Por Ferran Sales desde Javat-Maon Cerca de mil
soldados israelíes desalojaron ayer por la fuerza a 500 colonos radicales judíos, que se
habían atrincherado en el asentamiento ilegal de Javat-Maon, en Cisjordania, a unos 60
kilómetros al sur de Jerusalén. El desmantelamiento de este enclave ha supuesto la
primera medida de fuerza del primer ministro laborista Ehud Barak contra el movimiento
colono radical y descontrolado, al que está dispuesto a poner coto, en un intento de
preservar el proceso de paz con los palestinos. Un tractor oruga detrás del cual se
alineaban centenares de soldados, irrumpió ayer por la madrugada 4.30 hora
local en un minúsculo asentamiento. Javat-Maon se había convertido en un símbolo
del movimiento colono radical, cuyos miembros, cuatro familias, se habían negado a
desalojarlo pacíficamente a pesar de las órdenes dadas al respecto por el gobierno.
Javat Maon, una antigua granja, construida a un kilómetro del asentamiento
legal de Maon en honor de un colono asesinado por pastores palestinos en 1998
en el transcurso de una disputa por unos pastos, se había convertido en un verdadero
baluarte, en el que habían ido confluyendo los militantes más radicales del movimiento
pionero, agrupados en la recién nacida asociación Nueva Generación. La batalla entre
los colonos radicales y los soldados del ejército, que acudieron al lugar del
enfrentamiento sin armas y después de haber sido adiestrados convenientemente para evitar
deserciones, duró aproximadamente cuatro horas, en el transcurso de las cuales no
faltaron insultos, empujones o baldes de pintura. Los militares lograron llevarse por la
fuerza a los resistentes, procediendo a la detención de una treintena, entre los que se
encontraba su líder Josafat Or, quien se había atrincherado en lo alto de una casa
prefabricada y había amenazado con hacer explotar una bomba de gas butano. Josafat fue
arrastrado fuera del asentamiento, mientras escondía su cabeza debajo de un talit, el
paño religioso propio para las oraciones, y gritaba volveremos. Ayer al
mediodía, mientras los soldados se replegaban y según las leyes religiosas judías se
procedía a desmontar, no a destruir, una sinagoga prefabricada que se había construido
en el corazón del asentamiento, jóvenes colonos trataban de aproximarse al enclave,
burlando los controles policiales. La derecha radical ha reaccionado con dureza
calificando la operación militar como constitutiva de un acto de terrorismo,
mientras que los dirigentes colonos reclamaban del gobierno el mismo
entusiasmo para destruir las 1.300 casas ilegales que según ellos los palestinos
han construido en Jerusalén este. Ehud Barak ha contestado a las acusaciones de la
derecha con una frase rotunda: Ningún israelí está por encima de la ley,
para asegurar a continuación que nadie me enseñará a mí qué es amar a
Israel. Israel devolverá un 5 por ciento más de Cisjordania a los palestinos El
gobierno israelí decidió ayer miércoles por una amplia mayoría devolver un 5 por
ciento más de territorio de Cisjordania a los palestinos. La transferencia se
formalizará el próximo lunes 15 de noviembre. El acuerdo contó con una abstención y
con el voto en contra del ministro de Vivienda, Isac Levy, líder del Partido Nacional
Religioso, de tendencia ultraconservadora, plataforma a su vez del movimiento colono. Los
territorios restituidos a la Autoridad Nacional Palestina suponen un total de 250
kilómetros cuadrados de zona rural, situados en las cercanías de las ciudades autónomas
de Naplus en el norte de Cisjordania y Ramala en el sur. El 40 por ciento de esta zona
quedará bajo el absoluto control de la Administración y la policía de Yaser Arafat,
mientras que en el 60 porciento restante continuará siendo controlada por los servicios
de seguridad israelíes. Este repliegue del ejército israelí en Cisjordania fue pactado
por el ex primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y el presidente palestino Yaser
Arafat en noviembre de 1998, en la cumbre celebrada en Wye Plantation, Estados Unidos,
donde se estableció una retirada total del ejército hebreo sobre un 13,1 por ciento de
los territorios ocupados de Cisjordania. Aquel pacto, que nunca fue cumplido, se renovó
sin embargo el pasado mes de septiembre en la localidad egipcia de Sharm El Cheik, entre
Yaser Arafat y el nuevo primer ministro israelí Ehud Barak. La primera fase de este
repliegue se llevó a término el pasado 10 de septiembre y supuso la entrega de 400
kilómetros cuadrados, mientras que la última parte de la retirada se efectuará el
próximo 20 de enero.
UN INFORME DE DD.HH. SOBRE RUSIA
Todo por una confesión
El
ejército ruso sigue avanzando sobre Chechenia bajo los ojos de un Occidente cada vez
menos bien dispuesto a considerar la ofensiva como un asunto interno en el que hay que
apartar la vista. Ayer la organización de derechos humanos Human Rights Watch presentó
su informe sobre Rusia. Las conclusiones destruyen la imagen de respeto de la ley que
Moscú se esfuerza por dar ante el FMI y la Unión Europea. La tortura policial alcanzó
proporciones de epidemia, ya que hasta un 50 por ciento de todos los sospechosos se
enfrenta a castigos que van desde prolongadas golpizas a shocks de electricidad,
administrados por medio de electrodos insertados en los oídos de los prisioneros. Los
oficiales de policía les han puesto sobrenombres a tres de las más técnicas más
infames. A las víctimas que son sometidas al elefante (slonik) se les pone
una máscara sobre el rostro y luego se cierra el conducto de oxígeno. La
golondrina (lastochka) consiste en esposar al sospechoso con las manos en la
espalda y luego colgarlo de una barra de hierro sobre su cabeza, con los pies sin tocar el
suelo. Los prisioneros sometidos al sobre (konvertnik) son forzados a sentarse
durante largos períodos de tiempo con sus cabezas entre sus rodillas y sus manos atadas a
sus pies mientras son golpeados. El director ejecutivo de Human Rights Watch, Kenneth
Roth, concluyó ayer en Moscú: Una y otra vez escuchamos acerca de las mismas
prácticas policiales de gente que no se conocía entre sí, gente que vive en lugares
completamente diferentes del país. Estos testimonios nos convencen de que hay una
epidemia de tortura en las comisarías en Rusia. El gobierno ruso no quiere ni reconocer
el problema.
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