Dicen que nunca se vio algo semejante en Tribunales. Abogadas, empleadas e incluso policías mujeres se plegaron a la ola histérica frente al cantante. Ante el juez, Luis Miguel dijo que la canción de Francis Smith -que le reclama 2 millones tiene similitudes con una propia.
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Por Cristian Alarcón ¡Grrrrrrrrrrrr! La abogada rasga con una garra de uñas esculpidas el aire del pasillo izquierdo del Palacio de Tribunales, aprieta las rodillas doblando las piernas como una menor antojada, mostrándose finalmente llena de ansiedad. Cuando pase, me muero, cree. Sus compinches son cientos de mujeres y algunos disimulados varones de todas las edades que a las once de la mañana han despoblado los estudios jurídicos de la zona, los juzgados, las fiscalías, las defensorías de pobres y ausentes, las salas criminales, las contenciosas administrativas, las correccionales. No queda en el Palacio una oficina sin representante en la montonera de abogadas que espera el paso estelar de Luis Miguel, ese hombre de bronceado obsesivo que ahí viene saliendo del juzgado donde declaró como testigo, acusado de plagio y pasa arrancando gritos, empujones, manotazos y suicidas declaraciones tales como me muero o ¡matáme!. Ya dijo ante el juez Raúl Irigoyen que la canción Nada es igual, tiene algunas similitudes con Y mañana volverás, el tema de Francis Smith por el que ayer tuvo que dar ese paseo en el que hasta las mujeres policía quedaron suspendidas en suspiros a su paso. ¡No era gordito! ¡Es divino!, le decía una a su compañera, desarmando el vallado humano. ¡A los lugares!, les gritaba un jefe, reprimiendo el cholulo desacato. Los viejos empleados de Tribunales juraban ayer que nunca se había hecho operativo semejante al que se vio alrededor del cantante mexicano. Ni siquiera cuando el entonces presidente de Estados Unidos, George Bush, visitó a la Suprema Corte en 1990. El rubio hizo una de esas apariciones de estrellas que siempre van en camionetas cuatro por cuatro de vidrios polarizados. Esta vez era una caravana de tres, una Land Rover y dos Mercedes-Benz de colores azules plateados, escoltadas por motos de la Policía Federal. La cita en el Juzgado Correccional Nº 6, ubicado en séptimo piso del edificio, era a las once. Con dos minutos de tardanza, las camionetas pasaron por la puerta de Talcahuano, donde había suficientes fans como para hacer que los choferes continuaran. Una volvió y paró en la entrada principal. Sobrevenía el tumulto cuando bajaron tres peinados a la gomina como Luismi, de trajes oscuros, como Luismi, con lentes como los de Luismi, virtuales dobles de Luismi pagados para despistar. La estrella se vio en el brete de ayer a raíz de una causa iniciada en 1996 por el compositor Francis Smith, baladista de antaño. En 1975, Smith escribió la música de Y mañana volverás, un tema que grabó en 1976 el cantante Hidalgo. Y dice que grande fue su sorpresa cuando, al cabo de dos décadas, escuchó su creación entonada, con otra letra esta vez escrita por Alejandro Lerner en labios de Luismi. Inició, entonces, dos causas: una penal en el Juzgado Nº 6, que estaba a cargo del juez Héctor Ramos, aquel que renunció después de un escándalo en un hotel alojamiento. Otra civil, ante la jueza Cecilia Federico, en la que solicita que el cantante y la empresa Warner Music le paguen 2 millones de pesos de indemnización por las regalías. El compositor consiguió que el año pasado prestasen declaración indagatoria los ejecutivos de la compañía y Lerner. El cantante argentino se desligó de la investigación porque él sólo escribió la letra sobre la música de el ex productor de Luis Miguel, el mexicano Quico Cibrián. Sobre Cibrián pesa una orden de captura en la Argentina. Luismi había entrado en la Land Rover CCB 438 por la puerta de la calle Lavalle destinada a los presos que son conducidos a la Alcaidía antes de declarar. Bajó ensanchando la sonrisa, suelto de cuerpo. Lo hicieron subir por el ascensor en el que diariamente son trasladados los detenidos. Para colmo tiene las ya prohibidas puertas tijera, a través de las que se ven recortadas las siluetas. La de Luis Miguel era esperada por los sedientos ojos de las empleadas de Tribunales que se habían ubicado en la entrada de cada piso para ver pasar durante cuatro segundos al cantante. Así, a medida que él subía, se iban escuchando gritos, agazapadas. De su comitivase filtró que Luismi dijo: