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Por Cledis Candelaresi Noche por medio tendremos que manejarnos como el Ejército de los Andes: mientras haya yerba y galleta, seguiremos adelante, ironizó ayer en declaraciones radiales Fernando Petrella, embajador argentino ante las Naciones Unidas. Con esta humorada, el funcionario aludió a la crisis de recursos que enfrentan las sedes diplomáticas argentinas, y que el miércoles provocó una protesta de muchos delegados del gobierno en el extranjero. Según el secretario de Relaciones Institucionales de Guido Di Tella, Daniel Castruccio, Economía ofreció atender el reclamo haciendo un giro de emergencia. Pero ese importe no alcanzará para cubrir los 66 millones de gastos de Cancillería que se devengarán en el último trimestre de este año, y para los cuales no hay presupuesto asignado.El bache presupuestario de Cancillería sobre el que Página/12 informó en exclusiva en su edición del 22 de octubre pasado se transformó en un caso testigo de los padecimientos que los últimos ajustes impusieron a la administración central. Según el subsecretario de Administración de Di Tella, Miguel Zorraquín, el Ministerio de Relaciones Exteriores solicitó a Roque Fernández un presupuesto de 360 millones de pesos para 1999, de los cuales sólo le fueron asignados 289. La situación empeoró cuando a raíz del último ajuste de 1000 millones de pesos, Economía y Jefatura de Gabinete limitaron los fondos a 264 millones, de los cuales sólo autorizaron a gastar 253 millones.Pero si bien estas restricciones fueron comunes a casi todas las áreas del Estado, en Cancillería argumentan que desde 1994 a 1999 su presupuesto se encogió un 30 por ciento, mientras que el de la administración central en su conjunto creció un 38 por ciento.El punto de partida de las restricciones presupuestarias de Cancillería fue la disminución de la tasa estadística, impuesto cuya recaudación llegó a proveer el 60 por ciento de los recursos necesarios para costear sus gastos. La otra razón de la debacle es que, desde entonces, el ministerio perdió su independencia administrativa, y depende de la voluntad de Economía para girarle o no fondos.Cuando los recursos se administran exclusivamente con un criterio de caja y lo hace una persona que no conoce las reales necesidades, es lógico que surjan problemas, se quejó Zorraquín ante Página/12. El colaborador (y amigo de Di Tella) intenta pintar con otros datos la magnitud de las dificultades que le provoca el ajuste. El 85 por ciento de los gastos son fijos y, por lo tanto, con el recorte dispuesto a mitad de año nos quitaron la poca flexibilidad presupuestaria que teníamos, aseguró.Sin embargo, para el funcionario de Di Tella, la brecha entre los recursos necesitados y los autorizados no justifica el desborde de varios embajadores, quienes denunciaron haber sufrido la interrupción de servicios esenciales, como gas y energía eléctrica, por no haber podido afrontar el pago de las correspondientes facturas. Están angustiados porque temen no disponer en enero de los fondos que Cancillería siempre gira por trimestre, anticipadamente, conjeturó Zorraquín, relativizando la queja de los diplomáticos.Rodolfo Terragno, uno de los hombres en quien Fernando de la Rúa confió la transición en Cancillería, tomó nota de esos problemas que, de un modo u otro se transferirán al presupuesto del 2000. El proyecto de Economía, por ejemplo, pautó 29 millones de pesos para cubrir las cuotas que la Argentina adeuda a organismos internacionales como la Organización de Estados Americanos o las Naciones Unidas que, en realidad, corresponden a este ejercicio. La Argentina debería cancelar de inmediato esa obligación pendiente en caso de alguna asamblea internacional, ya que los países que tienen sus contribuciones impagas pierden el derecho a voto.Ese cuello de botella podría repetirse el año próximo, ya que el proyecto de ley no aumenta en nada los fondos para Cancillería. Por ahora, la única decisión de los gobiernos entrante y saliente es concursar los 422 puestos ocupados por contratados.
Desprocesan a Otrera y Rodríguez Por Julio Nudler En Foetra están de festejo. La Sala I de la Cámara del Fuero Penal Federal acaba de revocar el procesamiento del ultramenemista Rogelio Rodríguez y sus compañeros Diógenes Salazar y Omar Pérez, que habían sido encausados por el juez Adolfo Bagnasco en relación con el escandaloso manejo del Programa de Propiedad Participada telefónico, un paquete de acciones de Telefónica y Telecom por un valor de 1500 millones de pesos. También zafa, por ahora, Wylian Otrera, que como secretario de Obras Públicas y Comunicaciones, dentro del equipo Cavallo, protegió con su paraguas a los sindicalistas. De todas formas, la Cámara no sobreseyó a los cuatro reos: sólo dictó la falta de mérito, lo que implica que Bagnasco deberá seguir investigando. Aun así, el criterio adoptado por los camaristas no permite abrigar expectativas, ya que ha consistido en aceptar implícitamente la validez de los sucesivos decretos que fue dictando el Poder Ejecutivo en relación con el PPP telefónico. En realidad, la historia de este Programa, iniciada con la privatización de ENTel en 1990 y la celebración del Acuerdo General de Transferencia (de las acciones clase C) en diciembre de 1992, acumuló una extensísima serie de irregularidades, la primera y decisiva de las cuales fue la firma de aquel Acuerdo por personas no habilitadas para hacerlo, dado que carecían de los imprescindibles mandatos.Dos personajes que Bagnasco no procesó jugaron un papel estratégico en este largometraje inconcluso, que debían plasmar el capitalismo social de mercado. Una de ellas fue el ex ministro de Trabajo Rodolfo Chango Díaz, que tras dejar el Gobierno fue designado director obrero (por el Programa) en YPF. Otro es Elio Riccitelli, quien era empleado de la consultora de Wenceslao Bunge (que adquirió celebridad como portavoz de Alfredo Yabrán), asesor del PPP telefónico y además, como miembro del Departamento Jurídico de Economía, bendecía con sus dictámenes todo lo actuado.
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