes: lana, fotografías. En este tipo de colecciones no se trata de acumular un "valor" social, sino más bien un valor personal, casi íntimo..., existe la posibilidad de que se transforme eventualmente en un valor social. Parte de mi colección, por ejemplo, está constituida por fotografías de fragmentos de cuerpos..., al modo en que se usan en ciertos ritos religiosos. -Como en los exvotos. -Exactamente. Como cuando se coloca en la iglesia la fotografía o la reproducción de la parte del cuerpo que se pide sanar. Creo que las iglesias y los museos y las galerías están unidos por cierto carácter perverso. En algún sentido están hechos por y para voyeurs. Básicamente a los museos se va a ver mujeres desnudas. Así como a la iglesia se va a ver a un Cristo desnudo y sangrante. -Hay una suerte de mezcla de registros en su obra, no sólo de arte religioso, sino de continuidad entre lo que suele entenderse como cultura "alta" y cultura "baja". -Yo tomo todo lo me llega, todo lo que penetra en nuestras casas, y en este sentido también me llega lo que aparece en los medios, los diarios y la televisión. Hay casi un camino natural y cotidiano que va de Borges a Walt Disney o a McDonald's. Al revés que en la tradición del arte norteamericano, digamos, anarquista y de protesta, la mía es una tradición que supone, desde mi punto de vista, un gesto más revolucionario: la aceptación y la mezcla de la vida cotidiana, con lo que tiene de terrible y de bello, de sufrimiento y de placer..., el arte produce una completa transformación de esa experiencia. No creo en el arte sólo como expresión de alta cultura, ni en el arte únicamente como queja. El permite ver la vida de otro modo transformando lo cotidiano. -La crítica española Estrella de Diego comparó su obra con el Frankenstein de Mary Shelley, por la mezcla de fragmentos muertos para engendrar un monstruo. -... por mi actitud de estar rodeada de objetos con los que voy armando un "prodigio"... Por ejemplo, la lana que uso en mis obras la saco de desmadejar pulóveres usados. Esa lana que en algún momento sirvió para calentar el cuerpo y protegernos, cuando se desmadeja se transforma en una red, como la de los vasos sanguíneos, que cubren y unen los fragmentos anatómicos de las fotografías. La lana y los pulóveres producen en mi obra una sensación ambigua de "protección", con todo lo tierno y opresivo que tiene la palabra "proteger": defender al otro y ofrecerle ternura, pero también oprimirlo y encerrarlo. (San Juan 350, hasta fin de mes.) FOTOGRAFIAS DE ADRIANA MIRANDA Por F. L. La muestra que presenta en estos días en la galería de la Alianza Francesa se compone de parte de dos series en blanco y negro, fechadas entre 1996 y 1999: "Las leyes de la óptica" y "La subversión del detalle". En la primera serie se alude al autorretrato a través de fragmentos del cuerpo (los pies) o sombras proyectadas sobre el paisaje. Se trata de autorretratos en los que se acentúa el peso del contexto y la experiencia. En este sentido, el lugar donde el cuerpo se coloca o proyecta su sombra es el que aporta sentido (un sentido poético, abierto y en movimiento) a la imagen. La fotografía, según la afirmación que se desprende de esta serie, estaría relacionada con lo vivido, con el mundo de la experiencia, del que se deriva un modo de hacer y una estética. En la segunda serie, el eje está puesto en el paisaje, tanto panorámico
como microscópico. Un caserío de su tierra natal o un plano cercano y literal de la
tierra, del suelo. Allí, nuevamente, surge un mundo de accidentes del terreno, de nidos y
huecos, toda una microgeografía, que habla, también en este caso, de lo que se ve a
través del objetivo después de haber pasado por el plano de la experiencia. La tarea del
autor de fotografías, según podría suponerse de esta segunda serie, sería inversa a la
del fotoperiodista (trabajo que en alguna oportunidad desempeñó Miranda): en ambos casos
se construye un diario, sólo que mientras en la tarea de los reporteros se trata de un
diario de objetivo social y noticiable, en la fotografía de autor se daría cuenta de un
diario íntimo, basado en la experiencia individual. Se trata de diferentes acercamientos
a distintas verdades. (En la Alianza Francesa, Córdoba 946, hasta el 19 de noviembre.)
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