Hombre, es lo único que me faltaba: me están tratando como a un convicto. Pronto estaba sentado en un vetusto despachojudicial escuchando Y mañana volverás, la canción por la que se lo acusa. Se rió del viejo tema de Smith que suena como saliendo de una vitrola y de la portada del disco de vinilo, donde el ignoto Hidalgo aparece con ropas y galantería setentosa. Luis Miguel declaró según contó la abogada de Smith, Rosana Piña que encuentra cierta similitud en menos de siete compases entre las dos canciones. Quiso acentuar las diferencias, pero reconoció algunas similitudes, aseguró Piña. El cantante, implicado en el supuesto plagio porque fue el productor general del disco, dijo que Quico Cibrián le presentó el tema como escrito por él y de esa manera se despegó de quien fue su mano derecha. Cibrián tiene orden de captura porque está imputado por un delito de la ley de propiedad intelectual equiparable a la estafa explicó una fuente judicial. Pero sólo puede ser detenido si entra al país, ya que no hay una orden internacional. Pasado el mediodía, mientras esperaba una copia de su declaración, Luismi firmó una decena de autógrafos en el juzgado. Salió de allí cuidado por diez guardaespaldas y pidió la puerta grande de Tribunales a modo de lucir su inocencia. En cada rincón, en cada puerta desde la salida del ascensor que lo llevó a la planta baja, se habían apostado las amazonas leguleyas. De su silueta se vieron, anchas, sonrisa y espalda, los lentes oscuros, el brillo de la gomina. En menos de un minuto de recorrida, dejó a varias abogadas magulladas por el propio tumulto y una lista de exclamaciones penales del tipo me morí! o ¡lo toqué y me mató!.
Millones, romances y excentricidades del ídolo Luismi tiene cuatro obsesiones: la comida, que ingerirá de recipientes cuidadosamente esterilizados; encontrar a su madre Marcella Basteri, de quien desde 1986 jamás volvió a ver ni saber; el jopo que domina su cabellera y mantenerse lo más distante posible de sus huestes de fans y curiosas. Salvo en los espectáculos, claro está, donde el negocio es exponerse. Lo demás son pequeños problemas que enfrenta como lo haría cualquier ser humano con una cuenta millonaria y una enamorada por presentación. Marketing musical, que le dicen, para el rey del bolero, quizás devenido a príncipe ante la competencia con Ricky Martin. Del resto se encargan sus 70 custodios, empleados, asesores y Armando Manzanero.Luismi es Luis Miguel Gallego Basteri, más conocido como Luis Miguel a secas. Nació un sábado, el 18 de abril de 1970. Su madre: la italiana Marcella Basteri, quien le puso el apodo de Micky. Su padre: el cantante español Luis Rey. Con los dos mantuvo una relación extraña y signada por los desencuentros. Rey fue su manager hasta una pelea feroz entre padre e hijo, que provocó la ruptura. Ocurrió cuando Luismi cumplió los 18 y decidió cambiar de representante. Marcella, separada de su padre en 1986, un año antes de la pelea paterno-filial, desapareció del mapa. Luismi jamás pudo hallarla, pese a que en el 97, en Italia, se organizó una campaña televisiva buscándola. Pero nadie supo de ella.Se inició en los escenarios musicales desde temprano: a los 11 años grabó su primer disco, ya tenía guardaespaldas y hacía esfuerzos por no comer golosinas. Su fortuna es un misterio, pero se puede tener una dimensión con los siguientes datos: vendió 35 millones de discos y cobrará un millón de dólares para cantar en una sola presentación, el 31 de diciembre de 1999, en San José, California. Por la gira a la Argentina cobró 4,5 millones y un gasto en viáticos de 100 mil por show.En su historia personal ha cosechado tanta publicidad sobre romances como discos tiene en su haber. La cuestión parece estar bastante relacionada con el marketing: en cada lanzamiento aparece con una diva y se cuecen rumores de casamiento secreto. De todos modos, lo obsesiona rodearse de ambiente masculino. En cada gira contrata un plantel de mozos, entre los cuales prohíbe la presencia femenina. También exige que sea esterilizada toda la vajilla que utiliza. Le encanta el jet ski, navegar, el sol se compró una cama solar que lo acompaña en cada gira el champagne, las ostras, las frutillas y bebe de un saque un litro de agua mineral. Y no le gusta que lo espíen en su intimidad, especialmente cuando hace fierros en el gimnasio que suele instalar en sus habitaciones.
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