El Paísde Madrid
Por Rodrigo Fernández Desde Moscú La guerra de
Chechenia puede costarle el cargo al presidente ruso Boris Yeltsin. Eso, al menos, es la
opinión dominante en algunos prestigiosos diarios de su país, que informaban sobre la
posibilidad de que los generales destituyeran al presidente si éste se atrevía a ordenar
el cese de la operación militar en curso contra la república separatista norcaucásica e
islámica de Chechenia. El ministro de Defensa comienza la ofensiva, titulaba
Kommersant, influyente periódico reformista que afirmaba que los generales están
estudiando la experiencia de Pakistán. Es decir, la posibilidad de dar un golpe de
Estado como recientemente lo hizo en esa potencia nuclear el general Pervez Musharraf.
Izvestia, por su parte, informaba que el general Vladimir Shamanov, comandante del frente
oeste de Chechenia, reconoció públicamente que hay un grupo de
correligionarios en el entorno de l general Anatoli Kvashnin, el jefe del Estado
Mayor General de las Fuerzas Armadas, que está dispuesto a obtener dividendos
políticos de la ventajosa situación en la que se encuentran actualmente los
militares. Pero si en el Kremlin realmente piensan que las ambiciones políticas de
los generales pueden ser utilizadas en provecho propio, entonces es hora de recordarles (a
los habitantes del Kremlin) que están jugando con fuego, registra el diario que
dice el general. Izvestia opina que la exagerada idea que un grupo de generales
tiene sobre su lugar en la naturaleza y la sociedad, como demuestra la última
entrevista dada por Shamanov el domingo al popular canal de televisión NTV, no es
una extravagancia casual sino una posición meditada. Al respecto, baste con citar
la siguiente frase de Shamanov: Rusia debería arrodillarse ante el general
Kvashnin (por lo que éste está haciendo en Chechenia). Por cierto, Kvashnin fue
quien supuestamente hizo regresar intempestivamente al presidente Yeltsin de sus
vacaciones en el mar Negro. Fue después de que el general se negara de plano a discutir
la idea de cesar la campaña militar en el Cáucaso del Norte y estudiar la posibilidad de
negociar con los chechenos, como le pide Occidente a Rusia. El generalato
desgraciadamente desea una guerra total y permanente, una guerra que no tenga fin, ya que
el fin de ésta significa negociaciones políticas. Y parece que precisamente el gobierno
de Vladimir Putin es el que tendrá que explicar a Kvashnin y Shamanov que, si bien es
cierto que su hazaña es inmortal, el lugar político del Ejército se encuentra en los
cuarteles y no en las pantallas de la televisión, concluye Izvestia. Las
informaciones sobre supuestas diferencias entre los militares y el Kremlin, unidas a los
insistentes rumores sobre la posible caída de Putin, son tema obligado en los pasillos de
la Duma Estatal (la Cámara baja del Parlamento), la Casa Blanca rusa sede del
gobierno y las demás instituciones de poder, lo que crea un clima de ansiedad e
inestabilidad. Tal vez la palabra final la tenga el diario digital Gazeta. En un artículo
titulado ¿Destituirán los generales a Yeltsin?, resume toda la situación
política y militar que hoy preocupa a Moscú. Si el presidente Yeltsin de pronto
decide negociar (en Chechenia) o echar a Putin, se podrá encontrar con la desagradable
sorpresa de verse destituido él mismo.
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