Ciudadanos y gobernantes celebraron ayerla década sin muro en una serie de actosmultitudinarios en la nueva capital alemana.
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Berlín celebró ayer con un máximo de pompa y circunstancia el 10º aniversario de la caída del Muro que la dividía. Una fila de antorchas rojas se iluminó por la noche en la antigua línea divisoria de la ciudad, para culminar en la Puerta de Brandenburgo con una ráfaga de fuegos artificiales. A pesar del mal tiempo, decenas de miles de personas se reunieron allí en un acto masivo. En un acto más pequeño, al que asistió el presidente alemán Johannes Rau, no se olvidó que el 9 de noviembre también es el aniversario de la Noche de los Cristales de 1938, un pogrom organizado por el partido nazi contra las instituciones de la comunidad judía. El primer acto de las celebraciones de ayer por la caída del Muro se vivió en el flamantemente restaurado Reichstag (parlamento) de Berlín, donde el gobierno federal se trasladó este año desde Bonn, la capital de la ex Alemania Occidental. Durante una sesión especial hablaron los protagonistas políticos de 1989: el ex canciller alemán Helmut Kohl, el ex presidente norteamericano George Bush y el ex líder de la Unión Soviética Mijail Gorbachov. Bush admitió que he conocido momentos difíciles, como la Guerra del Golfo, pero ninguna situación fue tan confusa como la de 1989. Las escenas parecían salidas de una pintura de Dalí. En su turno en el podio, Gorbachov aseguró que los verdaderos héroes de la reunificación fueron los pueblos alemán y ruso. La caída del Muro brindó la oportunidad de que se abriera una etapa de paz en el mundo, por lo que éste no sólo es un día de fiesta para los alemanes, sino para todos los hombres, concluyó. Por su parte, el canciller alemán Gerhard Schroeder destacó que el Muro de Berlín no debía ser reemplazado por un muro de prosperidad que excluya a los países del este de Europa.Antes del clímax en la Puerta de Brandenburgo, se montaron una serie de celebraciones preliminares. Tras la ceremonia en el Parlamento, se colocaron ofrendas florales ante un monumento en memoria de los alemanes orientales que murieron al intentar cruzar el Muro. En el sitio donde se encontraba una capilla demolida en 1985 por el gobierno de Alemania Oriental (para mejorar la seguridad de la frontera), se hicieron sonar tres campanas de esa iglesia que habían sobrevivido a la demolición. Por su parte, el alcalde de Berlín, el democristiano Eberhard Diepgen, recibió a 80 niños nacidos el 9 de noviembre de 1989, cuyo décimo cumpleaños fue festejado con una enorme torta en forma de oso, el símbolo de Berlín. El acto principal en la Puerta de Brandenburgo comenzó con la proyección, en una pantalla gigante, de un documental sobre la historia del Muro, que concluía con la información de que el video está a la venta por 39,90 marcos. Kohl y Gorbachov hicieron entonces acto de presencia triunfal. La multitud alemana vitoreó en particular al extranjero, coreando Gorbi, Gorbi. Los presentes acompañaron luego al cantante alemán Udo Lindenberg mientras entonaba su Himno a Berlín. El violoncelista ruso Mstislav Rostropovich, quien 10 años atrás había tocado un solo en Berlín mientras se derribaba el muro, concluyó el acto dirigiendo un concierto de 166 violoncellos y 20 contrabajos junto con el grupo de rock Scorpions. La única nota discordante en este acto vino de Joachim Gauck, un antiguo líder de los disidentes de Alemania Oriental. En su discurso, subrayó que hay alemanes que no tienen ganas de festejar; algunos estaban en la primera línea cuando cayó el Muro. Les duele que no se haya concretado la loca esperanza de aquel otoño de 1989. Gauck fue el único alemán oriental en hablar en los actos públicos, y sólo a último momento se resolvió a hacerlo.
LOS EX ALEMANES ORIENTALES RESIENTEN LA CAIDA Por John Hooper Desde Berlín La familia de Regine Hildebrandt vivía tan cerca de la línea que dividía Berlín Este y Oeste, que cuando me asomaba a la ventana, mi cabeza estaba en el oeste y mi traste en el este. Antes que las autoridades de la República Democrática Alemana impusieran controles estrictos, sus parientes se reunían debajo de la casa de su familia para intercambiar noticias. Con una canasta, subíamos los paquetes de café que nos traían, recuerda. Primero las autoridades mudaron a la familia a la planta baja. Luego tapiaron la entrada principal que miraba hacia el oeste. Luego tapiaron las ventanas que daban al oeste. Finalmente el área se desalojó y los Hildebrandts se mudaron a otra casa. Ultimamente, Regine se ha hecho muy conocida como portavoz de los agravios sufridos por los ex alemanes orientales, que deben padecer todo tipo de generalizaciones por parte de políticos y periodistas ex occidentales. A diez años de la caída del muro, las relaciones entre las dos comunidades están más distantes que en las épocas de amarga y dolorosa división, y están coloreadas por dosis de resentimiento mutuo.El 30 por ciento de los alemanes occidentales jamás visitó el este, dice André Brie, eurodiputado por el ex partido comunista (PDS). Aún en Berlín, existen algunos que nunca estuvieron del otro lado. Las encuestas sugieren que Alemania es el país europeo (incluyendo a Rusia) que tiene opinión más negativa sobre la caída del comunismo. El descontento es mayor en el oeste: La gente está descontenta con la transferencia de recursos al este, dice Claus Leggewie, politólogo de la Universidad de Giessen. Más aún, dicen, Los orientales no son nada agradecidos. Votan por los ex comunistas y ni siquiera son amigables. Cuando vamos al este, rayan nuestros autos y nos gritan.Lo que Andre Brie ve desde su lado de la división ahora invisible, es una nostalgia mezclada con frustración. La nostalgia, concede, es en gran parte el resultado de una amnesia selectiva. Los del este tienden a mirar hacia atrás con cariño a su nivelación social, la seguridad laboral, una mirada menos materialista y a lazos personales más cercanos que producía el comunismo. Pero la República Democrática Alemana era un país no democrático y la gente estaba reprimida y mucho de eso se olvidó, añade. Pero siente que sus compañeros de Alemania oriental están totalmente acertados en sentir que su identidad fue ignorada en el estado unificado. Después de 50 años de desarrollo totalmente distinto, había otra cultura. Y esta cultura no fue reconocida.
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